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El cotidiano universo narrativo de Rafael Ramírez

Antonio Illán Illán
Antonio Illán Illán
Escritor. Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático (jubilado) de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Ha desempeñado diversos puestos en la Administración. Tiene publicaciones de poesía, narrativa y ensayo. Colaborador cultural en medios de comunicación (prensa, radio y televisión), con más de 2.000 artículos publicados. Crítico de teatro en el diario ABC Castilla-La Mancha.
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Desavenencias, desconciertos y desamores (o no) es un conjunto de siete narraciones de Rafael Ramírez, publicadas recientemente en la Editorial Cuarto Centenario y presentadas recientemente en la librería Cervantes de Madrid. Son breves pero intensas. En ellas se articula una pulsión vital de un tipo de realismo “carveriano”, pero sin entrar en lo que luego se llamaría “realismo sucio”. Hay que significar la fascinante imaginación del autor para los finales contundentes, inesperados y sorprendentes. Si el cuerpo del relato es la vida, lo que nos puede pasar a cualquiera de nosotros, descrito con una precisión como la de quien maneja un bisturí en una operación, el final proporciona ese sesgo imaginativo que literaturiza el conjunto.

El primero de los textos, “Escalada libre” es un cuento fantástico en todos los sentidos de la palabra. La descripción inicial de la escalada es propia del hiperrealismo de un montañero ducho en la materia y minucioso para fotografiar con palabras la acción de trepar. Pero luego ocurren cosas al montañero que resbala y cae… Ahí encontraremos sorpresas, reflexiones, planteamientos sobre la vida, historias que tienen que ver con la soledad, con la angustia, con el desvalimiento, con el no estar seguro de que quien parece ayudarnos quiera ayudarnos de verdad… El final es una especie de eterno retorno.

Las narraciones de Rafael Ramírez por un lado son lacónicas y por otro se expanden en juegos descriptivos precisos, algo muy propio de escritores, como es el caso, que se han baqueteado en el mundo de la ciencia y en la univocidad del lenguaje; en uno y otro caso siempre se encuentra un poso de contenida intensidad emocional. Y todo está expresado con frecuencia con un humor que oscila entre el sarcasmo y la ironía.

Hay cuentos, como el del irresistible profesor Cazañas, que adquieren casi la forma de un reportaje periodístico en el que se informa, literariamente, sobre una realidad y unos personajes a los que les podemos cambiar el nombre y señalar en nuestro entorno algunos que son como ellos. La vida se refleja en el espejo de la literatura. Esos antihéroes cotidianos no difieren mucho de algo tan común como las parejas al borde de la disolución o disueltas, hijos que tratan de comunicarse con sus padres, amores que se apagan o egos envanecidos. Ahí tenemos como ejemplo el cuento titulado “La vejez de Superman”, un Superman sin criptonita en una residencia de mayores, cuya descripción parece hecha por un residente lúcido que mira su vida hacia el pasado en contraste con el presente. El final, como siempre, desasosegante, aunque, a decir verdad, Albert Camus lo consideraría digno. En esta línea estaría también “El día siguiente de mi cumpleaños”, un cuento de tema galdosiano con un padre, un hijo, una madre y varias vidas que se resuelven en un final que pone las cosas en su sitio ¡pero qué sitio!

La sociedad que describe Rafael Ramírez nos puede parecer enturbiada por el dolor y la pérdida de los sueños, pero no es tan frágil como parece. Es un lugar de supervivientes, repleto de historias que parecen sin importancia, pero son las historias que vivimos de una manera o de otra.

A Ramírez lo leo haciendo abstracción de la realidad, pues consigue inventar un universo propio. O lo mismo no lo inventa y hace que creamos que es literatura lo que no lo es. Es el caso del cuento titulado “Gentes como ratas (las puertas)”. Es esta una narración vitalista, verosímil, compuesta en varios planos, en la que no sabemos si algo sucede o no sucede. Las puertas del título son como aquellas escenas de la película El ángel exterminador, de Buñuel, en la que nadie podía salir de la habitación y no sabemos por qué. Aquí los personajes se ven incapacitados para traspasar ciertos límites. Parece que algo desafía la lógica. Sin embargo, en la vida, lo que parece fantástico e ilógico también ocurre.

El autor en general mira hacia afuera, si bien hay narraciones en las que mira hacia adentro. “La entrevista” es una de ellas, un relato complejo, que nos muestra que se puede contar lo que pasa o se puede contar lo que se siente.

Cualquier personaje vulgar o cada una de las situaciones cotidianas de la vida se pueden contar con sentido literario si se sabe hacerlo y se tiene técnica para ello. Rafael Ramírez es de esos autores que sabe ver y exprimir la experiencia y contarlo sin que nadie se moleste. Ciertamente el propio título de esta colección de relatos ya confirma un cierto escepticismo en su visión del mundo con sus desconciertos, desavenencias y desamores (o no). No es un romántico y describe el mundo como lo ve una mente racionalista que escruta en la parte oscura que suele haber bajo las apariencias. Y todo lo describe y lo cuenta con una prosa rica y al alcance de la mano de cualquier lector que busque algo más que la complacencia.

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