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Economía de borrachera

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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En lo más profundo de valle, pegado a la rivera, estaba el molino. Sin embargo, su enorme rodezno, no era movido por la fuerza del cauce del río sino por un torrente continuo y veloz que discurría colina abajo entre zarzas y juncos, para ser acomodado en un álveo recubierto de piedra que desde una altura de más de cuatro metros hacía caer el chorro por el saetín, golpeando las aspas que movían la muela.

El molino había acogido en su tolva trigo y cebada, titos y algarrobas, garbanzos y alholvas desde antes de que Jerónimo Merino cambiara la sotana por el trabuco y la homilía por la guerrilla. Cada diez lustros, más o menos, el edificio que albergaba la molienda, era inundado por las aguas del río Maravillas. Un arroyo aprendiz de río, en cuya ribera se encontraba el molino. Un río que durante años era poco más que un reguero y que, en ocasiones y a causa siempre de tormentas veraniegas, elevaba su cauce hasta anegar completamente la aceña y limpiar melgas de gavillas que, una vez degradado, de nuevo, a arroyo el Maravillas, dejaba colgadas de las copas de nogales y cerezos. 

Eso había ocurrido durante años desde que Arístides Barrio, el primer humano al que se le ocurrió que, en lugar de construir el molino en una de las terrazas de la ladera, a diez metros por encima del cauce del río, era mejor hacerlo en la orilla del Maravillas, aunque para mover sus palas debiera usar el agua del torrente que venía del Alto de las Viñas, porque el pobre aprendiz de río no era capaz de mover ni sus propias berrañas. Arístides fue el fundador y el primer damnificado de la primera inundación unos veinte años tras la construcción del Molino. Tras Arístides vinieron Antíoco, Juvernón, Geromo y algunos otros que también sufrieron las penurias de la ruina por las crecidas del aprendiz de río, y que como el primero, se empeñaron en limpiar y volver a poner la maquinaria en funcionamiento en el mismo sitio, en lugar de elevarlo diez metros torrente arriba. Desde hace poco más de medio siglo, el molino pertenece a la comunidad quién tiene contratado a Tranquilino como molinero y como salario una maquila del 20 % de lo molido. Aunque el funcionamiento es perverso porque, una vez entregados los sacos a Tranquilino, este debe devolver en harina el 80 % de lo entregado, muela o no muela. Es decir, que si se lo roban, o se lo comen los ratones o el agua acaba inundándolo todo, el molinero carga a su cuenta la pérdida. Y es perverso, porque si bien el periodo medio de las inundaciones es cada 50 años, en el último medio siglo, el Maravillas se ha convertido en rio caudaloso en ocho ocasiones, las últimas cuatro en este decenio. Demasiadas veces para los quince que lleva Tranquilino como molinero. Esta situación se ha vuelto insostenible. Los hijos del molinero, con la última ruina sufrida hace unos días, le han dicho que lo deje, que no puede seguir así. Que la única forma de que el negocio no sea ruinoso es desanclar la maquinaria de su actual ubicación y llevarla a un edificio que se edifique en la era que el pueblo tiene 10 metros por encima del cauce del río.

Pero no es tan fácil. El negocio es de Tranquilino pero el molino no. Y los agricultores del lugar, propietarios en comunidad del edificio histórico, aduciendo que precisamente es una reliquia, no quieren ni oír hablar del cambio de ubicación. Porque eso les supondría unos costes que no quieren sufragar, pero sobre todo, porque en las condiciones en las que tienen arrendado el negocio a Tranquilino, ellos no pierden nada con las inundaciones. El valor del grano entregado debe de ser resarcido por el molinero y la limpieza del lodo también corre a cargo del arrendador.

Por su parte, Tranquilino, insiste una y otra vez en limpiar y seguir con la molienda porque dice que ya vendrán tiempos mejores en los que ganar dinero con ese desorbitado 20 % de maquila.


Economía de borrachera

Hace unos días, nos martilleaban desde los medios de incomunicación, adoctrinamiento y evangelización de este impúdico catecismo mundial al que llamo hijoputismo, con el dato de la caída del PIB (Producto Interior Bruto o conjunto de los bienes y servicios producidos en España) durante el segundo trimestre de 2020 en un 18,5 % con respecto al trimestre anterior y en un 22 % con respeto al mismo periodo del año anterior.

No quiero hacer demagogia sobre el dato diciendo que no es malo o que es general, comparándolo con las previsiones de USA (porque allí el sistema de medición es otro) con una caída del 32,9 %, de México del 18,9 %, o de Alemania del 10,1 % porque es evidente que la economía de este país está en una situación límite en la que no hay comparativa histórica posible porque incluso en los periodos de guerra, estaba la puerta abierta de la recuperación, que vendría tras el conflicto y a causa de otros conflictos externos que nos permitieran vender nuestros productos a aquellos países que tenían paralizada su economía por sus propias guerras. Ahora, con los datos de la pandemia en la mano, el futuro es francamente oscuro. El problema aquí es otro. La pandemia es mundial y afecta a todo el globo y los dirigentes eligen entre salvar la economía o evitar la muerte. Y en muchos casos, como se está observando en los Estados Unidos o Brasil, cuando la vida importa poco porque los seres humanos solo son un bien mueble más (cosas del fascismo), ni se salva la economía, ni mucho menos la salud de las personas, siendo beneficiados nuevamente aquellos que más riqueza tienen (los niveles de desigualdad en USA son peores que en la Francia medieval del siglo XVIII).

