El ejercicio del derecho democrático tiene lo que tiene. Cuando el resultado sale a favor, todos estamos contentos y proclamamos la democracia en un alarde de lucidez. Y cuando no es así, achacamos el resultado a la tiranía de la mayoría.
Lejos de ser este artículo una soflama, a favor de o en contra de, lo que está claro es que la jornada de reflexión durará un poco más que el día anterior de la votación.
Los resultados electorales, como cualquier otra cosa en la vida, sirven para dejar patente la necesidad de realizar un ejercicio de crítica y auto-crítica.
En los últimos años, se ha reducido al pueblo a un ente fácil de gobernar, ignorante y divino de influenciar. Dos grandes bloques, dos grandes ideas claramente definidas, dos grandes parqués para seguir alimentando y defendiendo. Todo estaba controlado. Pero, por lo general, la ciudadanía es sabia. Y más en el ejercicio democrático. El pensamiento y la ideología del ser humano es tan complicada como cualquier otra banalidad del ser. Y controlar las pasiones es complicado, pues se mueven por razones y pulsiones irracionales. Dicen que cuatro ojos ven más que dos. Y si somos lo suficientemente honestos, deberíamos enfrentarnos al dilema de qué se ha realizado mal para que el elector, en su uso legítimo del voto, opte por una opción u otra. Qué ha tenido que pasar para que de la noche a la mañana el ciudadano de a pie siga más desesperado que nunca. Y, sobre todo, quién tiene la responsabilidad de que esto haya pasado.
Nos han ofrecido a lo largo del tiempo opciones, aquellas que se creían que eran las prioritarias y, sin embargo, los ciudadanos han preferido otras. Quizás, porque simplemente tenía otras. Mientras que cuestionamos los macroproblemas de la sociedad, las mujeres y los hombres que viven a pie de calle siente que sus dificultades y que sus problemas requieren otro tipo de atención, quizás más alejadas de las grandes economías y más centradas en el día a día. El líder se ha alejado del mundanal ruido y de la vulgaridad, a cambio de un buen alojamiento en el Rizt Hotel de Madrid y en el apartamento más lujoso de la Diagonal, en Barcelona Distrito Central.
Siempre hemos tenido la obstinada obsesión de mirar hacia otro lado y ese defecto nos impide evaluar los errores que se han cometido para llegar al auge de los extremistas o a ahogar tanto a la ciudadanía que, desesperados, se encomienda al primer mercader que pasa.
Los auges de los extremismos son el resultado de la falta de atención a temas tan importantes que, por la distancia de los líderes con aquellos a los que le debe el servicio y sus funciones, se han alejado. Y es que al final liderar es acometer el ejercicio de un buen gobierno y es ser práctico. Pues todo ser humano se mueve por convicciones, en tanto en cuanto, tales premisas les hace seguir adelante, les ofrecen una esperanza, una oportunidad, una alternativa, aunque sea quimérica promesa que al final hay que cumplir.
Y todo esto se ha ido gestando al calor de las dos España. La eterna beldad que sigue rigiendo las almas de quienes, en teoría, viven de este rédito del sistema social. Pero que con el paso del tiempo se ha demostrado que cada vez pierde peso y que el ciudadano demanda gestión. Control y administración de recursos, aplicación de medidas y mejoras para la defensa de un estado de bienestar y confort que a muchos se nos hace cuesta arriba, a pesar de los titánicos esfuerzos por mantener un mínimo de dignidad. Y en esas andamos. Algunos con más luces y otros con más sombras. Pero siempre aseverando que la verdad no es que sea mala, si no es la que es, debe ser la que es.
la derecha se acerca a la gente con mentiras y alarmismo, desp de robar para taparlo
la izda tratando de desbaratar esas mentiras y razonando, concienciando
= es mas rapido-etc lo que hace la drcha , pero es un engaño