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El asalto al Congreso de los Diputados ya está planeado

El intento de golpe de Estado en Brasil, dos años después de la toma del Capitolio en Estados Unidos, confirma que la extrema derecha internacional tiene un plan global para acabar con las democracias liberales

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análisis

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El intento de golpe de Estado en Brasil a manos de las hordas bolsonaristas ha provocado reacciones políticas en todo el mundo, también en España, donde el principal partido conservador ha formulado su propio análisis de la situación. Así, Cuca Gamarra, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, hace la siguiente lectura de lo que ha ocurrido en las últimas horas en el país carioca: “Contigo [Sánchez], en España esto ahora es un simple desorden público”. Si eso es lo único que se le pasa por la cabeza a la mano derecha de Feijóo en estos momentos trascendentales para la humanidad, acosada por el resurgimiento de violentas corrientes de extrema derecha en no pocos países, apaga y vámonos.

Cualquier demócrata de bien mostraría hoy su preocupación y su tristeza por un nuevo asalto a las instituciones del Estado de derecho calcado al que se perpetró en Estados Unidos hace ahora dos años, cuando los trumpistas tomaron el Capitolio por la fuerza. Sin embargo, para Gamarra lo realmente preocupante no es que los fascistas trepen por los muros de la democracia, sino las reformas legales de Pedro Sánchez que al Partido Popular no le gustan. Ante semejante muestra de trumpismo incontenible lo único que cabe decir es que ya todo está perdido.

De las polémicas palabras de Cuca Gamarra a propósito del golpe brasileño, sin duda desafortunadas, solo cabe deducir una cosa: el PP está carcomido de trumpismo desde sus mismas raíces hasta los despachos más elevados de Génova 13. Hace ya tiempo que se van viendo los modos y formas de hacer política de los populares. El bloqueo permanente a la renovación del Poder Judicial (con flagrante incumpimiento de la Constitución), el no sistemático a cualquier tipo de consenso con la izquierda y la deslegitimación de gobiernos progresistas que ganan elecciones en las urnas son malos síntomas que vienen a demostrar que la enfermedad avanza rápido por las entrañas del principal partido conservador. Por supuesto, los pactos de gobierno regionales que el PP mantiene con Vox (la sucursal trumpista/bolsonarista en nuestro país), no viene sino a confirmar que el infectado por la pandemia de extrema derecha que recorre Occidente como un fantasma ya no tiene posibilidad alguna de curación. Núñez Feijóo y los suyos han alternado y compadreado demasiado tiempo con los trumpistas ibéricos, han intercambiado demasiadas ideas tóxicas con ellos (hoy por hoy PP y Vox son dos vasos comunicantes) y han colaborado en demasiados proyectos comunes (las últimas declaraciones de Mañueco sobre lo bien que va Castilla y León gracias a los pactos con el nuevo populismo neofascista ponen los pelos de punta), de modo que ya solo cabe decir que el partido de Santi Abascal ha zombificado al PP hasta inocularle todas esas ideas nocivas y tóxicas (autoritarismo, negacionismo y conspiranoia anticomunista) que han llevado a los bolsonaristas a tratar de acabar, por la vía violenta, con el Gobierno legítimo de Lula Da Silva.

Llegados a este punto solo cabe hacerse una pregunta: ¿qué pasará cuando las escuadras ultraderechistas, bien organizadas y coordinadas en las redes sociales, den la orden de asaltar el Congreso de los Diputados para violentar la sede de la soberanía nacional como ha ocurrido en Estados Unidos y Brasil? Es cierto que en las últimas horas Feijóo ha manifestado el apoyo de su formación al pueblo brasileño y ha hecho un llamamiento al “inmediato restablecimiento del orden constitucional” sin dar un paso atrás ante los golpistas. “No se puede ceder ante los populismos y la radicalidad que intentan socavar el respeto a las instituciones, la democracia y las libertades públicas”, asegura en Twitter el líder popular. Sin embargo, mientras el jefe dice las palabras institucionales que toca decir, su lugarteniente Gamarra sigue apretando el fuelle trumpista, envenenando el ambiente con estupideces y basura política contra Sánchez.

Lo de Brasil se veía venir. Era una secuencia programada. Tras la victoria de Lula, Bolsonaro no reconoció la victoria de su rival, divulgó bulos y mentiras sobre la limpieza del proceso electoral, instigó a sus mercenarios –que han acabado acampando frente a los cuarteles para exigir al ejército que saque sus tanques a la calle– y dio rienda suelta a todo tipo de teorías conspiracionistas (tal como hizo durante la pandemia). El nuevo drama acontecido ayer, el asalto al asalto al Congreso Nacional, al Palacio de Planalto y a la Corte Suprema de Brasilia, fue la crónica de un suceso anunciado. Quien siembra vientos recoge tempestades. El PP lleva demasiado tiempo coqueteando con un fenómeno, el del trumpismo ultraderechista de corte yanqui, que se extiende por todo el planeta. Países como Hungría, Polonia, Italia y otros muchos ya han caído en esa pesadilla. España camina peligrosamente por la misma senda y podría ser la próxima estación en el avance imparable del fascismo contemporáneo. Sánchez advierte de que el golpe de Estado en Brasil confirma la mayor de las amenazas a las que nos enfrentamos: el resurgir de movimientos ultras dispuestos a arrollar a las democracias liberales. ¿Está usted en ese macabro proyecto, señor Feijóo?  

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