Posiblemente la pesadilla comenzó mucho antes de aquel fatídico sábado 27 de abril de 2013. Probablemente todo empezó cuando él le insistía a ella en que no se pusiera aquella falda corta o que dejara de frecuentar a sus amistades habituales hasta entonces. Cada vez caben menos dudas de que todo empezó en aquellas fechas en que ni siquiera sus compañeros de trabajo se atrevían a saludarla para evitar las recriminaciones de su nueva pareja por los celos injustificados que no ocultaba. Probablemente todo empezó también cuando ella se enamoró de aquellos ojos claros sin saber que ocultaban una personalidad de machista de libro con impredecibles tics posesivos.

El sábado 27 de abril de 2013 un crimen brutal rompió de cuajo la tranquilidad de la localidad onubense de Almonte, que vivía precisamente aquella noche volcada con la virgen del Rocío en la sabatina, una celebración religiosa que se celebra con el traslado de la imagen cada siete años desde la aldea al pueblo. Más de cuatro años después, el ambiente entre sus vecinos continúa igual o aún más dividido y enrarecido que entonces y la tensión se palpa en el ambiente, en cada conversación, ahora que de nuevo todo se ha removido con el inicio del juicio con jurado en Huelva a comienzos de este mes de septiembre.

La división no se esconde, entre los que opinan que el único imputado por el doble asesinato es sólo una cabeza de turco en una investigación policial con pruebas supuestamente cogidas con alfileres y lagunas considerables y los que están ya convencidos, tras más de dos semanas de juicio ya celebradas, de que este joven serio, de perfil imperturbable, pero también arrogante, prepotente y extremadamente celoso y posesivo (como lo describen muchos que lo conocen de un trato cercano o diario) pudo perfectamente cometer el frío, calculado y salvaje doble crimen de Miguel Ángel Domínguez y su hija María de ocho años, cuyos cadáveres fueron hallados con un total de 104 puñaladas la menor y su padre otras 47.

El escenario dantesco que halló la Policía y Guardia Civil en el número 3 de la Avenida de los Reyes aquel fatídico lunes de abril, después de que entrara el abuelo materno de la niña a buscarla, no es comparable con ningún otro vivido por el jefe de la UCO que investigó el caso, como así lo ha certificado en su comparecencia como testigo en el juicio. Sangre por todos lados, desorden de forcejeos y pisadas, muchas pisadas, quizá demasiadas, después de que entraran a tropel los primeros agentes en la escena del crimen. Eso sí, ni una sola huella digital del presunto criminal, sólo restos de ADN (epiteliales y sudor) en unas toallas que supuestamente el imputado asegura que nunca ha tocado porque afirma rotundo que él nunca pisó esa casa, como así lo corrobora Marianela, madre y ex esposa de las víctimas y entonces pareja del acusado.

El municipio onubense aún vive dividido pero los familiares del imputado ya no lo jalean cuando llega al juicio

Medina fue detenido el 28 de junio de 2014, más de un año después del doble crimen y después de que los agentes encargados del caso siguieran múltiples líneas de investigación con no pocos sospechosos, entre ellos la propia esposa y madre de las víctimas, que ya se había separado de Miguel Ángel apenas dos semanas antes del crimen y había comenzado a convivir con el imputado después de haber iniciado una relación extramatrimonial desde años atrás.

El único enjuiciado por este doble crimen siempre ha mantenido su inocencia en todo momento, basada fundamentalmente en que a la supuesta hora de los hechos –aproximadamente a las diez de la noche– él se encontraba trabajando en su puesto de Mercadona, lugar donde compartía empleo tanto con el asesinado como con Marianela, esposa y madre de las víctimas y con quien mantenía una relación extraconyugal desde hacía varios años.

Un jurado popular de cinco hombres y cuatro mujeres –la mayoría veinteañeros y los menos de unos 40 años aproximadamente– deberá decidir si Francisco Javier Medina, que actualmente tiene 33 años y se enfrenta a una petición de 50 años de prisión por el asesinato de Miguel Ángel y su hija María, de ocho años, es inocente o culpable, si dice la verdad o miente claramente, como así parecen evidenciar los testimonios de testigos oculares y peritos, que en el juicio han apuntado claramente y sin dudas a su culpabilidad, pese a los intentos reiterados de su defensa de sembrar la duda con tretas más o menos arteras, como subrayar la supuesta ebriedad de un testigo que vio a Fran fuera de su trabajo apenas una hora antes de cometerse el doble crimen o resaltar la ‘nueva vida’ de clases de baile y gimnasio rehecha por Marianela, madre de la niña asesinada y esposa de Miguel Ángel, cuando en realidad todos los allegados a ella confirman a Diario16 que es “una muerta en vida”, marcada ya para siempre por aquel hecho deleznable y para colmo por la posterior detención como inculpado de su nueva pareja, que durante el año posterior al crimen fue quien supuestamente la estaba apoyando en su duelo.

