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El coronavirus nos revela la “idiotez” de la ideologia neoliberal y de su forma de vida

Davide Borrelli
Davide Borrelli
Catedrático de Sociología de los procesos culturales en la Università degli Studi Suor Orsola Benincasa de Nápoles
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análisis

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En este período de alarma por el coronavirus, Italia parece estar bajo el control de una ola de idiotez colectiva. Antes de que el gobierno aprobara la medida para aislar las regiones afectadas por el virus, la noticia se filtró desde las oficinas de la Región de Lombardía, y las cadenas de televisión no tuvieron escrúpulos en hacerla pública.

En consecuencia, miles de ciudadanos lombardos se apresuraron a tomar el primer tren para llegar a otras lugares del sur del país. Finalmente, un decreto, que supuestamente limitaría la infección real, se ha convertido en un poderoso multiplicador de posibles nuevas infecciones para los ciudadanos que hasta ahora se habian salvado.

Pero en este caso, la idiotez no debe entenderse solo en el sentido de un comportamiento irresponsable e imprudente (del gobierno, de las instituciones regionales, de los medios de comunicación, de los propios ciudadanos). Efectivamente, la idiotez más grave es la que se refiere al significado etimológico de la correspondiente palabra griega, y que define la condición de los seres privados sin ninguna dimensión de pertenencia colectiva y responsabilidad pública. Esta es una forma de idiotez particularmente interesante desde un punto de vista sociológico, y que tendrá que ser enfrentada y resuelta culturalmente, con urgencia, tras final de la crisis que estamos experimentando. Años de indiscriminadas políticas neoliberales (en Italia, así como en toda Europa), es decir de deslegitimación de todo lo que es público y de recortes indiscriminados a la salud, a la educación y a la universidad, han provocado la desintegración de la conciencia colectiva y la internalización generalizada de una manera de vivir individualista y competitiva.

Por lo tanto, lo que nos revela el coronavirus no es solo la vulnerabilidad de nuestros organismos biológicos, sino también, y sobre todo, la fragilidad de nuestro sistema social. Consideremos el ejemplo de la meritocracia: durante años nos han dicho que debemos incentivar el mérito y hacernos más competitivos, un hospital compitiendo con el otro, una universidad compitiendo con la otra. Todo este énfasis, en la necesidad de organizar una sociedad individualista sobre el modelo de la economía de mercado, nos hizo olvidar que hay bienes, como la salud y la educación, que producen beneficios individuales indisociables de las utilidades colectivas, y que un premio Nobel de la economía, Richard Musgrave, llamó «bienes del mérito«. Si alguien se vacuna, no solo se protege a sí mismo sino que ayuda a aumentar la inmunidad grupal. Del mismo modo, si alguien se gradúa no solo aumenta sus posibilidades de encontrar trabajo, sino que contribuye a elevar la calidad de la vida común: un voto más consciente, una deliberación pública más informada, mayor civismo, tasas de desviación más bajas.

En resumen, la primera idiotez de hoy, en el tiempo del coronavirus, es que estamos pagando las consecuencias de haber pensado durante demasiados aňos que los individuos son islas compitiendo entre sí, y así haber favorecido la carrera por la meritocracia en detrimento de los bienes del mérito.

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