La Ertzaintza ha detenido a un hombre de 42 años que entró a la fuerza en el piso de su expareja, la agredió en la cara y la obligó a mantener relaciones sexuales, según fuentes de la Policía Autonómica vasca. El agresor tenía vigente una orden de alejamiento respecto a la víctima, por lo que ha sido detenido por un delito de violencia de género, otro de quebrantamiento de medidas cautelares y otro contra la libertad sexual.

La agresión machista se produjo en una vivienda del barrio de San Roque de Portugalete (Bizkaia). Fueron los vecinos los que alertaron a la Ertzaintza al escuchar gritar a una mujer pidiendo ayuda desde su vivienda. Los agentes llegaron a los pocos minutos y fueron recibidos por el agresor quien les abrió la puerta del domicilio de la víctima en ropa interior. En el interior de la vivienda encontraron encerrada en una habitación a la mujer con la cara ensangrentada y con un menor entre los brazos. En su declaración la víctima confirmó que el detenido había sido su expareja, que había entrado a la fuerza en su casa, que la había golpeado en la cara y que la había violado.

El agresor machista fue llevado a dependencias de la Ertzaintza y puesto de inmediato a disposición judicial.

El terrorismo machista es un problema de todos y, por tanto, dar la espalda a las víctimas nos convierte en cómplices

Hechos como este demuestran que las mujeres están indefensas en este país porque las diferentes Administraciones no ponen los medios necesarios para protegerlas de un tipo de terrorismo que ya ha dejado en 10 años más asesinadas que ETA en sus 50 años de historia, o que el pasado año dejó un reguero de 2,6 millones de asesinadas en todo el mundo, cifra que, evidentemente, no refleja la realidad que viven las mujeres. Esta mujer agredida y violada por su expareja tenía una orden de alejamiento de su agresor, una orden de alejamiento que no ha servido para nada para protegerla, como todas las órdenes de alejamiento que se violan sistemáticamente y que tienen como resultado el asesinato de las mujeres.

Por otro lado, es fundamental la colaboración de todos cuando seamos testigos o sospechemos que se está produciendo una agresión machista. En el caso de Portugalete fueron los vecinos los que llamaron a la Ertzaintza, los que, quizá, la hayan salvado la vida. Todos tenemos responsabilidad a la hora de proteger a las mujeres. Todos tenemos la obligación moral de denunciar la violencia machista. No sirve la excusa de que se trata de un problema de puertas para adentro. El terrorismo machista es un problema de todos y, por tanto, dar la espalda a las víctimas nos convierte en cómplices.

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