Las principales bazas de Fran para enarbolar su inocencia han ido cayendo una a una durante las primeras jornadas del juicio. Tanto es así que ya ni siquiera sus familiares y amigos lo jalean como los primeros días de la vista oral cuando salía del furgón policial camino de la sala de vistas. Una estrategia que su defensa no considera adecuada para sus intereses por la imagen que está transmitiendo a la opinión pública.

La madre y ex esposa de los asesinados dejó de vestir igual y frecuentar a sus amigos habituales tras iniciar la relación con el imputado

Durante el desarrollo del juicio, las declaraciones de los primeros testigos y forenses han comenzado a trazar al detalle con tiralíneas la inexpugnable personalidad de Francisco, frío en extremo, nada que ver con ese “pedazo de pan” y “una bellísima persona” que algunos vecinos y también familiares y allegados siguen viendo en él cada mañana que llega al juicio mientras lo animan con muestras de apoyo incondicional.

Muy alejada de esta imagen idílica de Fran está la que retratan los que creen que cumple con el patrón arquetípico del machista por antonomasia, un maltratador psicológico no sólo de Marianela sino también de otras ex parejas que así lo cuentan entre sus amigos en el pueblo.

Ya antes del fatídico crimen, la propia Marianela mostraba entre sus amigos más íntimos su desazón por el control atosigante y la presión inaguantable que Fran estaba ejerciendo sobre ella para que abandonara definitivamente a su marido, algo que le hizo dudar hasta el último momento a la hora de romper definitivamente con Miguel Ángel, un hecho que no se produjo precisamente hasta dos semanas antes del crimen, y pese a que la relación extramatrimonial con el imputado se había iniciado un tiempo atrás.

La personalidad fría y calculadora del imputado se evidencia con sus reiteradas infidelidades a su anterior pareja, con la que mantuvo un noviazgo de más de una década. En paralelo y sin que sus más allegados supieran nada en ningún momento, Fran mantuvo una relación con otra mujer, infidelidad a la que sumó después sus encuentros a escondidas con Marianela.

En el juicio, Marianela dijo que no tuvo la más mínima sospecha de que Fran pudiese ser el autor de los crímenes hasta el momento mismo de su detención 14 meses después de los hechos, en junio de 2014. Describió al detalle el control y la violencia machista psicológica que ejercía sobre ella. La joven cambió radicalmente de forma de vestir, las faldas se alargaron casi de la noche a la mañana, sus compañeros no se atrevían ni a saludarla en el trabajo cuando estaba presente Fran e incluso dejó de lado a amistades de toda la vida por las presiones recibidas presuntamente por su nueva pareja.

La abogada de Marianela, Inmaculada Torres, avanzó por primera vez en una de las sesiones del juicio que nos encontrábamos posiblemente en un caso directamente relacionado con el terrorismo machista. Lejos de esta apreciación, el letrado que defiende los intereses del imputado, el conocido penalista sevillano Francisco Baena Bocanegra, intentó resaltar sin éxito, porque la jueza lo desestimó inmediatamente en todos sus extremos, que Marianela estaba asistiendo a clases de baile en la actualidad, algo que la magistrada le recriminó al letrado ya que forma parte de la intensa terapia psicológica que está recibiendo desde hace más de cuatro años por el shock traumático que padece.

Hace sólo unos días, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha desestimado el recurso de apelación presentado por la defensa de Francisco Medina para su puesta en libertad provisional, tras superar los tres años de prisión preventiva, al considerar que existen “suficientes indicios” que lo incriminan en el brutal asesinato de Miguel Ángel y la pequeña María.

Poco a poco, prueba a prueba, testimonio a testimonio, se va destejiendo el misterio de un caso que mantiene en vilo a todo un pueblo y a la opinión pública en general, y que deja ya traslucir tras escuchar los testimonios de testigos y allegados al imputado que estamos ante una persona tan fría, cerebral y calculadora, como posesiva, celosa y machista, un cóctel explosivo de personalidad que presuntamente pudo ser más que suficiente para causar los crímenes a tenor de las pruebas que se están presentando en el juicio.

En las manos de cinco hombres y cuatro mujeres anónimos está la decisión final, pero la lacra machista asoma por cada esquina en este brutal caso que terminó en un doble asesinato.

 

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