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Dolor

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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«La filosofía debe provocar dolor y sufrimiento para generar cambios sociales»

LA FILOSOFÍA debe provocar dolor, sufrimiento, ansiedad e insomnio. No concibo de otra forma la experiencia filosófica ni la tarea de aquellos llamados a ejercerla. Lejos de una actividad placentera debe llevar la contraria a los culturetas.

El filósofo debe ser, por eso, un provocador y hasta un alborotador, una persona inconformista – pero no sin motivo-. Su trabajo debe ceñirse a la destrucción (deconstrucción) de los horizontes de sentido heredados o vacíos y a la creación de nuevos horizontes. De lo contrario su tarea se convierte en artesanía o artificio y se aleja de su verdadera identidad.

Ya lo dijo Diógenes: «el maestro debe exagerar la nota para que los demás den el tono justo». Un filósofo que no está en el Ágora – que es el lugar de las provocaciones -, y que solo predica litúrgicamente en la academia, solo puede llamarse prelado de la actividad contemplativa, nada más. Esa es mi sensación, mi decepción, y hasta el fruto de mi melancolía, la generada al no encontrar un filósofo vivo dispuesto a cambiar el mundo, como así ocurrió en la antigüedad grecolatina.

El panorama posmoderno, repetitivo, versionador, plagiador, predispuesto a la actividad hermeneútica antes que a la ontológica me supone una certeza: la de que esta es la era conceptual de la filosofía y que todo gira en torno a los conceptos y su debate, sin consecuencias sociales o esenciales y sin atisbar una aproximación a la pregunta sobre el ser (el sentido de la vida). ¿Y para qué? -Me pregunto-. ¿Llena eso el vacío? Estoy convencido de que una filosofía que no genera cambios y que no invita a girar hacia algún lado (de forma fundamentada, claro) no puede ser filosofía en sentido estricto sino tan solo sedante intelectual.

El dolor es necesario, afirmo, pero no para caer en el error de la tristeza sino para llegar al progreso. Si la supervivencia nace del sobreponerse y luchar ante las carencias, la filosofía -que debe ser el mejor recurso para sobrevivir – debe partir de ese dolor para que las personas evolucionen y aspiren a algún sentido u horizonte. Y si no lo hay sencillamente debe provocarse: deben crearse situaciones donde el dolor aparezca como inflexión en la rutina y donde surja la necesidad de evitarlo tomando nuevas decisiones que conduzcan a la libertad. Eso es todo o al menos eso debería ser todo para un filósofo preocupado por la deriva de mundo donde vive.

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