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El «denialismo» o la negación de la realidad

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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                                       «… para los negacionistas, los hechos son inaceptables.” 

Edwin Cameron

El periodista especializado en temas científicos Michael Specter, en su ensayo “Denialism: How Irrational Thinking Harms the Planet and Threatens Our Lives”, define al negacionismo grupal como “cuando todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable».

El “denialismo”, derivado del término en inglés “denial”, es la elección de negar la realidad como una forma de evitar una verdad incómoda. Por tanto, es rehusar la aceptación de una realidad empíricamente verificable. Esto permite calificarla como a una acción esencialmente irracional que impide la validación de una experiencia histórica o evento. Es un mecanismo psiquiátrico perturbado. Negar que Franco fue un genocida es denialismo. Negacionismo.

Cabría preguntarse, luego de los desórdenes públicos, por qué el gobierno protege esta resistencia del statu quo. Este comportamiento generalizado de respuesta al cambio social, que es promovido por la ultraderecha, se ha dado en llamar “negacionismo”. Este comportamiento humano se caracteriza por la exhibición de conductas de aquellas personas que prefieren negar la realidad para evitar una verdad incómoda. Puede ir desde el mero relato hasta la expresión de una violencia injustificada. Así se ha visto estos días en varios puntos de España y, con especial dureza, en Barcelona. Podríamos hablar de actos de rebelión que fueron sólo una demostración de sus capacidades de alterar el orden público, además de mostrar la incapacidad de reprimir esa violencia de un modo satisfactorio.

Estos comportamientos son esencialmente irracionales porque retienen la validación de evidencias objetivas. En el caso de consensos científicos, niegan los indicios del cambio climático, sosteniendo explicaciones de un saber vulgar, basadas en supuestos informes escasamente veraces, o directamente fakes, frente a un conocimiento crítico, es un ejemplo. Los movimientos ultrareligiosos antivacunas es otro. Esos extremismos utilizan la legalidad de la democracia, que les permite defender sus derechos de oposición, para obstaculizar el trabajo científico y derribar gobiernos. El terraplanismo tiene adeptos en todo el mundo. La negación del Holocausto está tan difundida como negar las 200.000 víctimas de la represión franquista.

Así, las teorías conspirativas acerca del origen de la COVID-19, amplificadas por el propio Donald Trump, proliferan entre los adeptos a estos movimientos sin tener en cuenta el riesgo al que someten al conjunto de los ciudadanos, cuando se saltan todos los protocolos y manifiestan ante la autoridad una impunidad agraviante. Es inaceptable que las fuerzas del orden huyan frente a un grupo más organizado y menos espontáneo de lo que los medios del statu quo están informando.

Tampoco es de recibo la condescendencia con la que la Justicia trata estos comportamientos según se trate. Si el ministro del Interior es incapaz de afrontar esta situación debería dimitir. Junto a esa dimisión, el cese de los mandos directamente vinculados al control de esos desmanes.

Los comportamientos radicales han sido tratados con dureza cuando de antisistema de izquierda se trató. Por no mencionar la dureza de la represión de los movimientos independentistas. No puede esperarse condescendencia con la ultraderecha.

El gobierno debe estar a la altura. Nos jugamos el futuro.

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1 COMENTARIO

  1. Negacionismo es negar que España es una democracia cuando la comunidad internacional la sitúan como «democracia plena» la número 19 en el (Democracy Index) por delante de EEUU, Francia, Italia, o Bélgica.

    Negacionismo político es negar que en una democracia el «pueblo soberano» son el conjunto de los ciudadanos de la nación, no cada uno de los grupos étnico-lingüísticos que la integran. Y que en democracia la soberanía recae en el conjunto del pueblo.

    Negacionismo es negar que lo que hubo en Cataluña fue un intento de golpe de estado para subvertir el orden democrático constitucional, por parte del los negacionistas políticos.

    «Es inaceptable que las fuerzas del orden huyan frente a un grupo más organizado y menos espontáneo de lo que los medios del statu quo están informando.» dice usted.

    Y más inaceptable todavía que desde la Generalidad se promueva el negacionismo político, negando lo que la comunidad internacional da como cierto que España es una democracia plena y fomente, tolere y haga la vista gorda ante los desmanes de los negacionistas estelados.

    «Tampoco es de recibo la condescendencia con la que la Justicia trata estos comportamientos según se trate. Si el ministro del Interior (o la Generalidad) es incapaz de afrontar esta situación debería dimitir. Junto a esa dimisión, el cese de los mandos directamente vinculados al control de esos desmanes.»

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