La conclusión más obvia de las elecciones en Galicia y Euskadi es que la derecha española y el centro derecha vasco salen reforzados y, por lo tanto, volverán a gobernar a pesar de haberlo hecho a lo largo de toda la crisis.

En consecuencia, se frustra de nuevo el ciclo de resistencias y movilizaciones frente a la crisis y las políticas de austeridad, que si bien ha cambiado el modelo de representación política y buena parte de sus representantes, no ha logrado cambiar los respectivos gobiernos. Cambia la representación, pero no cambia el poder político. Algo similar pudiera ocurrir si las fuerzas del cambio se enredan de nuevo en sus respectivos pulsos y líneas rojas de partido en el gobierno de España o en unas nuevas elecciones generales.

Es verdad que poco tiene que ver el PP de Galicia y su estela de caciquismo conservador con el nacionalismo vasco y su talante cristiano social. Ni sus políticas ni los alineamientos en clave estatal han tenido ni tendrán nada que ver.

De otro lado, la nueva derecha española de Ciudadanos se queda fuera de ambos parlamentos, mostrándose de nuevo como un proyecto frágil en contextos plurales con la excepción de Cataluña, ante la presión del voto útil y circunscrito a zonas muy concretas del estado.

En cuanto a la izquierda, es de destacar la esperada irrupción de Podemos y sus Mareas que logra el sorpasso al PSOE pero que se queda lejos de sus resultados en las recientes elecciones generales del mes de junio, en particular en Euskadi donde Bildu baja pero se mantiene en segundo lugar.

Aquellos dispuestos a utilizar la munición del resultado negativo de las elecciones vascas y gallegas en España tienen los mismos argumentos que tenían, aunque los distintos escenarios y la irrupción de la nueva representación no den para tanta extrapolación.

Ello no será óbice para que los resultados del PSOE se utilicen como instrumento para bloquear y mover la silla a su actual secretario general y el hipotético gobierno alternativo, ni para que el PP y los medios de comunicación redoblen su cantinela del derecho a gobernar o del mal menor apoyados en su amplia mayoría en Galicia sin tener en cuenta su fiasco vasco ni el catastrófico resultado de su gestión económica, territorial y moral.

No sé tampoco si el resultado servirá para reverdecer la estrategia del sorpasso y con ella a anteponer los pulsos a los compromisos por el cambio.

Sin embargo, se trata de elecciones autonómicas. Unas elecciones cada vez más diferenciadas de las generales y aún más en comunidades nacionales como Galicia o en el país vasco.

El único factor común es la irrupción de la nueva representación política. En particular la de Elkarri-Podemos en Euskadi, ya que en Galicia en las elecciones últimas se produjo la irrupción de AGE, ahora en las mareas.

Pero a pesar de su pujanza, y del cambio en la relación de fuerzas en la izquierda, la derecha se afianza en el gobierno.

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