Los ya ex socialistas José Antonio Griñán, Manuel Chaves y Gaspar Zarrías junto a Manuel Gracia y Luis Pizarro

La justicia, ya era hora, le ha puesto el cartel de cerrado por traspaso al cortijo andaluz que tenía montado, desde hace años, el Partido Socialista. El hedor, el cante jondo a corrupción que salía del Guadalquivir y remontaba por Sierra Morena se hacía ya insoportable. Chaves y Griñán serán procesados por la martingala de los ERE, esos 850 millones de euros que se perdieron alegremente entre romerías, olivares, fandangos y ferias de abril. Ahora los dos califas tendrán que explicar qué ha sido del dinero, adónde fueron a parar las ayudas, cómo se tejieron las relaciones clientelares con los amigachos, cómo se compró tanto voto subvencionado durante tantos años.

Sevilla tiene un color especial, pero estos fulanos del PSOE la han teñido del único color inapropiado: el color del dinero. Las mayorías absolutas siempre acaban pudriéndose en una especie de gran endogamia política, una bacanal desenfrenada y romana donde todos acaban corrompiendo a todos y dejándose corromper.

Ocurrió en Madrid con los gobiernos de Aguirre, ocurrió en Valencia con Camps y sus amiguitos del alma y ha ocurrido en Andalucía, último reducto que quedaba en pie del viejo felipismo socialista. Pedro Sánchez ha vuelto a meter la gamba (con perdón) al decir que se debe respetar la presunción de inocencia de sus dos barones y sin embargo amigos. No, señor Sánchez, no, la presunción de inocencia vale para los juzgados, pero en política uno tiene que irse a su casa cuando lo sacan retratado en los papeles.

Es la misma cantinela desvergonzada que viene repitiendo machaconamente Rajoy cada vez que le sale un corrupto o un manirroto. Presunción de inocencia, no me consta, pongo la mano en el fuego por ese hombre honrado. Es lo que dicen todos. Últimamente PP y PSOE se parecen demasiado en lo malo, son la misma mierda, como dijo Felipe de Aznar y Anguita, y para estar así, de juzgado en juzgado, carcomidos de casos, que se casen, que firmen ya la gran coalición y dejen de marear al personal.

Los sociatas, los descamisaos de Alfonso Guerra, llegaron al poder una noche de chaquetas de pana y rosas frescas, allá por el 82, con la sana intención de echar al señorito andaluz del cortijo. Lo malo es que cuarenta años después el cortijo sigue igual, solo ha cambiado de señorito, la reforma agraria es una quimera, como lo fue siempre, y el fantasma de la duquesa de Alba está más vivo que nunca. Ellos mismos, los socialistas, sin saberlo o a sabiendas, se han hecho ricos y terratenientes. De aquel socialismo digno y noble del principio ya solo queda la foto amarillenta del gitano Isidoro, puño en alto con los sobacos húmedos y los morritos gruesos de ambición. Le ha echado mucho morro a la vida Felipe, que al final se nos ha vuelto un bróker de los petrodólares iraníes. Poco queda ya de aquel socialismo verdadero, si es que lo fue alguna vez.

Chaves y Griñán en la picota, Susana Díaz defendiendo a su “tieso” (ella llama así a su maromo porque al parecer no tiene dónde caerse muerto, aunque esté bien colocado en la UGT el muchacho, eso siempre) y de José Bono, qué podemos decir de Pepe Bono más que juega a ser el Gran Gatsby de Albacete y que vive una segunda juventud fértil en dinero cash e implantes capilares.

Qué mal envejecen estos viejos rockeros del PSOE. Chaves y Griñán a un paso del trullo, quién nos lo iba a decir, y todo por la jueza Alaya, esa señora vaporosa, lozana y glam que hacía la pasarela del juzgado con un estilazo tremendo, arrastrando un trolley reventón de papeles y cosas.

Andalucía es tierra milenaria y sabia, cuna de Séneca y Falla, de Picasso y García Lorca, pero también de toreros, cofrades, folclóricas y rocieros que viven de la picaresca, la siesta, el birle y el afane a la sombra de los pinos, como diría la Del Monte. «Andalucía es increíble. Oriente sin veneno. Occidente sin acción», decía Federico, y precisamente por esa inacción, por ese letargo subvencionado, ha devenido en un gigante dormido. El PER, el PAR, el POR y toda esa maldita cultura anestésica de la sigla ministerial y la ayuda a fondo perdido para golfos perdidos ha emponzoñado aquella sangre sabia de filósofos y abderramanes que levantaron Alhambras y trazaron los mapas del firmamento. A Andalucía la han matado entre todos y ella sola se murió, lo mismo que están haciendo con España.

El sueño de modernizar y europeizar Andalucía se desvanece y de aquella ilusión de progreso solo queda ya la vergüenza del saqueo de los ERE y cuatro autopistas de la Expo remendadas de baches. Lo cual que hemos terminado como en el barroco, en la Torre del Oro expoliada, las beatas de peineta negra, la Macarena, el pueblo inculto y el tercermundismo andaluz socarrando las ricas tierras andaluzas.

Qué oportunidad perdida. De la revolución y el cambio solo quedan ya unos pocos asaltafincas iluminados del poscomunismo utópico, como Cañamero y Sánchez Gordillo, maravillosa turba zapatista que todavía le hace la guerra de guerrillas a la Guardia Civil en el Sherwood de Marinaleda. Entre ERE y ERE, entre pelotazo y trinque, el PSOE andaluz ha liquidado el último sueño de la utopía socialista del 82. Chaves y Griñán habían levantado un socialismo sin socialismo, un socialismo mamón de la teta del Estado, y así se ha ido dejando por el camino lo más importante de todo, los principios, las ideas y el cambio real de la sociedad, o sea Marx, Engels, Largo Caballero, Besteiro, e Iglesias (el de siempre, no el remake). Lo peor de todo es que van camino de perder Andalucía, eterno santuario sagrado socialista, la última taifa que les quedaba ya. El señorito andaluz se frota las manos al ver cómo se le abren las puertas de Granada. Quién nos lo iba a decir.

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