Pedro Sánchez ha elegido un intrincado camino para abrirse las puertas de la Moncloa, y por si fuese poco sus compañeros de viaje no paran de ponerle palos a las ruedas de su carruaje. El líder socialista ha elegido conscientemente negarse a dialogar con ocho millones de españoles que piden abrir nuevos caminos de entendimiento en un país muy necesitado de cordura y altura de miras.

Estos ocho millones de españoles tienen el don de la libertad para pensar y elegir con su voto democráticamente sus ideales y su destino. Nadie más que ellos son los únicos que están legitimados a no confiar, rechazar o incluso a no dialogar con Mariano Rajoy y el Partido Popular.

Usted no, señor Sánchez, usted está obligado a dialogar porque así lo ha querido la ciudadanía. ¿Qué hubiese sido de este país si no se hubiese dialogado en decenas de momentos tremendamente críticos para nuestra democracia e incluso para seguir adelante, aun manteniéndose la integridad de España desde el reconocimiento a los nacionalismos? ¿Qué hubiese sido de muchas vidas si se hubiese renunciado a dialogar con la banda terrorista ETA, por ejemplo?

Si no perdió el tiempo en otros asuntos, aún pendientes de contar, algún miembro de su ejecutiva y asesores electorales como Vizcaíno deberían haber aprendido de la importancia del diálogo, de la lucha con la palabra, el acuerdo y el arreglo del que afortunadamente hizo buen uso el ex presidente del Parlamento Vasco y del PSE, mi entrañable amigo Jesus Eguiguren, víctima política e intelectual de su propio partido. Aprenda de él, señor Sánchez, de su inteligencia, conocimiento y humildad para negociar, acordar y arreglar asuntos de interés para el pueblo español en general.

Aprenda leyendo de principio a fin Los últimos españoles sin patria y sin libertad, lea y aprenda del talante y humildad de sus militantes y simpatizantes históricos ya sean vascos o andaluces. Sin más dilación, haga del diálogo su símbolo de inteligencia política y humildad humana.

España está muy necesitada de diálogo. ¿Qué podríamos esperar de un país tan diverso como España y tan convulso en sus identidades, en su constitución, en sus desigualdades, en sus ideologías, en sus humanidades, en sus compromisos sociales, en su conciencia, en su libertad con dignidad, si llegase a ser presidido por un ser humano, por un ciudadano que se dice socialista y que renuncia a dialogar con ocho millones de ciudadanos libres?

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