Desde Ucrania, de camino a casa

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De camino a casa.

Fotografiar conflicto no es fácil.

Os lo intentaré explicar. No haces nada en casa, tienes la mente en otro sitio. Necesitas hacer las maletas, colgarte la cámara y partir. La sobre información te ahoga. Lo quieres ver con tus ojos. Así que sin darte cuenta, ya estás comprando un billete de avión y reservando habitación de hotel. Minutos después, intentas analizar la locura que has hecho. Sí, te vas.



Como siempre, la maleta un día antes y poniéndolo todo de cualquier manera. Documentación en regla, chaleco antibalas y espera, contrata el seguro de vida, no sabes si vas a volver.

Cómo se pasan los del seguro, menudo negocio.

Te das cuenta de que te vas a la guerra cuando estás a punto de despegar. Modo avión. Nada más salir del aeropuerto sientes una adrenalina enorme. Quieres empezar a contarlo todo.

Espérate. Aún te quedan días.

Un tren al día siguiente a las 04:00 de la madrugada.

Duérmete.



De camino a la estación, con una cara que parece que me haya pasado un camión por encima. No, no he dormido.

Cuatro horas de tren pegadas a la ventana. Todo te parece sorprendente.

En España también hay semáforos, pero los que veo a través de mi ventana, parecen ser de otro planeta. Lo vivo como si no hubiera un mañana.

Y es que quizá es eso. No sé si habrá un mañana. Inconscientemente tu corazón actúa.



No sé cómo plantear el reportaje. Quiero enseñar la otra cara de la guerra.

Miles y miles de muertos. Los han matado defendiendo el país. ¿Creéis que todos y todas las que huyen de sus casas son supervivientes? No. Son personas muertas en vida.

La peor guerra es aquella en la que te ves luchando con tu mente. Aquella guerra que empieza después de los bombardeos.

 La gente huye, les están destruyendo su hogar.

La valla verde por la que pasan miles y miles de refugiados cada día. Me interesó documentar esa realidad.

Incertidumbre total. Silencios llenos de sentimientos.

 

Cada uno y una de las personas que cruzan la frontera tienen algo que contar. Y eso hice, escuchar.



Amigos, familia, conocidos, me preguntaban si lloraba. No eres más fuerte si no lloras y no eres más débil si lloras.

Detrás de la cámara, hay un corazón. Aunque tienes que ser consciente de que estás haciendo tu trabajo.

Ya tendrás tiempo de reflexión, tranquilo.

Hubo un día en el que me derrumbé.

Me encontraba con Laura, una periodista española, freelance como yo. Le estaba ayudando a grabar un directo para una televisión catalana. Cuando terminamos la conexión, lo recogimos todo. Minutos después, sin darnos cuenta, estábamos repartiendo peluches a los niños que cruzaban la frontera. No éramos conscientes de nada, creo.

 

Se acercaban despacio, con la mirada fijada a la mascota que teníamos en nuestras manos. Tímidos la agarraban, y se iban corriendo con su familia.

Hubo un momento en el que se acercó un chico. Nos había estado observando desde lejos. Con un bocadillo en la mano, nos lo ofreció.

Estuvo rogando bastante. Decía que nosotros también nos merecíamos parte de su comida por lo que estábamos haciendo.

Me tuve que ir. No podía llorar delante de él. Nos estaba dando su comida, después de cruzar la frontera, huyendo de la guerra y haciendo horas y horas de tren.

Catorce años.



Estoy en un bus destino Barcelona.

Hay una chica sentada a mi lado. Huye de Kharkiv, ciudad castigada por los bombardeos. Va sola, bueno no. Está embarazada. Y es que no puedes hacer nada. Bueno sí. Escuchar. Me explica que es profesora de piano. Y que le duele mucho haber perdido su piano. Más de trescientos años. Simbólico. Lo han tocado muchas generaciones. ‘Cuando vuelva, lo tocaré. Será mágico’.



¿Y  dónde te refugias cuando vuelves a tu ciudad?

Ya te lo contaré…

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