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El criterio de elegir

Resistencia XV

Antonio Periánez Orihuela
Antonio Periánez Orihuela
Maestro de Primera Enseñanza. Licenciado en Filosofía y Letras (Historia del Arte) Doctor en Comunicación Audiovisual. Tesis: La Imagen de Andalucía en el Cine Español (1940-1960) Diplomado por la Universidad de Valladolid. Historia y Estética Cinematográfica. Colaborador varios años del Periódico Comarcal, "El Condado".
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análisis

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El espectáculo miserable que soportamos hace días desde nuestro Congreso de los diputados, me ha hecho reflexionar, y mucho, en la condición humana y en la no cuestionada calidad de nuestra Democracia. A fin de resistir aquello, tuve que alejar el pensamiento de lo que ocurría en el hemiciclo, porque, aparte de las nauseas que producía lo que se estaba oyendo, la razón no entiende que de forma tan arbitraria se utilice una institución pública cuyos principios están basados en la ética política. A diario, desde todas las instancias nos atosigan diciendo que la actual crisis sanitaria y social se verá superada por la económica que nos espera. Por el desarrollo de lo acontecido entiendo que ambas crisis las tenemos ya presentes, el resultado está en la actitud de casi la mitad de los llamados representantes públicos.

No obstante, me permito decir que la reflexión no tiene que quedarse aquí, en un gesto del momento, como los gestos que hacemos cada tarde aplaudiendo a personas ignoradas por una administración pública incapaz de cumplir con su deber. Porque, estas personas que hoy tienen nombres y apellidos, también han sido olvidadas por todos nosotros, los que no acudimos antes a defenderlos cuando nos necesitaban y se manifestaban por lealtad a su trabajo y en defensa de unas condiciones laborales que no se merecían. Estas protestas la hacían tras su jornada laboral, como personas de bien que tenían claro el problema, que lo palpaban en las salas de los desmantelados hospitales públicos. Por ese motivo, con respeto y sin prejuicios de creyente, traigo al recuerdo una cita de un libro que, para algunos será sagrado, pero para todos forma parte de nuestra cultura occidental, me refiero a esa parte del Evangelio Según San Lucas 23-28 que dice: “Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Que estamos ante una dolorosa y trágica contaminación nadie lo pondrá en duda, pero la otra, ese huevo de la serpiente que se incuba dentro de nuestras instituciones, entiendo que ha llegado la hora de hacerles frente o, al menos, tomarse bien en serio el problema. Para ser honesto diré que se prestó poca atención a la presencia de ambos virus. El que trajo la muerte infestando dolorosamente la salud, ya campaba a sus anchas por las zonas industriales del norte de la península italiana. El otro, el que está infestando sin remedio la mente de millones de nuestros conciudadanos, también se desarrollaba en la mayoría de los centros neurálgicos de las ciudades y de otras regiones europeas.

Porque esta canalla cuaternaria de la derecha extrema, no disimula, no muestra su patita empolvada de harina por debajo de la puerta para engañar a los bobalicones asustadizos que abrirán de par en par, una vez engañados por el torpe trucaje, ellos van de frente, sin disimulo, con la cabeza alta de retadores engreídos. Esta élite depredadora desprecia todo lo humilde y comunitario, babea recitando las “viejas consignas del fascismo clásico”, consideran su pensamiento reaccionario como “fenómeno posmoderno”. Si no fuera tan grave, resultaría cómica su nostalgia por un mundo incapaz de definir. Se enfangan defendiendo un sistema capitalista, pero intuyen la entelequia del “Estado del Bienestar”, pese a todo, siguen aferrados defensores de lo privado y hasta el Liberalismo les parece revolucionario. Esta “camada negra” muestra su rechazo a todo, parecen enfadados con todos, su trucaje no habla del mundo que defiende, si es que tienen alguno. Su no mensaje cala hondo en una sociedad cansada de engaños y de promesas incumplidas. El mal se está haciendo, se practica cada día, hay que estar muy ciego para no verlo. Señalo lo que dice San Lucas de manera tan sencilla, “llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”.

En este país nuestro hace falta un mucho de criterio, puede que para una mayoría sea demasiado tarde, pero están los jóvenes que pueden adquirirlo con el tiempo que les sobra. Con todas las reformas educativas que hemos tenido estos años, nunca escuché del ministro incluir una asignatura que tuviera como condición de principio, que el alumnado adquiera su propio criterio. Sé que la Filosofía lo intenta como otras materias, pero la mayoría de las disciplinas de nuestro sistema incide en saber lo que pensaban los demás. ¿Seguimos dando palos de ciego? Pero, ¿cuándo se enterarán estos rastreadores de la inmundicia que la cultura consiste en no poner trabas a los conocimientos? Leer desde Fray Luis de León a Carlos Marx o Bakunin, reírse con Gila, Berlanga y Forges. Dicho de otra forma, cada uno tiene que ser amigo o enemigo de quien le dicte su justa razón, de acuerdo con su criterio como ser humano. No niego la admiración por el pueblo chino, ni por el pueblo ruso, ni por Venezuela, ni menos, por la República de Cuba.

El debate que nos concierne es otro y está presente a diario en los millones de obreros que no llegan a fin de mes, en los sin casa, sin agua o sin luz. Siento el orgullo de acercarse al pensamiento de Ernesto Che Guevara y respetar su memoria. Como respeto merecen poetas, científicos y hombres de progreso capaces de construir un mundo mejor para todos, ellos no se merecen que personajes de esta catadura moral estén en la Asamblea que rige los destinos de nuestra patria. Patria. La patria de la justicia, la patria de la otra gente ignorada que ha luchado a través de nuestra historia por emanciparse de una escoria social que hizo y está haciendo un daño irreparable.

Los medios sanitarios advierten que estamos convocados a una lucha contra una epidemia de muerte que tiene todas las ventajas por lo desconocida. Hay un refrán muy nuestro que recuerda: “Por desgracia, los males nunca vienen solos”.

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