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El calor de la fraternidad

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Es verdad que los fuertes sentimientos fraternales que engendra la lucha colectiva contra el covid-19 han llevado a mucha gente de bien a esperar equivocadamente que una nueva comunidad, junto con un nuevo hombre, podría surgir de allí. “De la fraternidad no se come, pero con la fraternidad se puede construir una comunidad política” escribe Enric Juliana.

¿Por qué equivocadamente? La esperanza de que “una nueva comunidad” surja de esta lucha colectiva  “es una ilusión por la simple razón de que ninguna relación humana es más transitoria que este tipo de hermandad, que sólo puede actualizarse bajo condiciones de peligro inmediato para la vida” Estamos en guerra, no debemos deponer las armas, dijo el Jefe de Gobierno. “El enemigo no está a las puertas», «Penetró hace ya tiempo en la ciudad. Ahora la muralla para contenerlo está en todo aquello que hemos puesto en pie como país, como comunidad».

Es perfectamente cierto que en la acción coordinada solidaria, el individualismo es el primer valor que desaparece; en su lugar, encontramos una forma de coherencia grupal que es percibida más intensamente y que se muestra como un lazo más fuerte, aunque menos duradero, que cualquier variedad de amistad.

“Sentimientos fraternales”, “coherencia grupal más duradera que cualquier variedad de amistad”, estos términos anuncian sin ambigüedad la naturaleza esencialmente antipolítica del lazo en cuestión: la fraternidad es un lazo que suelda en su “calor” a los excluidos, que aglutina en la oscuridad a quienes tienen vedado el acceso a la luz de lo público. Si la visibilidad, la luz, es la esencia de lo público, la calidez es el sustituto del que disponen los excluidos del espacio público.

El amor, como la compasión y la fraternidad son relaciones esencialmente impolíticas, cuando no antipolíticas; cada una a su manera daña lo público cuando se pretende erigirla en su criterio, cada una a su manera se desvirtúa en tanto pasión en el camino de su traducción a la publicidad. Tienen en común su pertenencia a la oscuridad, su exclusión del dominio de lo público.

La fraternidad que echa de menos Enric juliana y que la Revolución Francesa agregó a la libertad e igualdad que siempre fueron categorías de la esfera política del hombre, esa fraternidad tiene su lugar natural entre los reprimidos y perseguidos, los explotados y humillados. El humanitarismo de la hermandad raramente conviene a aquellos que no pertenecen al grupo de los insultados o heridos y sólo pueden compartirlo a través de la compasión.

La compasión es la pasión despertada por el sufrimiento ajeno, singular, que sólo puede penetrar desde fuera en el terreno oscuro de la hermandad. El espacio político es precisamente espacio, distancia, “sin intimidad ni cercanía”; la igualación de lo público es más “fría”, instaura y mantiene una distancia entre los hombres en la cual éstos se muestran en su singularidad. El calor de la fraternidad anula la singularidad.

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