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Las utopías son un camelo. Todavía estoy esperando en el vestíbulo de una de ellas la excursión por el éter que me prometieron. Las utopías son para adultos. Cuando sea mayor quiero volver a ser niño. Un descubridor risueño del dolor, la lluvia y el sexo. Las utopías son una pedantería enferma. Te roban el corazón y te lo devuelven con una alambrada eléctrica. Cuando sea mayor quiero volver a ser niño y probar tu nuevo invento: el de besarte detrás de los arreboles del cielo. La mentira estaba en mí desde mi nacimiento, sólo tenía que crecer y unirse a las demás para cruzar el paso de peatones, maldecir la vida y los signos, humillar a los sueños, y ya en la acera, buscar otra vez tu abrazo. Los místicos se pelean por la vía unitiva y los miserables que no conocen el nuevo Padrenuestro electrónico destilan agua bendita con sus jugos gástricos. Las utopías son una ruina porque no hay espacio ni tiempo para crearlas. Cuando sea mayor quiero volver a ser niño y saber que existes desde siempre, religiosa y reveladora, como impulso y refugio. Las utopías te destierran al desencanto, donde la civilización cambia el fuego por un simple roce, los hombres con caras de cuadrado coleccionan levedades y la tierra enloquecida esconde sus frutos. Cuando sea mayor quiero volver a ser niño. Un descubridor risueño del dolor, la lluvia y el sexo. Un simpático inexistente que no sabe pronunciar utópico porque tú ocupas orgánica su garganta. Cuando sea mayor quiero volver a ser niño sabiendo que soy el hacedor del mundo y que tú estás conmigo.
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