Diles que no nos mientan más

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No somos lo que decimos, somos lo que hacemos. De los primeros están llenas las bibliotecas. De los segundos, las cárceles, las cunetas, los cementerios y los excluidos. Aunque añadiría que también los tribunales. España está en puertas de nuevas componendas. Pactos opacos. Tristezas aseguradas para las personas. Dichos y hechos disociados. Aquellos a la caza del voto. Estos, para pagar los favores de donantes y padrinos.

La buena gente socialista, la que da el pecho en cada rincón de España, volverá a dejarse de lado. No está invitada a la mesa de las negociaciones del día después del tan anunciado Congreso. El padrón de los inscriptos corre serios riesgos de ser manipulado. Artimañas de los tramposos que se saben perdedores si juegan limpio. Pero eso no los excusa. Aunque los define. Son cómplices necesarios de las víctimas colaterales que se siguen incrementando en el país al que muchos dicen amar.

Más de catorce millones de personas viven en riesgo de exclusión en esta España estupenda de palios, uniformes y puñetas que se ha construido en torno al único poder beneficiado: el económico y financiero. Es el resultado del saqueo de la denominada “crisis”. La mayor operación de apropiación, desde la irrupción de las tropas de Franco a partir del día de la derrota y el reparto del botín consecuente. No han cambiado muchas cosas. Ni siquiera los más conspicuos apellidos de aquella pandilla. Excepto claro, los necesarios cómplices arribistas que les permitieron perdurar a cambio de un puñado de monedas de oro.

Sólo desde ese escenario se pueden comprender las arrogantes palabras de nuestro ex embajador en Londres. Queda a las claras que le marcó los tiempos a un gobierno del que lo conoce todo. Cuando digo “todo”, es “todo”. Es lo que tiene el vivir en una espiral de mentiras para beneficiar a unos pocos. Se termina dependiendo de aquellos que saben lo sabido pero, a diferencia del resto de los mortales, tienen las pruebas necesarias para “mover el árbol para que caigan todas las manzanas”. Puyol conoce de esto un poco.

Repito, no somos lo que decimos, somos lo que hacemos. Por tanto, reflexionemos acerca de lo que nos dicen, lo que nos han dicho y de lo que ha resultado de esas palabras en hechos para nuestras vidas cotidianas. Comprueba si hemos mejorado en algo. Vete a urgencias y comprueba los picos de enfermos agudos, como con la gripe, que colapsan el sistema por los recortes. Pide un salario digno. Escucha a docentes y sanitarios. Comprueba tu saldo bancario y la avaricia desmedida de los pocos bancos que lo abarcan todo. Deberían darse las explicaciones pertinentes a los dependientes que tienen concedidas las ayudas y se mueren sin hacerse efectivas. A estos últimos les han dado solo palabras en cartas vacías de sentido. Son dichos no hechos. Se persiste en prácticas que no han producido más que angustias al común de las personas. ¿No es cierto que el poder ya te ha mentido lo suficiente?

Se siguen burlando, cuando utilizan comisiones de investigación y presuntos comités de expertos, como coartadas de la acción política austericida. El informe de setiembre de 2016 del CIS sigue mostrando la tendencia de los españoles a considerar a la situación económica como mala o muy mala en un porcentaje superior al 64%, y en más de un 87% a la situación política, en las mismas valoraciones.

Eso es un hecho. El resto, palabras utilizadas como pretexto para nuestra desgracia. Estamos en vísperas de la consolidación del pacto con la Gestora, reflejado en la aprobación del presupuesto para 2017, que permitirá el continuismo de las políticas del bipartidismo en España.

Actúa. No te dejes deslumbrar por circos mediáticos ni púlpitos bien alimentados con tu esfuerzo. Que noten que deseas que no nos mientan más. Díselo. Movilízate con los hechos no con los eufemismos. Recuerda lo dicho por Cicerón: “La Verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”.

Luego no lamentes tu silencio. Empodérate.

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