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El Betis ganó la Copa con un homenaje al fútbol

El Betis ganó en los penaltis, pero, en realidad, la victoria verdiblanca se dio desde la épica que hace grande a este deporte en un escenario que se convirtió en un verdadero homenaje al fútbol

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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El Estadio de la Cartuja de Sevilla vivió ayer una fiesta antes incluso de que el colegiado Hernández Hernández diera inicio al partido. Real Betis Balompié y Valencia CF dieron un verdadero homenaje al fútbol. Se enfrentaban dos estilos de ver este deporte.

Por un lado, el juego de toque y ofensivo implementado por el maestro Manuel Pellegrini, más cercano a la genialidad del «Loco» Bielsa al tiki-taka de Pep Guardiola, donde se mezcla el respeto al balón y la verticalidad a partir de los tres cuartos de campo. Enfrente, el fútbol aguerrido, duro y basado en la portería a cero como objetivo que Pepe Bordalás impregna a los equipos a los que ha entrenado. La Cartuja se convirtió en la Maestranza y rememoró aquellos mano a mano de Paco Camino y «El Litri»: el arte contra el coraje.

El Betis ganó en los penaltis, pero, en realidad, la victoria verdiblanca se dio desde la épica que hace grande a este deporte en un escenario que se convirtió en un verdadero homenaje al fútbol. Fue un partidazo. Cada cual con su estilo y, como suele ser habitual, el querer la victoria desde el ataque se impuso a la racanería de buscar sólo la contra.

El partido se puso pronto de cara para los béticos. Una de las estrellas verdiblancas, el francés Fekir, uno de esos futbolistas que recuerda a los tiempos en la que las estrellas vivían de su regate y su técnica, puso en balón en profundidad a Bellerín que centró al área para que Borja «el Panda» Iglesias hiciera un remate imposible para el guardameta valencianista, el georgiano Mamardashvili.

Todo parecía ya de cara para el Betis. Bordalás se tendría que ver obligado a traicionarse a sí mismo y buscar el ataque. Hasta ese momento sus estrellas (Soler, Gayá, o Guedes) estaban desaparecidas entre la maraña defensiva impuesta por su entrenador. Sin embargo, a los equipos de Bordalás no se les puede achacar jamás que luchan, con sus armas, hasta el último aliento. Y ocurrió como sólo podía suceder: en una contra. Ilaix Moriba, el joven que este verano protagonizó una rebelión para salir del Barça hacia Inglaterra y que llegó a Valencia cedido en el mercado invernal, puso un balón en profundidad que Hugo Duro envió a la red con una picada llena de calidad.

A partir de ahí se desató el espectáculo. La segunda parte fue un baño del Betis. Balones al palo, paradas de Mamardashvili, errores de los delanteros verdiblancos. Todo parecía diseñado para que el partido terminara en cuanto los béticos perforaran el muro que había puesto el guardameta georgiano. Sin embargo, no llegó, no ocurrió nada mientras el Valencia pegaba latigazos que ponían el corazón en un puño a los aficionados béticos.

Llegó una prórroga inmerecida para unos y deseada por los otros. El Betis continuó atacando y el Valencia dando sustos con el juego eléctrico del canterano sevillista Bryan Gil. Hubiera sido paradójico que el Betis hubiese perdido una final que la tenía ganada por la actuación de un «palangana». La noche era mágica y algo así no podía ocurrir. Sobre todo porque en el campo ya estaba Joaquín, quien con sus 41 años dio una lección de cómo la edad no importa y pegó varias arrancadas que recordaron a aquel chaval de la final de 2005 en el Vicente Calderón.

Y, finalmente, la tragedia de la tanda de penaltis. Nadie fallaba. Claudio Bravo utilizaba su repertorio de veterano para poner nerviosos a los lanzadores valencianistas. A Mamardashvili le mostraron estadísticas de dónde tiraban las penas máximas los posibles lanzadores béticos. Nadie fallaba. Penaltis de gran calidad, hasta que al punto de los 11 metros llegó el estadounidense Yunus Musah, un jugador de calidad, una de las nuevas perlas del fútbol norteamericano. Tiró a colocar a la escuadra y mandó el balón a Triana. Euforia en la grada, pero faltaban tres penaltis por tirar. Nadie falló y llegó el quinto del Betis.

Hacia el punto fatídico se acercó Miranda, un bético de corazón, no en vano en esta semana se han publicado fotos de él y su familia en la grada del Calderón en la final de 2005. No falló y el llanto le conquistó. Las lágrimas llenaron las gradas de La Cartuja. El Betis es el nuevo campeón de la Copa del Rey, con un homenaje al fútbol y con la demostración de que es lícito ganar con cualquier esquema de juego, pero que siempre es mucho más hermoso hacerlo desde el respeto hacia el balón y desde la intención de ganar atacando.

Pero faltaba el culmen. Felipe VI esperaba a que Joaquín subiera al palco a recoger la copa. El Jefe del Estado estaba acompañado por el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, y, por supuesto, por el presidente de la Federación, Luis Rubiales, que veía cómo, durante las tres horas de final el foco se había desviado de las comisiones y del escándalo de la Supercopa de Arabia.

Joaquín llegó y dio un apretón de manos al Rey lleno de sonrisas. Felipe VI sabía que le estaba dando la mano a una leyenda, no sólo del Betis, sino del fútbol español y eso es mucho más grande que los saludos institucionales de todos los días. La copa se levantó al cielo sevillano con la eterna sonrisa del capitán bético. El club verdiblanco tiene tres copas de España. Dos de ellas las ha ganado Joaquín. Sin embargo, la tanda de penaltis de anoche recordó a aquella de 1977 en la que Esnaola se convirtió en el héroe tras marcar uno de los penaltis y pararle el último a Iríbar tras el gol de Bizcocho.

El Betis es uno de los grandes de España. No tendrá el palmarés de otros, pero es algo más que un club. No hay más que hablar con Manuel Domínguez Moreno, quien fue vicepresidente verdiblanco en la década de los 80, para entender que no es sólo afición, es algo más. Son familias enteras que van pasando el sentimiento verdiblanco de generación a generación. ¡Musho Betis!

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1 COMENTARIO

  1. Ahí… Muy bien todos con mascarilla en el palco, como se ve en la foto, dando ejemplo para que los niños luego la tengan que llevar en las escuelas.

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