El llamado “Ascensor social” no sólo es que esté averiado en España; es que se desploma en caída libre. Y lo hace desde hace años. Ajena al espectáculo con el que la industria política riega España, a las polémicas ridículas y artificiales con las que intentan ocultar su incapacidad y sumisión, la triste realidad es tozuda, demasiado tozuda. Así, según el último estudio de Fachelli y López Roldán, de hace ya unos años, la movilidad descendente intergeneracional continúa en aumento en nuestro país, y ha hecho que un 37 % de los varones de las cohortes demográficas nacidas en la década de 1980-1989 tengan una movilidad descendente.
Ha aumentado pues el porcentaje de varones afectados por el descenso social del 25 % de los nacidos entre 1960-69 al 30 % entre 1970-79 hasta alcanzar el citado 37 % de los nacidos entre 1980-1989. Así mismo, según narran Ayala y Cantó, a través de datos del INE y sus encuestas de condiciones de vida, “uno de cada seis hogares que formaban parte de la clase media habría descendido desde ese estrato al de rentas más bajas”, en apenas cinco años hasta el 2017.
Prosiguen los mismos autores señalando que durante lo peor de la Crisis España fue el país, tras el Reino Unido, que registraron una mayor pérdida del peso del grupo de renta media. Son estudios post-Crisis, que se sitúan entre 2017-2018, pero ¿nos hemos recuperado desde entonces? Con toda seguridad no sólo no nos hemos recuperado, es que probablemente estemos peor, y futuros estudios demostrarán que la cohorte nacida entre 1990 y 1999 se ve afectada todavía en mayor grado de empobrecimiento y de movimiento social descendente.
Que se está produciendo un cataclismo social en nuestro país es algo fuera de toda duda. Cuando en las encuestas del CIS se responde masivamente que hay la certeza de que “ los hijos vivirán peor que los padres” nadie se está inventando nada, como dicen algunos juntaletras lacayos del poder; responde a una realidad donde los salarios son cada día más ridículos y donde España es uno de los países de Europa, tras Rumanía, con mayor porcentaje de trabajadores pobres, responde a una realidad donde la precariedad, el subempleo, la pérdida de poder adquisitivo, la falta de expectativas afectan a todas las cohortes demográficas y donde el terror a quedarse sin empleo y ver a sus hijos en la ruina atenaza a los mayores de 50 años.
Esta es la realidad de las cosas, un ascensor social que se ha roto y está en caída libre, y por lo tanto la ruptura del Contrato Social. Y eso no hay campaña ni Agendas ni mandangas que lo puedan ocultar.