En el caso de España, la gravedad de la situación es ampliada hasta la pauperización debido a la insistencia que todos los gobernantes tienen, desde el indeseable falangista, Felipe Golfalez,  en seguir apostando por una economía basada en el servilismo, en el turismo de baja estofa, en convertir el sol, no en una fuente estratégica de energía, sino en el motor que sirva para hacer de España un enorme geriátrico europeo y el lugar donde los modosos y educados alemanes, ingleses holandeses y los nuevos ricos del país de Putin, desbarren en unas vacaciones de alcohol, despelote intelectual y desenfreno total. Y todo, porque ese tipo de economía es buena para los operadores turísticos del “todo incluido”, las grandes compañías hoteleras cuyo domicilio fiscal está en un paraíso fiscal y para chiringuitos y bares en los que la economía sumergida supone un porcentaje importante de los ingresos y, por tanto, también un importante desahogo (fraude fiscal) en impuestos.

Según la OCDE (La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), la caída generalizada del PIB, es mayor cuanto menos trabajo remoto existe. En este mapa, puede observarse la evolución por zonas. En nuestro país solo Madrid, Cataluña, Euskadi, La Rioja y Asturias están por encima del 30 % en trabajo remoto. Cuanto más dependa un país del turismo, menos trabajo a distancia, menos producción y más puestos de trabajo perdidos. Y España, desde aquella estafa laboral que el falangista vino a llamar reconversión industrial y que en realidad fue una expoliación del tejido industrial de nuestro país para convertirlo en la playa de Europa, cualquier tos económica, acaba convirtiéndose en una pulmonía con peligro de muerte.

Resulta esclarecedor el gráfico publicado hace unos días por el INE sobre el índice AROPE (Tasa de riesgo de pobreza o de exclusión social). En este mapa, se observa claramente cómo cuanto menos dependencia del turismo de playa y borrachera, menos riesgo de exclusión social. Y también resulta evidente como las CCAA más industrializadas (sector automovilístico, industria de componentes y sobre todo en sectores innovadores como equipos aeronáuticos y sistemas para naves espaciales, tubos sin soldadura, aerogeneradores marinos, máquinas-herramienta de última generación, etc.) tienen menos riesgo de pobreza y menos caída en el PIB.

Insistir en la burbuja inmobiliaria o en el turismo de zafiedad, como pretenden los de siempre, esos que se mueven a base de comisiones, cohechos y adjudicaciones fraudulentas, es insistir en adecentar un molino que todos los años se inunda por la riada.

Nunca debemos olvidar que todo esto viene provocado por un hijoputismo despiadado en el que unos pocos viven y acumulan riquezas a consecuencia de crear pobres y de inculcar desigualdad. Y tampoco obviar que en España esto además se acentúa, porque es un país con una democracia de escenario, en la que no hay justicia porque se encarcela a los pobres y a los disidentes políticos mientras que se deja libre y se actúa en beneficio de los mayores delincuentes, esos que siempre van vestidos con ropas de diseño y que actúan bajo la impunidad que le dan los amigos.

Hace unos días el Tribunal Supremo, a instancias del Tribunal de Derechos Humanos de la UE, y jugando siempre la carta de favorecer a los amigos que les han nombrado, porque la sentencia del TDH es de noviembre de 2018, decretaba nula la sentencia Bateragune que condenó a Arnaldo  Otegui a 6 años de cárcel. En esta decisión del TDH de Estrasburgo, se determina que no tuvieron un juicio justo y que fueron sentenciados por ideología. Dentro de unos años, unos chavales inocentes del pueblo navarro de Altsasu, seguirán el mismo camino. Mientras tanto, estos jueces que sentencian injustamente por ideario político siguen ejerciendo y haciendo que España sea un país en el que reina la indefensión. Mientras tanto, los condenados injustamente, sufren los rigores de la cárcel o deben vivir forzosamente fuera de su país y de su gente.

En definitiva, y por no aburriros más con la misma cantinela de siempre, tenemos un serio problema en este país, derivado de las corruptelas que han condicionado la economía de tal manera que, ante esta pandemia de futuro incierto, somos uno de los pocos países del mundo desarrollado en el que el futuro es lóbrego, con una posibilidad bastante real de que el paro acabe superando el 40 % y de que a falta de concienciación social para un cambio de raíz, el fascismo acabe siendo la solución que un pueblo estúpido e ignorante abrace como forma de solucionar un problema cuya única salida es la erradicación de una vez y para siempre del franquismo. Porque, querido lector, Franco murió en 1975, pero el franquismo sigue vivo. Y para nuestra desgracia, donde más, en una de las instituciones que debería salvaguardarnos y que, sin embargo, lleva la democracia al ostracismo.

Solo espero equivocarme. Buen verano.

Salud, feminismo, república y más escuelas (públicas y laicas)

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