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El CNI es la casa de Tócame Roque

La imagen de los servicios de inteligencia españoles queda por los suelos tras la comparecencia de Paz Esteban en la Comisión de Secretos Oficiales

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análisis

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La casa de Tócame Roque, al final de la calle Barquillo, barrio de Justicia en Madrid, fue una corrala que se hizo popular en el siglo XIX. Su fama de lugar de parrandas, jaranas y francachelas (también de riñas y escándalos) llegó tan lejos que inspiró zarzuelas, teatro castizo y óleos costumbristas. Hoy el CNI es la nueva casa de Tócame Roque.

Después de tantas novelas negras, después de tanto cine basado en historias de Le Carré, Fleming y Patricia Highsmith, nos habíamos creído que los espías eran profesionales superpreparados, sofisticados, a la última. Nada más lejos. Si para algo va a servir el caso Pegasus es para airear los serios agujeros y brechas en nuestra seguridad nacional, que es cualquier cosa menos segura. Tenemos unos servicios secretos mal pagados, mal dirigidos, dotados de escasos medios y a menudo fallones, ya que por lo visto van dejando rastro por allá por donde pasan. No vamos a hacer el chiste fácil y con poca gracia de que esto es la TIA con Mortadelo y Filemón liándola parda en cada misión especial, pero dan ganas.  

Al CNI lo llaman “La Casa”, el Langley de la CIA española, pero en realidad es la casa de Tócame Roque, ya lo hemos dicho al principio de esta columna. Entre unos y otros (mayormente PP y PSOE) han terminado por enterrar la buena reputación internacional de nuestros espías. ¿Cómo puede ser que todos los gobiernos de Occidente hayan usado el programa Pegasus para sus cosas y el único país que ha quedado con el culo al aire y con el micro en la mano sea España? La única explicación es que el CNI ha caído en manos de incompetentes que usan el espionaje para lo que no se debe. Una vez más la politización, gran cáncer español, ha terminado por gangrenar una institución esencial para el buen funcionamiento del Estado. Ya lo hicieron con la Justicia, con la Policía, con la Guardia Civil y hasta con los bomberos, que están divididos en dos facciones irreconciliables (rojos y fachas) y cualquier día van a salir a hostias en medio de un incendio.

Hace tiempo que nuestro centro de inteligencia se ha convertido en un foco de problemas, una especie de coto privado para algunos, un negociado hermético donde no llega la luz purificante del Estado derecho. Son frecuentes las cuchilladas traperas entre mandos policiales, los escándalos, los errores imperdonables, las filtraciones interesadas a la prensa de la caverna, los bulos, las negligencias políticas, las prácticas antidemocráticas y –ojalá nos equivoquemos–, también el reaccionarismo militar y cuartelero. De tanto manosear el CNI, goloso juguetito, el bipartidismo ha terminado por cargarse un invento que hasta hace unos años funcionaba relativamente bien. Hoy todo político que llega alto sueña con controlar el Centro Nacional de Inteligencia para ponerse cachondo escuchando las conversaciones del partido de enfrente. Ya vimos cómo terminó la cosa en tiempos de Soraya Sáenz de Santamaría. La mierda de las cloacas llegó hasta El Pirulí. Y recuérdese que Pablo Iglesias no hacía más que insistirle a Sánchez con que quería la jefatura del CNI a toda costa como precio para la formación de un Gobierno de coalición. Por algo sería.

Ha tenido que estallar el Catalangate y el jaqueo a los teléfonos móviles del presidente Sánchez y varios ministros para que pongamos el foco en un cuerpo de seguridad del Estado del que apenas sabemos nada pero que intuimos que ha enfermado gravemente tras años de degradación y decadencia. A menudo los analistas tratan de convencernos de que tenemos los mejores espías del mundo a la altura de los de la CIA, del Mosad, del MI6 británico y del FSB de Putin (antes KGB), pero la realidad es que últimamente el CNI solo sale en la televisión por lo malo, por algún escándalo o alguna chapuza. Ayer, Paz Esteban, directora del organismo, se convirtió en la imagen patética y lamentable de nuestros servicios secretos durante la tensa comisión parlamentaria de gastos reservados. La mujer, experta en Historia Antigua pero que nunca ha participado en misiones peligrosas más allá de la M30, tuvo que reconocer que el CNI vigiló, con mandamiento judicial, a una veintena de soberanistas sospechosos de actividades sediciosas. Tragarse un sapo así de gordo supone una derrota difícil de digerir. Si los espías están para que nadie se entere de lo que el Estado hace soterradamente nos encontramos ante un fracaso monumental. Ningún alto cargo de ningún servicio de inteligencia en un país democrático occidental seguiría en su puesto ni un minuto más tras semejante bochorno o esperpento. Pero por lo visto a esta señora la mantienen porque es la protegida de Margarita Robles. O quizá sea por su look victoriano Agatha Christie que en la foto queda muy típico y muy de novela negra.

Si el CNI no es capaz de mantener en secreto un simple operativo de vigilancia mejor cerrar esa casa que nos cuesta miles de millones de euros a los contribuyentes y que desprende un fuerte hedor a incompetencia, a despilfarro de fondos reservados, a chiringuito político y a corrupción. Han convertido a nuestros brillantes agentes secretos de antaño en proletas del espionaje, en un precariado de los dosieres y expedientes X a granel que por cansancio, por desmotivación o porque unos mandos estólidos los han utilizado tan abusivamente, por puro interés político, que ya no culminan una misión con éxito ni por casualidad. Gente mal pagada, unidades mal equipadas, chapuceros del espionaje que van dejando huellas allá por donde pasan y hasta se olvidan de desconectar Pegasus cuando ya han grabado a Pere Aragonès cantando La Traviata.

Sabíamos que el mito del espía trajeado y con fijador, en plan 007 o Mario Conde, nunca existió, pero suponíamos que el CNI era algo más serio. Hoy mismo cuenta la prensa que Victoria Federica perdió el móvil en la Feria de Sevilla y están todos los agentes con el tema de la niña. Para lo que se han quedado.

Nada de lo que ayer se dijo en la Comisión de Secretos Oficiales podía filtrarse a la prensa y cinco minutos después de terminar la reunión Gabriel Rufián ya lo estaba cascando todo en el pasillo. Y no solo pio el líder de Esquerra, es sabido que los espías españoles son largones, cantarines, y hablan por los codos con los periodistas. Está claro que tenemos unos servicios de inteligencia poco inteligentes. Estados Unidos abrió una investigación en la CIA y el FBI cuando lo de las Torres Gemelas y fue cesado hasta el último bedel de la puerta. Aquí estalla el caso Pegasus y no pasa nada. En una de estas hasta reparten medallas. Lo dicho, la casa de Tócame Roque.

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