El órdago separatista, al igual que el 15M, fueron indicadores necesarios. Llamas visibles de un incendio que nadie quería ver. Durante décadas negamos la evidencia, de que la constitución provisional del 78 era solo para salir del paso. Una obra maestra del equilibrio entre lo posible y las muchas y dispares ilusiones deseables.

Lamentablemente nadie en la política española quiso ver los síntomas cuando llegó la tos del 15M y dolía un poco alguna Diada, no hubo «cambio de vida» ni «nuevos habitos» como diría el médico. Al igual que se había negado la enfermedad, se negaban los síntomas. Cuando la tos se hizo catarro y el dolor herida, no sirvió de aviso. Los «rebeldes» pasaron de ser unos «locos» a ser «enemigos», en un imáginario que soñaba con volver a los años pre-crisis. La clásica receta de «si volviera a tener 20 años» obsesionó a la clase política tradicional y entre el dinero de Bruselas, los recortes y la reforma laboral había que crear a toda costa de nuevo aquella falsa realidad en la que eramos felices y ricos.

Por otro lado fallaron los dos movimientos que en cualquier país hubieran servido como mecha inicial que pone el dedo en la llaga y luego se diluye en debates internos, porque la política toma relevo de sus reivindicaciones, moderandolas. Al ver que nadie reaccionaba, nadie recortaba la distancia y nadie les robaba la parte justa y necesaria de sus reivindicaciones, para reformularla en una versión light, fueron creciendo, ocupando los terrenos que los tradicionales habían abandonado o nunca cultivaran y se instalaron con fuerza para quedar.

Cuantos más síntomas, más antibióticos. Ni un atisbo de cambio, ni mejor nutrición, ni más deporte, ni dejar de fumar, todo pasaría por arte de magia cuando los datos del paro certificaran que ya están todos los ingenieros y arquitectos sirviendo cervezas en Magaluf y conduciendo Uber.

Nunca se puede volver atras, pero a veces se puede rectificar. El 2 de octubre es una de esas ocasiones. Pase lo que pase el día anterior, ese lunes tiene que estar sobre la mesa una propuesta de reforma constitucional concretísima. Del PSOE, de Podemos, de Ciudadanos, conjunta, tres separadas, de la asociación de catedráticos de derecho constitucional, de la asociación de abogados o de la federación de panaderos de Almería. Alguien tiene que asumir responsabilidad (preferiblemente PSOE, Podemos y Ciudadanos). No sirve dar la culpa al PP y a los separatistas, porque NO la tienen! Ellos tienen una meta muy clara, unos cementar el status quo y los otros largarse y ya veremos. Ambas posiciones son legítimas y ambas las defienden a capa y espada, pero ambas eran muy minoritarias. Pocos estaban cómodos con el desbarajuste de una constitución provisional que nadie había actualizado y un modelo político y territorial que se había convertido en un nido de corrupción y trasvases de dinero camuflados de «solidaridad», pero también eran pocos los que querían tirar la casa por la ventana e irse a la aventura. Ambos bandos, en su época manifiestamente minoritarios, supieron aprovechar la coyuntura y erigirse como únicas alternativas. Supieron imponernos el «conmigo o contra mi», porque nadie propuso una alternativa.

La alternativa ya no puede ser «proponemos plantear la opción de barajar la posibilidad de iniciar un prodeso de diálogo para impulsar un debate sobre la conveniencia de afrontar el reto de sentarnos a hablar». ¡NO! Esa oportunidad se perdió en 1986/87, en 1992, en 2003, en 2005 y sobre todo en 2012/13/14/15.

El que ahora quiera dialogar tiene que venir con los deberes hechos, con una propuesta concreta, con pelos y señales. Una propuesta que sirva de base para criticarla, modificarla, mejorar partes y rechazar puntos. La fase de presentaciones, aperitivo y bizcocho nos la saltamos, porque todos llegan con retraso a la reunión.

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