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El aborto NO es un DERECHO

José Antonio Vergara Parra
José Antonio Vergara Parra
Licenciado en Derecho por la Facultad de Murcia. He recibido específica y variada formación relacionada con los trabajos que he desarrollado a lo largo de los años.
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análisis

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Remesar, cuan corderos al sacrificio, a jóvenes con acné a las trincheras, para aliviar el estocaje de armamento o para saciar la locura de algún canalla no es un derecho. La pena de muerte no es un derecho. Dejar morir de hambre a un semejante no es un derecho. Asesinar a un ser humano no es un derecho y, por descontado, el aborto no es un derecho. Las voces aborto y derecho son conceptualmente un oxímoron cuya conjugación sólo está al alcance de indolentes. La vida, antes, durante y después, está llamada a ser protegida de manera integral pues de todos los derechos es el primero. No caben conjunciones adversativas que precedan a erróneas coartadas. Interrumpir deliberadamente la evolución natural de un ser concebido llamado a nacer es un acto despiadado. La mujer no decide sobre su propio cuerpo sino sobre dos cuerpos y dos almas; la suya y la de su hijo o hija. No detallaré algunas de las técnicas abortivas que ni la abyecta imaginación del mismísimo ángel de la muerte (Josef Mengele) habría sido capaz de fraguar.

Quiso Dios, el Derecho Natural o la mismísima naturaleza (llámenlo como quieran) que la mujer engendrara la vida. Sus razones tendrían. No hay ley positiva ni concertación social algunas que cambien o difuminen tan manifiesta obviedad. Un don maravilloso y único que demuestra la predilección de Dios por la mujer. Mas ese mismo Dios nos concedió libre albedrío para escoger el bien o el mal y, según parece, la Historia Universal es una sucesión de malas elecciones salpicada de fugaces momentos de esperanza.

Mis palabras no son instrumento para un sumario ni habitan en una presunta superioridad moral. Son una interpelación para el debate, un aldabonazo a nuestra consciencia. Pero en modo alguno puedo callar verdades rebosantes enraizadas en lo más profundo de mi consciencia. En la consciencia hay ciencia pero también conocimiento revelado en tanto verdadera sabiduría que sólo podrá abrirse paso si le dejamos la puerta abierta. El jesuita Francisco Suárez (Granada 1548, Lisboa 1617) fue uno de los más brillantes teólogos, filósofos y juristas de la Historia de las ideas.  Defendió y argumento la existencia de una Ley Natural y Eterna que precede a cualquier tipo de precepto positivo. Y estoy de acuerdo. Radicalmente de acuerdo. Conocemos las consecuencias que se derivan de la conculcación de la Ley del hombre pero desdeñamos, de manera suicida, las laceraciones que en nuestra alma producirían la contravención de la Ley de Dios.

El aborto es una encrucijada más de la que el Derecho terrenal debe ocuparse. Ya sabemos qué opinan los partidos que han promovido y apoyado la llamada Ley de Plazos pero, ¿qué proponen el resto de formaciones políticas? Yo no lo sé. Sé que el Partido Popular acaba de congratularse por la desestimación de un recurso por ellos interpuesto. Vivir para ver. Sé que VOX nos recuerda el valor supremo de la vida pero, ¿cuál es su propuesta? Es decir; llegado el caso, ¿qué respuesta punitiva otorgaría al aborto? Que hablen ellos si es que sus cálculos electorales así lo aconsejan.

Hablaré por mí. El derecho penal debe inhibirse en este asunto. El Tribunal Constitucional redactó una sentencia impecable en la que negaba la naturaleza de derecho al aborto pero aconsejaba la quietud punitiva en tres casos: aborto ético (cuando el embarazo había sido fruto de una violación), eugenésico o embriopático (riesgo de graves anomalías en el feto, malformaciones incompatibles con la vida o una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico y que así lo confirme un comité clínico) y el terapéutico (cuando la gestación ponía en juego la propia vida de la madre)

Quienes defienden el aborto como un derecho a decidir sobre el propio cuerpo, ¿por qué establecen determinados plazos? ¿Acaso a partir de un determinado momento se diluye el invocado derecho de la mujer? ¿O es que, tal vez, la percepción sensorial de otro cuerpo y de otra vida ilumina lo que antes estaba obscuro? Comprendo que el legislador deba poner límites o plazos para que mal consumado sea menos perceptible y, por ende, más llevadero. Yo, sin embargo, no me siento capacitado para marcar las fechas de envasado y caducidad a un ser humano. Tal como yo lo veo, la vida comienza desde el mismísimo instante de la concepción y acaba con el último hálito de aire y nadie, absolutamente nadie, debería arrogarse la potestad de truncar o denigrar esa vida.

¿Qué postulo yo? Respeto. Respeto por las palabras y la semántica pues la perversión calculada y mendaz del lenguaje es la primera herramienta para la instauración de un reino sin ética ni moral. El aborto, como todo atentado contra la integridad y dignidad humanas, no es un derecho y jamás lo será. En todo caso, un drama humano que necesita del auxilio de una política para la vida y no para la muerte. No tengo el más mínimo interés por ver entre barrotes a una mujer por tal motivo. Pero, ¿cuántas vidas inocentes podríamos salvar y cuántas almas de mujeres podríamos librar del abismo? Ésta y no otra es la cuestión.  Nuestra misión, la de todos, es la materializar el espíritu y espiritualizar la materia; dar forma al mundo en unión con ÉL, abriendo las nuevas fronteras del espíritu,  de la vida y del amor. Una sola alma es más valiosa que todo el universo material.

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