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¿Dónde demonios estoy?

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análisis

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Un ruido me despierta. Un ruido extraño.

El sonido se parece a la lluvia golpeando un cristal. ¿Será posible?

Recuerdo diciembre del sesenta y ocho en Sevilla, o peor: el de dos mil ocho cuando el agua arrasó mi preciosa Cádiz. Mis nietos y yo mirábamos asombrados desde una ventana como el cielo lloraba a mares dejando solo destrucción a su paso. Era octubre, creo. El día de las fuerzas armadas.

Recuerdo los días después, todos los pueblos afectados ayudándonos unos a otros intentando recuperar la normalidad. Jóvenes, niños, viejos. Todos juntos. Salió por la tele. Que orgullo. Se me soltaron las lágrimas de alegría. Nos recuperamos.

Pero este sonido es distinto. Suena más fuerte.

¿Dónde demonios estoy?

No es agua, creo que es viento.

Recuerdo como hace unos años, ya estando en la residencia, las ráfagas de aire llegaron a ser tan intensas que dejaron las playas de Sanlúcar casi sin arena. Qué tristeza sentimos. Pero allí estaban todos colaborando de nuevo para que volvieran a estar funcionando para que los turistas volvieran. Y así fue.

¿Pero dónde demonios estoy?

Una chica vestida como enfermera y con una máscara blanca me mira con lágrimas en los ojos ¿Por qué llora? Le pregunto y me dice que estamos de camino a la nueva residencia donde nos llevan para recuperarnos del virus ese que está acabando con los ancianos. Esa gripe que vino de China y que ha confinado a todos en sus casas. Que como hay que limpiar en la residencia que estábamos nos llevan a otra.

¿Pero ese ruido? le pregunto de nuevo,

Son piedras, me dice. La gente del barrio intentado que no lleguemos.

Siento una gran tristeza, debe ser una pesadilla. No puede ser que no nos quieran. Solo somos unos viejos enfermos. No somos gente mala.

Cierro los ojos. Noto que están húmedos. Lágrimas de tristeza, esta vez.

Decido descansar, que otra cosa puedo hacer y mientras terminó de dormirme oyendo el impacto de otra roca en el techo de la ambulancia vuelvo a preguntarme a mí mismo:

¿Dónde demonios estoy?

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