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Desmemoria ahistórica (y II)

No doctrina

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Me reconvienen sobre mi iterada alusión al guerracivilismo, lo cual es verdad, y sobre el maniqueísmo fascismo-comunismo en el que, al parecer, tomo parte, y esto requiere una aclaración porque jamás querría pasar por justificador del victimario de ninguna ideología, para mí toda idea tiene el límite del respeto a los derechos básicos de la persona, por tanto no apoyo ninguna clase de violencia amparada por ideología alguna, incluidos los nacionalismos todos.

Mi enfoque sobre la Guerra Civil española no pretende sino su disolución, jamás está en mi intención eternizar unos hechos de hace casi un siglo para justificar una cierta pobreza intelectual propia que se encuentre cómoda con bandos, buenos y malos o parodias de criminales; es cierto que una parte de la supuesta intelectualidad de izquierdas de este país ha encontrado en la idealización del conflicto el recurso perfecto para no pensar, que es la tendencia de todo conservadurismo: imponer el hecho al análisis perpetuo… el problema, ya aludido en otras ocasiones, es que el hecho no existe desde el momento en que es narrado, nuestra lectura lo altera y, por tanto, prefiero una recreación exigente y estimulante a una “verdad”.

Yo entiendo a quienes se quejan de una nueva alusión al conflicto, pero la cuestión de fondo (provocada por la singular duración de la dictadura) es que el franquismo tuvo medio siglo para escribir y consolidar una verdad histórica que, por eso mismo, resulta difícil de disolver. Mi madre vivió buena parte de de su infancia y juventud en una calle Belchite, en su memoria y sus conversaciones, aunque cambiaran la nomenclatura, seguirá siendo la calle Belchite y para ella no contendrá ninguna alusión bélica ni totalitaria, por lo que el cambio de nombre le resultó arbitrario, inútil e innecesario.

Esto es una realidad extrapolable; Pemán, personaje del que hablábamos, se hizo Historia durante 40 años de dictadura hasta terminar enterrado con Falla convertido en (auto)referencia (del régimen); para una parte de la ciudadanía, incluso de una intelectualidad que no tiene por qué conocer la obra de este señor, querer quitarle una placa, una calle o lo que sea, qué más da, puede perfectamente ser interpretado como una inútil arbitrariedad política de venganza casi personal, sin duda: en algún sentido es parte de la Historia de la ciudad de Cádiz, cómo no.

El problema, y por eso recurro al 36, es que partimos de este error básico que es: la revisión y reconstrucción de la Historia de la España del siglo XX (y continuamos) por parte de un régimen criminal que no tuvo empacho en destruir, alterar, ordenar, inventar… para imponer su ideario y su visión de la realidad como única alternativa.

Como intelectual me repugna esta posibilidad tanto como el maniqueísmo simplista. No creo en los dos bandos ni en la víctima Tercera España que los presupone. Lo que sí veo imperiosa es la necesidad de superar esta pantomima de una vez, porque aludir al 36 permanentemente cansa tanto como leerlo. Sólo disolviendo las categorías históricas impuestas por la dictadura a través del estudio y la redefinición de los conceptos, huyendo de la disputa partidista, se podría consumar una meritoria Transición que sí existió, permitiendo la convivencia, pero que el tiempo ha demostrado insuficiente porque no extirpó unas células malignas que han terminado reproduciéndose con peligro real de consunción de la paz. España necesita Historia, esto es, investigación sin prejuicios, no doctrina.

Tenemos sobredosis de periodistas e incluso profesorado que, lejos de mantenerse abiertos, ya terminaron de aprender su “lección” en un manual y no quieren que nadie les altere su monolito; ya lo hemos dicho antes: todo conservadurismo pretende imponer el hecho sobre el análisis perpetuo, pretende terminar, esclerotizar, localizar, definir, simplificar… condenar.

No se castiga a Pemán, no, se disuelve la mentira dictatorial que lo hizo pasar por Historia cuando no lo era. Ahora, para mí, quitar o no una placa en la puerta de su casa sería lo de menos si no fuera porque quienes defienden su permanencia en realidad defienden al régimen, a veces inconscientemente. Que dejen la placa, pero que se sepa.

Respecto de la aparente dicotomía fascismo o comunismo cabe una precisión. Vaya por delante que para mí el régimen soviético ruso, China, Cuba, etc., son totalitarismos tan criminales como el nazismo alemán, el fascismo italiano o el falangismo nacional-católico español. La precisión es que si resulta patético identificar capitalismo con fascismo, porque éste es una hipertrofia deformante de aquél: jamás se nos ocurriría equiparar liberalismo con fascismo; igualmente estúpido es identificar comunismo con stalinismo, éste es una deformación estrafalaria de aquél.

Capitalismo y Comunismo son dos visiones teóricas de los fundamentos de la economía y la riqueza: la propiedad privada como definición de la esencia del individuo y el sistema, o la acumulación de plusvalías a través de la explotación como origen de las diferencias. Nada más, son marcos teóricos que inspiran políticas diferentes que pueden ser llevadas a extremos criminales tanto uno como otro.

Sería inexacto, y hay quien lo hace, reducir los crímenes de Hitler a una cuestión dineraria; tanto como denominar a Stalin representante de las teorías marxistas (más allá del propio Marx). Ambos representan de manera análoga el sistema que defienden, son criminales sin parangón. El Capitalismo es culpable indirecto de miles de millones de muertes, es su gestión lo que lo convierte en un arma de destrucción masiva; el Comunismo puede ser acusado de lo mismo, en realidad son sus gestores los que construyen el horror, ¿o acaso la Historia de la población de Occidente (y del mundo entero) sería la misma sin el marxismo? ¿Existiría la democracia capitalista sin el comunismo o el socialismo…?

Nuestra obligación es pensar.

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1 COMENTARIO

  1. Se detecta voluntad de imparcialidad, o lo que es lo mismo voluntad de racionalidad, («actitud de la persona que atribuye a la razón un papel predominante sobre la voluntad o la emoción en cualquier ámbito») en su artículo. Lo que se agradece en estos tiempos de mentiras, fanatismos e irracionalidad.

    Pero creo necesaria una observación a lo expuesto. Mientras el capitalismo (con todos sus defectos y limitaciones) se ha mostrado capaz de convivir en muchos países con la libertad y la democracia no ha sucedido lo mismo con el comunismo. Ni un solo país comunistas ha sido compatible con las democracia y la libertad. El modelo comunista, o de economía planificada estatal, conduce inexorablemente al totalitarismo.

    Las 693 páginas de «La sociedad abierta y sus enemigos» de Karl R. Popper son de lectura ardua pero se las recomiendo; merece la pena.

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