Llevo muy poco tiempo compartiendo mis reflexiones de forma pública y la percepción de la vida cambia día a día. Muchas personas somos o queremos ser juncos, con raíces firmes, en las que nos mantenemos arraigadas y a las que el viento hace mover sin perder lo esencial y adaptándonos minuto a minuto. Hoy esta columna la he querido titular «desde el gallinero» inspirada por esa suerte que tenemos a veces de poder ver la cosas desde arriba, desde la distancia. Esa privilegiada situación permite que sea una visión cada vez más personal, no menos apasionada, pero sí más objetiva. A veces los árboles no dejan ver el bosque.
 
He estado varios años en la vida política, mejor dicho, en la actividad política, desde una posición demasiado cercana, que probablemente limitaba mi campo de visión, que no mi pensamiento y crítica. Ahora es cuando estoy integrando todo lo aprendido e intentando que sirva mi experiencia para quienes tengan que asumir esos retos. Porque la Política es necesaria y estamos obligados a mantenerla, no existe otra forma de trabajar por lo que es de todos, y ello implica que impidamos que se convierta en un lodazal al que parece que estamos abocados. Hace pocos días resumía en su editorial un medio nacional que nuestro país necesita, urgentemente, una catarsis colectiva y de regeneración de la vida pública. Creo que daba en la diana, a la que todos tenemos que conocer y reconocer, para ver qué papel tenemos en esa catarsis y en esa regeneración porque es una auténtica necesidad social.
 
También en estos convulsos días recibí la carta que un compañero, amigo, buena persona de gran valía, va a enviar porque quería «darse de baja en el partido político». Razones le sobran para ello y las comparto en su totalidad ya que, específicamente, se refiere a la degradación de la vida política, la pérdida del objetivo de trabajar para mejorar los servicios públicos y, sobre todo, a la nauseabunda utilización de muchos para delinquir. Lo comprendo y le animé a que lo hiciera público y, a la vista de los acontecimientos, vaticino que no será el último en alejarse de este mundo de la Política. Pero lo lamento y mi opinión es que la gente comprometida nunca se debe alejar de la política, sino solo del partido, que es la causa real de su decepción. Podría llegar el momento en que solo permanezcan allí, en las estructuras de los partidos, las personas incapaces de hacer autocrítica. Porque la política es algo más que lo que desgraciadamente nos enseñan los partidos y su frecuentemente desafortunado funcionamiento interno. Por eso, y para que la Política, con mayúsculas, siga existiendo, hay que pasar a llamar a la corresponsabilidad y exigencia y ratificar que vamos a ejercerla todos y cada uno de nosotros desde el sitio o el lugar en que estemos.
 
Pero hablando de política y de partidos, aparece la gota que desborda el vaso, ya lleno, de la corrupción. Bueno, llevamos demasiados vasos, aunque parece ser que nos engañamos a nosotros mismos vaciándolos y olvidando. Conocemos tantos casos que los ciudadanos ya no distinguimos ninguno, por mucho que se empeñen los investigadores en darles nombres singulares a cada una de sus tramas. Son demasiados casos, tantas personas, tanto tiempo y hasta tan burda la forma de actuar, que es imposible pensar que haya crecido y permanecido oculta tanto tiempo. No puedo creer que esto no lo conociesen los más cercanos e incluso las propias instituciones y organizaciones políticas. Los partidos tienen mecanismos de regulación o autorregulación, por eso me parece imposible que esto haya llegado hasta este increíble límite, sin que nadie advirtiera o dijera nada hasta ahora. Hay muchas personas que nos sentimos defraudadas, decepcionadas y hasta humilladas por haber trabajado en organizaciones que no son capaces de detectar estos comportamientos. Nunca sabremos el daño que han hecho al resto de las personas que ejercemos la actividad política y al conjunto de la sociedad.
 
Por ello creo que hay que evitar, prevenir y detectar tempranamente estos comportamientos. No se trata solo de que actúe la Justicia, ahí ya es tarde y el daño ya está hecho. Esta tarea de evitar la comisión de delitos y regeneración ética debemos hacerla entre todos, en el conjunto de la sociedad y, muy especialmente, las organizaciones, instituciones y los propios partidos políticos. Mecanismos tienen para ello y en caso de ser ineficaces deberán ser revisados. Hablamos no solo de la decepción social, que se está trasladando y transformado en hartazgo para todos, sino también en el daño que hace a la imagen de nuestro país en un momento en el que la estabilidad y seguridad son factores muy importantes para el desarrollo social y económico.
 
Y aún sin querer caer en la anécdota de que esto es demasiado grave, siempre que existe un caso tan deleznable pienso en esos familiares que sean inocentes y tengan que seguir con ese apellido marcado y asociado a un caso de corrupción. Recuerdo también a las personas, que sin ser familia, comparten un apellido poco frecuente y tienen que aguantar las preguntas o chascarrillos sobre su relación con la persona en cuestión. Por eso es sustancial señalar, como comenzaba, «la importancia de llamarse González». No se puede demonizar a todo un país, a todo un sistema, como tampoco a todos los políticos. Separemos el grano de la paja. Sería tan injusto como señalar a todos los que se apellidan González.
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Nací en Toro (zamora) hija de"maestros de escuela", de esos que solo aspiraban a desarrollar su vocación y eso era era el centro de su vida. Licenciada en Medicina por la Universidad de Salamanca, por creer en un sueño. Sueño que, pese a ejercer pocos años, marcó mi interés por ayudar a las personas y, por ende, a la sociedad. En la Administración Sanitaria, he ejercicio como Inspector médico, y he sido directora del Hospital de los Montalvos en Salamanca. También he sido Directora General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad de Castilla y León . Como actividad política he sido Consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, alcaldesa de Zamora y Consejera de Empleo, portavoz y Vicepresidenta de la Junta de Castilla y León. Esta es mi vida profesional, pero la que de verdad me mueve es la personal, la del compromiso social. He trabajado en el mundo de la Cooperación Internacional, tanto en la parte asistencial y social, como la destinada al Desarrollo. En este sentido, he colaborado especialmente con los saharahui en Tindouf (Argelia) y colaborado con otros proyectos en Etiopía, República Dominicana, India y Perú. Las dos vidas han sido paralelas y complementarias, aunque estoy segura que esta última es la más necesaria.

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