Siempre ha sorprendido la atracción que siente el mundo empresarial por una sociedad como Duro Felguera. Algo tiene esa compañía para que, a pesar de que la situación es crítica, genere tanta atención o se creen tantas expectativas sobre una empresa que, a día de hoy, está al borde de entrar en concurso de acreedores, salvo que entre un rescate o llegue un nuevo inversor que lleva años anunciándose y nunca aparece.

Los problemas de Duro Felguera no se han producido por la pandemia del Covid19, sino que vienen de bastantes años atrás. En Diario16 ya informamos sobre la perniciosa gestión que realizó Miguel Zorita, los cambios en el Consejo y la eterna promesa de entrada de capital privado que nunca se cumple.

Esta situación, evidentemente, repercute en los proyectos que tenía ya contratados antes del Covid19 y que, por la incapacidad económica de Duro Felguera para acceder a financiación bancaria o a la concesión de avales, se están convirtiendo en verdaderos fracasos que generan retrasos en las obras y, en consecuencia, la ejecución de los avales por parte de los países que contrataron los servicios de la compañía asturiana, tal y como ha ocurrido en los proyectos de Dubái y Argelia.

Los problemas de Duro Felguera no se han producido por la pandemia del Covid19

Todo ello, además, con una situación nada clara respecto a cómo están las cuentas con la Agencia Tributaria. Según las fuentes consultadas por Diario16, directamente conocedoras de la situación de Duro Felguera, existen dos actas por un valor aproximado de 100 millones de euros. Sin embargo, desde la compañía han comunicado a este medio que «hay una sentencia de la Audiencia Nacional de 13 de febrero de 2020, que implica, la admisión a trámite de la solicitud de suspensión de la obligación contra las liquidaciones dictadas por la AEAT en materia del impuesto sobre sociedades correspondiente a los ejercicios 2010,2011 y 2012, y  por tanto, que la deuda tributaria se encuentra suspendida desde septiembre de 2017 y consiguientemente estar al corriente de pagos en sus obligaciones tributarias con fecha 31 de diciembre de 2019». No es que no exista deuda, sino que, a día de hoy, se encontraría suspendida por un proceso judicial.

Sin embargo, esa sentencia expone cuál es la verdadera situación en que se encuentra Duro Felguera: «consta que la recurrente aportó varios documentos con su solicitud -certificado de saldos bancarios; copia del balance de situación; documentos relativos a la negativa de obtención de avales y documentos tendentes a explicar el perjuicio que la no suspensión irrogaría a la entidad -balance de situación, informe de auditoría, etc.-; sin que el TEAC instase procedimiento de subsanación alguno, es decir, la documentación presentada cumplía con los requisitos para entrar en fondo y desestimar o estimar en todo o en parte la solicitud».

Si Hacienda ejecutara la deuda, Duro Felguera se podría encontrar en una situación cercana a la quiebra porque no tendría capacidad financiera para avalar esa deuda con la Agencia Tributaria.

De ahí que sea fundamental para el futuro de la compañía asturiana la concesión de los 100 millones del rescate solicitado a la SEPI, un rescate que no se justificaría porque los problemas de Duro Felguera no son consecuencia de la pandemia del Covid19, sino que vienen de más atrás. No en vano, importantes empresas y fortunas de este país que apostaron en un momento determinado por invertir en la compañía e, incluso, hallarse entre los máximos accionistas, salieron huyendo y asumieron importantes pérdidas sobre su inversión inicial. Importantes empresarios consultados por Diario16, además, han sido rotundos al dar su calificación sobre lo que es Duro Felguera actualmente: «un pozo sin fondo», han afirmado.

Sin embargo, hay aspectos mucho más graves que influyen en la situación actual de la sociedad española. Mientras aún hay más de 800.000 solicitudes de acceso al Ingreso Mínimo Vital que están en el limbo, la SEPI está a punto de inyectar en el pozo sin fondo de Duro Felguera 100 millones euros que se llevarán la banca, proveedores, (con quienes, según nuestras fuentes, hay una deuda de 300 millones de euros) administradores y otros. Además, el hecho de que la propuesta de Duro Felguera sea que la SEPI suscriba una ampliación de capital por valor de 30 millones de euros y un préstamo participativo de 70 millones colocaría al Estado en una situación límite porque le convertiría en socio preferente y debería hacer frente a las obligaciones que ello implica, con inyecciones de dinero incluidas, responsabilidades legales de cara a un posible concurso de acreedores o una quiebra incluidas.

¿Por qué no se actúa de manera transparente ante los trabajadores? ¿Por qué los sindicatos no exigen al consejo que presente a ese teórico gran inversor e igualmente teórico macroproyecto en Venezuela?

La plantilla y los ciudadanos de toda España serán quienes sufran tarde o temprano las consecuencias de la falta de transparencia de la pésima gestión de los administradores de Duro Felguera, tanto los pasados como los presentes. ¿Qué fue de las promesas de Miguel Zorita?

Si la esperanza está puesta en la neerlandesa YGroup, ya estuvo contratada para la búsqueda de inversores y no los consiguió. Tanto la nueva empresa de consultoría lobista y el Consejo de Administración deberán dar muchas explicaciones, en un acto contrario a la opacidad habitual, hacia los miles de familias que viven de su trabajo en Duro Felguera y que son merecedoras de más transparencia real. La pregunta es simple: ¿por qué no pudieron conseguir inversores los neerlandeses, y otros antes, y sí ahora?

Recordemos cómo en octubre de 2017 diferentes empresas, como China State Construction Engineering (CSCEC), la mayor constructora del mundo con una cifra de negocio de más de 115.000 millones de dólares, con la que Duro Felguera estuvo negociando una alianza estratégica, lógicamente, puso como condición que el pool de bancos acreedores dejara de presionar a la compañía, además de desbloquear los avales para poder seguir ejecutando la cartera contratada y presentarse a nuevas licitaciones. ¿Por qué se desechó una oferta así? ¿A quién interesaba que Duro Felguera se fuera muriendo poco a poco? De aquellos barros, estos lodos y, ahora más que nunca, la sombra del concurso de acreedores va siendo cada vez más alargada. Cada cual que saque sus conclusiones y, como dijo Benjamin Franklin, «un saco vacío difícilmente se mantiene en pie».

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