Hay veces en que residir en provincias cae como una losa y hay que huir a la urbe, lo reconozco, pero son muchas más las ventajas que los inconvenientes, aunque eso se sabe al cabo del tiempo porque, en la primera juventud, lo que se desea es marchar cuanto antes. Entre las ventajas, ahora,  la tranquilidad es lo más celebrado. Si yo voy a comprar alguna prenda de ropa, un suponer, a una tienda en provincias, en mi ciudad, que se vanagloria, no sin razón, de tener un comercio muy activo, tengo a mi disposición a la propietaria o la dependienta que me acercan al probador otra talla, si es el caso, u otra prenda, que pueda ir bien a mis deseos o a mi complexión y algún complemento. Si entra otra compradora es muy posible que la conozca,  entablemos conversación y que ella me mire y opine si me queda bien o mal y me pregunte por la familia y yo a ella y nos digamos ambas lo bien que nos cae el traje aunque reconozcamos que el tipo ahora ya no es lo que era  y ya la dependienta se meta en la conversación y nos anime el día diciéndonos que estamos estupendas. O sea, un tratamiento personalizado a lo Petry Woman sin necesidad de llevar a Richard Gere al lado con su chequera. Ahora bien, si esto mismo lo hago en Madrid, por ir a la urbe por antonomasia, no es lo mismo. Voy a un comercio imponente, grande, de varios pisos donde no hay dependientas sino cobradoras. Busco una prenda sencilla, unos pantalones, pero me mareo ante tanta variedad hasta el punto de que me hago un lío con el tono de verde botella que, moda de este otoño, se repite por doquier, eso sí, con alguna variante en los rotos del pantalón, en el bajo descosido, en si son bajos o altos o bajísimos… y tengo que hacer cola en los probadores y en la caja, gasto energías y tiempo y acabo, en el mejor de los casos, comprando el primero que vi que era idéntico a los demás. En las escaleras del comercio de pisos, no automáticas en este caso, unos cuantos hombres complacientes esperan extenuados que sus compañeras elijan de una puñetera vez, tampoco son Richard Gere. Y suerte habré tenido si, justo, esa prenda que miré al principio, está en su sitio, cuando ya me he decidido porque lo normal será que haya desaparecido entre la vorágine de almas empeñadas en comprar a toda costa.

Sí ya sé que en las tiendas exclusivas esto no pasa, pero a esas yo no voy y tampoco van el común de los mortales. Y sé también que se puede comprar por internet, pero estoy haciendo una comparación, que siempre son odiosas y tampoco hay que hilar muy fino.

Ahora, eso sí, si yo estuviera en mi primera juventud no iría a la capital de compras porque entonces con un vaquero raído pasábamos una temporada entera. Yo, entonces hubiera ido a la capital para poder escuchar a algún político y hubiera querido estrecharle la mano y me hubiera dejado seducir por alguno. Pero hoy  yo desearía vivir en la ciudad, quizás únicamente, para poder ver a los políticos así, de cerca, cara a cara y poder decirles unas cuantas cosas. Ir a la puerta del Congreso, a la distancia exigida, claro, y gritarles unas cuantas lindezas; o a la puerta de las sedes de los partidos; o al lugar en que fueran a inaugurar algo. Nada de insultos, sin acritud, algún dardo envenenado. Liberar el estrés a fuerza de llamarles de todo y de gastar muchos tacos. Y es que ver a Rajoy y venirme a la cabeza un montón de improperios es todo uno y eso me sirve para todos, no se salva ni uno. Eso sí, voy a tener que esperar porque estos servidores públicos, estos bienhechores de la humanidad que dedican su tiempo al bienestar de los ciudadanos, estos seres que nos tienen que gobernar y siguen en el desgobierno se han ido a descansar del descanso supremo. Me recuerdan a esos personajes de las llamadas revistas del corazón que se dedican a nada y en verano salen explicando a qué paradisíaco lugar van a ir a descansar. A eso ha llegado la política en este país. Rajoy anda que te andará por esos mundos de dios, sudoroso, con un atuendo ridículo y diciendo que de no aclamarlo a él como Presidente se caerá en el ridículo; Sánchez tragando arena en una playa, en silencio; Iglesias ni se sabe, yo hace días que no lo veo, lo cual es de agradecer; y Rivera haciendo unos bolos de telonero oficial del andarín del que había abominado hasta la saciedad hace nada. Sé que podría escribirles en esas páginas virtuales y largar ahí toda mi furia, pero corro el riesgo de que me contesten y eso sería peor.

Mejor sigo aquí y escribo y, de paso, deleito a algún lector amable. O sea, que nada ni por esas. Que me quedo en mi ciudad provinciana, tranquilamente.

Artículo anteriorPresentación del proyecto España Horizonte 2030
Artículo siguienteDe Brasil a Cannes y la mirada patriarcal
Soy Doctora en Derecho, Abogada en ejercicio y profesora de Derecho Constitucional en la UNED de Barbastro. Hace poco leí unos pensamientos hermosos sobre la necesidad de escribir, que me impresionaron, acaso, porque me veía reflejada en ellos. Escribir ha sido para mí algo necesario, desde siempre, algo que he hecho siempre aunque me dedicara a otro oficio o tuviera otras ocupaciones. Mejor o peor, con más dedicación o menos, en los mejores momentos de mi vida y en los peores, siempre he escrito. Creo en el valor de la palabra escrita, en su fuerza y en su belleza, hasta el punto de que me altero cuando alguien la maltrata o la utiliza sin tino o sin delicadeza. Y la palabra es, también, un arma valiosa y dura, como dijo el poeta, por eso y porque no puedo olvidar que soy, como todos, un animal político, necesito también usarla para bramar contra el orden establecido que nos aplasta y nos oprime de muchos modos y contra el que nada más tenemos los ciudadanos corrientes. De lo que he escrito, algo ha sido publicado. En poesía: en la colección Voces Nuevas, VIII selección de poetisas, Editorial Torremozas, Madrid 1991; en la obra “Trayecto Contiguo (última poesía)”, Editorial Betania, colección Antologías 1993; inédito “Donde crecen las amapolas”. Y tengo pendientes de publicar, ya en prensa, una colección de cuentos para niños titulada “Cuentos para soñar” He sido y soy colaboradora en prensa: artículos de opinión y sección de Crítica Literaria en “Franja Digital” y colaboradora habitual de la sección “Al levantar la vista” y Extraordinarios del Semanario “El Cruzado Aragonés”. Y ya, por mi profesión, he publicado en Ensayo: “Reflexiones en torno a la previsión Constitucional de los Estados Excepcionales” en la Revista “Annales” de la UNED, Barbastro, tomo V 1988; mi tesis doctoral:“ La tutela del Rey menor en la Constitución de 1978” en la colección Aula Abierta, UNED Ediciones, Madrid 2000; “La cuestión de la incompatibilidad del tutor del Rey menor con cualquier otro ´cargo o representación política´ “ en Anuario de la UNED, Barbastro 1995-2000; “ La ruptura de la pareja de hecho: aspectos procesales”, en Actas de los Vigésimos encuentros del Foro de Derecho Aragonés 2012, Edición el Justicia de Aragón, Zaragoza 2012; en prensa “Secreto de las comunicaciones y correo electrónico”.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre