El descalabro de Ciudadanos en las catalanas puede ser de una dimensión descomunal

El último sondeo de Sigma Dos concede a la formación naranja un 10,3 por ciento del escrutinio, entre 12 y 14 escaños en el Parlament cuando a día de hoy tiene 36

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En Ciudadanos han saltado todas las alarmas. A las puertas de las elecciones autonómicas en Cataluña, el partido de Inés Arrimadas parece uno de esos submarinos de las películas bélicas envuelto en luces rojas intermitentes por todas partes por culpa de las múltiples fugas de agua, en este caso de votos y de líderes que desertan. El último sondeo de Sigma Dos concede a la formación naranja un 10,3 por ciento del escrutinio, entre 12 y 14 escaños en el Parlament cuando a día de hoy tiene 36. O sea un auténtico descalabro, una hecatombe electoral, una calamidad. Esta mañana Arrimadas ha comparecido en Al Rojo Vivo de Ferreras y no ha podido ocultar su gesto de sombría preocupación, un semblante que cada día recuerda más a aquella Rosa Díez de UPyD que un buen día llegó para revolucionar la vida política española y que nunca se comió un colín.

La encuesta de Sigma Dos pronostica que el PSC de Salvador Illa será el partido más votado el próximo 14 de febrero con un 22,5 por ciento de los votos y entre 29 y 32 escaños (ahora tiene 17), seguido de ERC con el 21,2 por ciento de las papeletas y entre 31 y 33 escaños (hoy cuenta con 32). Junts cae, los comuns se mantienen a duras penas, el PP sube ligeramente al igual que la CUP y Vox irrumpe con fuerza por primera vez en el Parlament con hasta 6 escaños. Con estos números, el escenario político en Cataluña se ha convertido en una trampa diabólica para el partido de Arrimadas, atrapado entre el efecto Illa y la inesperada aparición de la extrema derecha, que a los catalanes españolistas –esos que añoran los tiempos de los toros en la Monumental y ya están hartos de que los tomen por charnegos– por lo visto les seduce más que el proyecto fallido de Ciudadanos.

A la vista de los sondeos, cabe concluir que Cs se desangra en todos los frentes: por la derecha, por la izquierda y por el centro mismo. Por la derecha porque al haber mantenido Inés Arrimadas los infames pactos con Vox, una parte de sus votantes interpretan que entre el original y la copia siempre mejor optar por lo auténtico, por el pedigrí españolazo con denominación de origen, o sea el proyecto duro abascaliano mucho más atrayente que la veleta naranja que no ha arreglado nada en cuatro años, pese a que fue la lista más votada en los pasados comicios. Cs también pierde fuerza por el ala progresista porque muchos electores de ese espectro que en su día vieron en el partido de Albert Rivera una buena oportunidad para frenar al separatismo en un frente común españolista, hoy entienden que una posible salida al laberinto catalán pasa por volver al PSC para que el buen gestor y hábil Illa pacte después con Arrimadas o incluso se entienda con Oriol Junqueras en un complejo tripartit (para estos pragmáticos la solución última es lo de menos, siempre y cuando se termine sofocando el incendio del conflicto territorial). Y por el centro, por el flanco liberal conservador, la sangría también es probable, ya que muchos votantes naranjas caerán en la abstención, desencantados ante la ineficacia demostrada por el partido. De modo que entre radicalizados por la derecha, socialdemócratas desesperados que buscan una salida al atolladero y liberales deprimidos, el batacazo de Ciudadanos parece más que garantizado, según los sondeos de última hora.   

Así las cosas, Arrimadas ha optado por endurecer su discurso, que de eso se trata en campaña electoral. La líder naranja da por hecho que el tripartito está más que amasado y cocinado, sobre todo después de los intensos rumores de indultos para los presos del procés. “No me lo creo cuando dice que no va a hacer un tripartito con independentistas”, afirma abriendo fuego contra Illa. “El tripartito está cerrado. Es que no depende solo de Illa, depende del que le cogió la mano a Otegi para los Presupuestos Generales del Estado. ¿Cree que no va a coger la mano de Esquerra?”, insinúa poniendo el foco en Pablo Iglesias.

Arrimadas se ha mostrado dispuesta a formar un gabinete “constitucionalista” en Cataluña y apunta a que si al PSC “no le dan los números”, podría darse un pacto con Ciudadanos, una alternativa más que improbable, ya que generaría problemas en el ya tensionado Gobierno de coalición en Madrid. La líder naranja insiste en que el independentismo llega a las urnas “fragmentado” y apela al voto de la ciudadanía para evitar “tener más años de procés y llegar a la ruina económica”. El problema es que, una vez más, se equivoca en el diagnóstico. Salvo pinchazo del separatismo que no parece probable, al menos la mitad de los catalanes van a votar por opciones rupturistas con el Estado español, de modo que esa “fragmentación” de la que ella habla no se ve por ningún lado. El bloque secesionista sigue intacto, pese a las discrepancias con la hoja de ruta a seguir en el futuro, y aquí lo que está fragmentado es el voto de Ciudadanos, un partido bluf que ha tenido en sus manos una victoria electoral y no ha sabido qué hacer con ella en toda la Legislatura. Arrimadas debería abrir los ojos y asumir que la única manera de frenar el procés es pactando con el sector independentista más moderado, menos radicalizado y más realista que ha comprobado con sus propios ojos el abismo en el que ha caído Cataluña por las propuestas insurrectas de unos cuantos políticos iluminados que prometieron algo que no podían cumplir y cuyo mayor logro fue una República de ocho segundos. Al constitucionalismo español solo le queda una carta que jugar en Cataluña: la del diálogo y el pacto. Eso lo puede dar Illa, pero no Arrimadas, ya que con ella el mundo indepe no quiere ni tomarse un café.

4 COMENTARIOS

  1. España 47.000.000 de ciudadanos tiene un problema con 2.000.000 de nacionalistas catalanes. Pero los nacionalistas catalanes 2.000.000 tienen un problema mucho mayor con otros 2.000.000 de catalanes con quienes se niegan a pactan y a dialogar.

    Los nacionalistas exigen que el gobierno de España se siente a negociar con ellos, pero ellos se niegan a pactar y a dialogar con los representes de la mitad de los catalanes. Un contradicción que rara vez aparece en los periódicos.

    El gobierno español ante las reiteradas demandas de dialogo y pacto de los nacionalistas debería poner esta contradicción sobre la mesa y decirles; sí estamos dispuestos a negociar y pactar pero primero negocien y pacten entre ustedes.

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