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El cáncer en política

Julián Molina Illán
Julián Molina Illán
Psicólogo, Fisioterapeuta, Enfermero, Filólogo, e Historiador del Arte.
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análisis

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No pensaba yo esta mañana ponerme delante del ordenador a escribir un artículo, pero las inteligentes y sabias palabras de Isabel Díaz Ayuso, (estudió en un colegio de Educación Especial…) me han obligado a ello; ha dicho que Psoe y Podemos son un cáncer para esta sociedad. Y supongo que como la lucha contra el cáncer avanza por momentos, ella es la cura.

Aunque ya hemos abordado estos temas en otros artículos, deberemos abordarlos de nuevo en éste, ya que la Sra. Díaz Ayuso tiene el mal gusto de no leerme. Vamos allá.

Los liberales basan sus teorías económicas en dos o tres preceptos básicos, uno de los cuáles es que las personas somos básicamente diferentes, de lo cual se deduce que es razonable que unos tengan derechos suplementarios con respecto a los otros, porque son, en esencia, mejores, y aportan más valor añadido a la sociedad (es decir, pueden hacer las mismas cosas básicas que los demás, pero además, de forma específica, hacen cosas que solo ellos pueden hacer: por ejemplo, Fernando Alonso conducir coches rápidos -hasta que dejó de ganar carreras-, o Mario Conde robar hábilmente -hasta que lo pillaron-. También Lance Armstrong era cojudo: el problema es que se dopaba). Los ultraliberales, como la Sra. Ayuso, además de creerse mejor que los demás, odian y desprecian a todo aquel que sienten que es “inferior”. Por eso se refiere como “cáncer” a aquellos que tienen una visión del mundo que es diferente a la suya, y sobre todo atenta contra el “correcto” orden natural de las cosas: los listos, guapos, y de raza blanca, que han estudiado en colegios privados; ricos, sectarios, conservadores, fríos, calculadores, y sin ninguna empatía por los demás seres humanos (inferiores según ellos) deben gobernar a los débiles cuya función en esta vida es servir, producir, divertir a los ricos y morirse pronto, antes de convertirse en una carga para esta sociedad del consumo. La felicidad está sobrevalorada. Es un punto de vista. Lo que importa es la adquisición de bienes. Tanto tienes, tanto vales. Y, por supuesto, es legítimo establecer un sistema político que permita que los hijos hereden, no ya los bienes y el dinero de los padres, sino también el poder social.

El ínclito Fernando López Miras, futurible presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia acaba de descubrir que hay muchísimas familias que, trabajando, no llegan a fin de mes. Él quiere una sociedad de personas que sean iguales (en su miseria y desesperación…) y que se conformen con fuegos artificiales y pasteles de carne (versión moderna del Panem et Cirquenses romano) La cuestión es que estas familias que no llegan a fin de mes se ven en esas circunstancias porque el Partido de los Poderosos, que él dirige en Murcia, promulga leyes que permiten la bajada de salarios, los despidos procedentes por el arbitrio del empresario, la indefensión del trabajadores sin negociación colectiva, el abuso de las eléctricas, de las petroleras, el latrocinio en las instituciones, y la criminalización de la protesta y de las propuestas contrarias a sus intereses (de lo cual se encargan infames periodistas convenientemente bien pagados para ello).

El Capitalismo está entrando en sus fases finales. Es difícil verlo porque no tenemos perspectiva histórica, pero se nota por tres signos: los gobiernos de cambio social que intentan en el mundo infructuosamente salir adelante (por la firme oposición de ese Capitalismo que se defiende), los extraordinarios esfuerzos, nunca vistos antes, de criminalizar a la oposición (lo cual denota el miedo que tienen a perder sus posiciones), y el avance imparable de la sociedad del conocimiento y de la información (la gente se va enterando cada vez más de las cosas, y en unas cuantas décadas es presumible que resulte incontrolable). Vamos, poco a poco, a otro modelo social, estando actualmente asistiendo a los últimos estertores del sistema Capitalista, un sistema basado en el consumo que necesita de la codicia y de la debilidad humana para subsistir. Tal vez algún día aprendamos que no hace falta consumir para ser felices, y que la diversidad no es debilidad, sino fortaleza.

Mientras tanto, mientras se derrumba el corrupto sistema que tanto le gusta a la Sra. Díaz Ayuso yo le diría que el único cáncer que hay aquí es ella; y los que piensan y actúan como ella. Anticristianos, antipatriotas. Perjudican a sus semejantes, se aprovechan de ellos, y esquilman a la patria robando y no contribuyendo a su mantenimiento. El cáncer es el liberalismo generador de injusticia y desigualdad. Y es posible que la socialdemocracia no sea exactamente la cura del liberalismo ya que éste se alimenta de la estupidez humana, la codicia y el déficit de autoestima que se intenta corregir a través del consumo; cierto, no hay cura para el liberalismo porque arraiga muy profundo en nuestra psicología; pero la socialdemocracia es el único cuidado paliativo para este auténtico cáncer. No tenemos otro. A ver si se entera la Sra. Ayuso, y alguno que otro más. Un saludo a todos, y a todas.

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