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El desinterés por la verdad

José Repiso Moyano
José Repiso Moyano
Escritor español de larguísima trayectoria nacido en Cuevas de San Marcos, Provincia de Málaga, que ha publicado miles de obras en 50 años (literarias, de conocimiento,etc), y ha obtenido premios y reconocimientos por su participación en concursos, periódicos, revistas, recitales, programas de radio, acciones humanitarias y eventos literarios en todo el Mundo.
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análisis

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¿Por qué nos resulta más difícil creer en la verdad que en la mentira? Y es que la verdad está desacreditada o infravalorada a favor de todo tipo de inmorales llamadas de atención o de mentiras, éstas muy bien vestidas de seda o del buen engaño.

Siempre hay que pensar que, las TEORÍAS o LAS INFORMACIONES QUE TIENE LA SOCIEDAD para establecer una “verdad” (que han de estar bajo dudas o bajo criterio racional), tendrán verosimilitud mientras tengan lógica y no sean contraargumentadas con más solvencia racional que como fueron socializadas. Pero la desacreditación de la verdad se debe más a la misma debilidad social en la cual se encuentra ahora mismo (por irresponsabilidades) que a cualquier otro concreto motivo. Sí, una DEBILIDAD porque pocos seres humanos o pocas infraestructuras sociales la defienden. Eso es casi como el resultado anunciado de este siglo: “Entre todos la mataron, y ella solo se murió”, como pregona el dicho. Y tal debilidad es también el fruto o la consecuencia de la crisis de valores imparable que se sufre en el núcleo de la sociedad y la evidente desinformación que es característica (aunque no lo quieran reconocer) de casi todos los medios de comunicación, sí, incluyéndose a Internet.

Pero la mentira, a la hora que ir a la sociedad, ya cuenta con estas grandísimas ventajas:

—Las miles de licencias (trucos) para convencer que siempre radican desde la inmoralidad y siempre están por encima del bien y del mal.

—El derecho a confundir.

—El derecho a deslumbrar usando grandes lemas, irrelevancias o referencias irreales.

—El derecho a ocultar información o el derecho a la ocultación en general.

—El derecho a sobrevalorarse o a no ser vetada usando cualquier poder que tú o cualquiera usando el bien no tiene.

 —El derecho al desprestigio o a la desacreditación tanto de la razón como de cualquier bien muy objetivo o imparcial.

—El derecho a usar el rumor popular o la demagogia o el encanto de manipulación ése popular contra la verdad.

—El derecho a vetar o a silenciar a eso que que no está conforme al gusto social o al gusto de un gran medio de comunicación social.

—El derecho a usar cortinas de humo o interesados entretenimientos o tapaderas para que no se sepa lo relevante en una sociedad.

—El derecho a disfrazar o a entremezclar todas las informaciones siempre con las emociones para así disuadir a toda la sociedad con las sugestivas emociones.

—El derecho a sembrar dudas infundadas sobre cualquier valor esencial o ético.

—El derecho a fortalecer muchas infraestructuras de la mentira (es decir, a concursos, a revistas, a periódicos, a eventos, etc., todos desarrollándose desde criterios sobreproteccionistas-interesados-excluyentes, con un “vino y premios” para todo el que participe en tal mafiosidad).

—El derecho a hacer agonizar, una vez y otra, a totales despremiaciones, apaleos o desprotecciones, al que sí demuestra, aclara, irrebatibiliza o autentica la razón-ética antes siempre de difundirla socialmente.

—El derecho a un halagar imparablemente por lo que, sin poder frenar eso el camino de la verdad, se impone la no razón o tal halagar estúpido o irracional.

—El derecho a imponerse o favorecerse por estar “con más”, con un apego a las masas, por el lema de que «somos más» y, como ya son más, se creen tal falsa legitimidad.

—El derecho a aceptar una doble moral.

—El derecho a dar siempre un premio o un miserable beneficio al que portavocea una concreta o muy interesada mentira de cualquier poder o prejuicio corporativista.

—El derecho a pasar por alto las duras injusticias por una u otra pillería o retórica o tapadera de intereses. 

Y, por último, con todo esto siempre hay una psicología de manada o de rebaño que, en el fondo, significa:

1—Refugio y protección, pues siempre estás seguro en que tú no hablas solo, sino con tu manada; tú no haces algo en lo que solo tú eres responsable, sino con tu manada.

2—Facilidad de decidir (sin equivocarse socialmente), pues decides ya «lo decidido de todos los tuyos»; y ahí nadie te va a decir que estás en error. Y ya puedes ir a lo comodito de «prestigioso y de santito por la vida».

3—Hacer pasar cualquier mal como un bien (encubrimiento y complicidad), pues te evita todos los esfuerzos de un cumplir… ésa molestosa ética.

4—Facilidad de los logros, pues siempre vas a tener «ayudas ciegas» de todos, por ser tú «de los suyos».

En fin, el camino de la verdad siempre se encuentra ninguneado o despreciado por todos esos factores y, sin duda, también por los cómplices o por los  irresponsables que lo consienten o lo permiten como si nada, despiadada y fríamente, como si el asunto no fuera con ellos.

En la deshumanización nunca hay inocentes, sino deshumanizados a través solo de sus propias voluntades. Así es. Y ya un deshumanizado ¿qué dignidad puede entonces defender?

Autocrítica o reflexión: “Si solo defiendes lo que te gusta, nunca defenderás a la verdad”.

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