Pero Jesús, que sabía leer a los hombres por dentro, vio una posibilidad inmensa en ellos:

Ser pescadores de hombres

Y, cómo no, ofreció a Emiliano Tapia la vocación de cura, de pescador de hombres y de libertad…

Emiliano, desde su huerto de Salamanca sembrado de solidaridad, conciencia social y libertad, es un ejemplo de compromiso a favor de los abandonados del sistema, de la sociedad, de la política de la Iglesia que aplaude más, mucho más, el éxito económico que la conciencia social de la libertad del hombre-pueblo y de la esperanza de que otro mundo sea posible.

Tuve la fortuna, el privilegio, la “gloria” de conocer al padre Dubert, un cura gallego jesuita que nunca llegó a recibir el “papel”, la encuesta que siempre deseó contestar. Ahora he recuperado con el sacerdote Emiliano Tapia la esperanza de conocer un día el resultado de la encuesta que a mi amigo Ramón no le dejaron responder.

Emiliano, Dubert, tu colega, me decía: “Llevo muchos años en una institución que dicen que no es ONG, ni cooperativa, ni empresa, ni institución monárquica, ni democrática, sino jerárquica”. Él nunca entendió bien lo que eso significaba. Lo que sí sabía, y me atrevo al conocer tu obra en tierras de Salamanca, que a ti igualmente te costará entender desde tu compromiso social que esa organización, o lo que sea, jamás tuvo la delicadeza repreguntar a los miembros de esa “jerarquía” si él, Ramón o tú Emiliano estáis contentos con ella, si en verdad os gusta, en general, su modo de proceder, si a la gente (si al hombre-pueblo) le complace el estar en ella y así muchas otras preguntas.

El fundador de ese ente social llamado Iglesia, Jesús de Nazaret, (anticipo que soy cristiano-rojo, rojo, que no acepto a los rojos ni a las rojas que se destiñen con el poder) tuvo una delicadeza,  una delicadeza inmensa  de preguntar a sus seguidores qué es lo que opinaba el pueblo de él. Sus amigos le dijeron que unos decían que Él era un hombre grande e incluso algunos pensaban si no sería una reencarnación de Jeremías, Elías o de alguno de los profetas.

Y Jesús, directamente, les pregunto que deseaba saber lo que ellos pensaban de Él. Pedro le dijo que era el jefe esperado por el pueblo de Israel.

“Yo pienso al ver los padres sinodales con sus cópulas de tela sobre sus normales cabezas en tantos presbíteros y curitas de aldea que están haciendo lo que pueden por esos mundos de Dios para conseguir que otro mundo sea posible, y no llevan ni sombrero”.

¿Qué llegaríamos a pensar si todos los funcionarios activos de esta institución dieran su opinión sobre si están contentos con su papel en la sociedad, si están conformes con el aumento o la disminución de los “clientes”, si el sistema organizativo es el adecuado a nuestros tiempos?

Estoy convencido de que podría ser muy interesante que se lo preguntaran a las élites de la jerarquía de la institución eclesiástica y  también, con la misma cota de altura, horizonte, o nivelación, a un sacerdote perdido en una parroquia de Salamanca con su huerto de libertad con dignidad. Podría ser que éste considerase  que el producto que ofrece la Iglesia, lo  que se oferta y ofrece a la intransigencia de los  “patriotas” de las clases que necesitan rezar a diario golpeándose el corazón. Yo digo  ¿qué corazón?, es imposible por su proceder que estos dispongan del  corazón de  la verdad y la  ética de la igualdad real; estos nada de nada tendrían  que ver con su huerto.  Esta especie tan diferencial solo dese creerse que vivirán eternamente en la soberbia de su propia mediocridad; en definitiva, se llegaría a la conclusión, creo., o que no interesa la” oferta” o está mal presentada.

Considero que, a la mayoría de esta Iglesia, que no se identifica con Jesús de Nazaret tal como lo hace Emiliano Tapia, y lo hacía Ramón, les importe un comino lo que piense el último ejecutor de sus mandatos. ¡Sería horrible sólo pensarlo!

 Espero disponer de la oportunidad de escucharle personalmente.

Pero esta empresa, tal y como está, llego al convencimiento de que no es lo que soñó Jesús de Nazaret.  

Si fuera posible un encuentro con Él, cara a cara, jamás nos lo imaginaríamos vestido con una mitra a la cabeza, un báculo de oro en la mano, un pectoral al pecho y mucha ropa encima. Dubert y yo sabíamos que no estábamos ofendiendo a nadie, estoy convencido de que Tapia tampoco, cuando decíamos que un Jesús de Nazaret vestido así se arrancaría el gorrito rojo de la cabeza y gritaría a los cuatro vientos “¡por favor, no me maten!”.

Emiliano, el cura Rojo, es digno merecedor de que la Iglesia le saludase  a diario con un  “Buenos días sencillez”. Es necesario saber leer de abajo hacia arriba, porque en la lucha por la igualdad real, por los derechos humanos, por la conciencia social el hombre y la mujer en esos momentos, necesita  saberse y sentir que no está solo ni sola, que no es un sueño esa lucha de Emiliano que es la de la verdad, la única capaz de crear felicidad, paz y amor. Aunque esto pueda parecer excesivamente romántico y mis exposiciones simples, la verdad es que los seres humanos y sus sociedades son mucho más complejas de lo que pudiese y pueda explicar una teoría cualquiera.

El hecho es que todavía existen muchos puntos de resistencia que se generan automáticamente por la ambición desmedida del ser humano que posibilitan, en función de sus intereses, frenar la conquista de la libertad con dignidad del hombre-pueblo.

Un mundo en el que la historia y las exigencias de la naturaleza, o las necesidades del prójimo, o los deberes como ciudadanos, o la llamada de Dios, o alguna otra cosa de este tenor tiene una importancia que es crucial. La razón no carece de poder, por consiguiente, sigamos los “románticos” luchando con la razón que supera al miedo, al egoísmo y a la mediocridad.

Emiliano Tapia, por muy simple que a los dictadores privados les pueda parecer tu obra, no deja, sin embargo, de carecer de razón ni de poder para tus seguidores. Sigue, si me lo permites, sigamos luchando, trabajando con el fin de conseguir que otro mundo sea posible, un mundo en el que la vida de los seres más desfavorecidos sea digna y libre y, como consecuencia, nuestras conciencias vivan en paz. No dejemos nunca de decir y escribir lo que llevamos dentro. No se habla ni se escribe para ofender, se escribe y se predica desde el corazón y el alma y si alguien se ofende será su problema, porque seguro que, tal vez, no merezcan ser considerados o consideradas como creíamos.

Emiliano no dejes jamás que, desde tu huerto en Salamanca, se dejé de oír que la libertad canta por la verdad, por la razón sin miedo, por los derechos humanos, por la ética, por la honestidad, por la igualdad real, por la justicia social. Que jamás deje la libertad de cantar por la propia libertad con dignidad.

NOTA: Dedicado a la mujer de mi vida y de mis sueños, a mi madre, en su cien cumpleaños de vida vivida entre dos espacios, la verdad y la coherencia de la ética, Tierra, Mar y Cielo.

¿Que sabrán de igualdad ni de izquierda las que administran estos conceptos?

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