Cuando alguien dice “El islam es una religión patriarcal” lo primero que contesto, sin acritud, es que el islam ni es una religión, ni es patriarcal. Parafraseando a Sirin Adlbi Sibai, autora de “La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial”, el Islam no es una religión, entendiendo religión como una extrapolación del concepto cristiano-céntrico y occidental-céntrico a través de lo que ella denomina “la colonialidad de la religión”; puesto que el Islam carece de dogmas, doctrinas, instituciones o jerarquías religiosas, representantes de Dios en la tierra, o intermediarios religiosos.

El concepto “patriarcal” también es otro secuestro de la colonialidad cristiano-céntrica hegemónica. En el Islam, Dios no es padre. Dios es el Creador. No tiene género ni número, no ha engendrado ni ha sido engendrado. Jesús es el profeta del cristianismo, no su hijo. Todo esto aleja al Islam del concepto “patriarcal”. Además, ante la pregunta: ¿Quién es más merecedor de un buen trato?, el profeta del Islam (la paz sea con él) respondió “Tu madre” tres veces consecutivas antes de decir “Tu padre” –y sólo una. Tres veces antes están las madres en el Islam a la hora de establecer un trato benévolo y complaciente. Otra de las afirmaciones del profeta del Islam fue: “El mejor entre vosotros es aquel que mejor trata a su mujer”. Ese es el estatus que el Islam confirió a las mujeres en general, sin necesidad de que sean madres, y a las madres en particular. Un estatus muy patriarcal y misógino, ¿eh?

Otro asunto radicalmente diferente pudiera ser, por cierto, lo que las sociedades árabes, patriarcales y misóginas han prostituido de ese estatus original de la mujer para su propio beneficio. Sólo hace falta transportarnos a países como Irán o Arabia Saudí para entender que lo que sucede allí no es más que el incumplimiento más radical y repulsivo de las enseñanzas de nuestro querido profeta, que era el reflejo de un islam espiritual y no político, aún no contaminado por el poder y el privilegio ilícito y degradante de los actuales y corruptos líderes y jeques árabes.

Por otro lado, el Islam persigue el equilibrio y la justicia social, y no hay equilibrio ni justicia social si no hay justicia de género.

Cuando explico con mucho orgullo que reivindico la justicia de género desde mi deber islámico, lo digo por una razón de fe muy poderosa. Hay una enseñanza del profeta del Islam que dice así: “Quien de vosotros vea una mala acción/injusticia, que intervenga (acción), si no puede intervenir, que lo condene con su lengua, y si no pudiera con su lengua, entonces que lo desapruebe en su corazón, y esto último es la mínima manifestación de la fe”.

El impacto de estas palabras es, así, poderosísimo: callar ante cualquier opresión no es una actitud islámica. El Islam no es pasivo, nos insta a la acción. No nos permite presenciar o ser víctimas de una opresión, la que fuera, y callar, aguantar, o mirar para otro lado. Cuando presenciamos una injusticia tenemos que intentar cambiarla. El concepto de poner la otra mejilla no es un concepto islámico.

Además, en el Islam no existe el “pecado original”. Todos los seres humanos nacemos libres de culpa y de pecado, razón por la cual el sacramento del bautismo no es una práctica islámica. Según la tradición islámica, Eva y Adán desobedecieron la palabra de Dios, sí, pero ella no fue en ningún momento la instigadora de la desobediencia, y, por lo tanto, asume la misma culpa que Adán, ni un grado más. Esto da lugar a tres revolucionarias interpretaciones: ni las mujeres somos fuentes de pecado, ni nacemos culpables, ni ningún ser humano carga a sus espaldas la responsabilidad de los pecados de otro.

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Femimora por vocación. Nacida en España. De padres sirios, sangre árabe y corazón asturiano. Licenciada y masterizada en Farmacia, pero apasionada de las letras y los derechos de las mujeres. He vivido y estudiado en España, Jordania y Reino Unido. Actualmente estoy afincada en Dubai. Mi compromiso con el feminismo en su versión islámica (femimorismo) es extenuante, pero también electrizante. Y mi guerra contra quienes nos niegan es sin cuartel: musulmachos (machirulos que usan la religión ilegítimamente para usurpar nuestros legítimos derechos coránicos), extremismos laicos (que practican la Inquisición a la inversa, y pretenden quemarnos en la hoguera por creer en Dios y practicar nuestra fe), y feminismos coloniales (que lapidan nuestra capacidad de empoderamiento y emancipación en nuestro propio contexto religioso y cultural). Mi mayor desafío: un mundo libre de violencias de género. Mi herramienta: sororidad. Mi lema: ser y dejar ser. Mi mejor aliada: la ironía.

7 COMENTARIOS

  1. Si queréis conocer a una feminista árabe, decente y comprometida con la liberación de la mujer, aquí la tenéis es egipcia y se llama: Nawal el Saadawi . Os dejo un enlace de una entrevista. Esta si es una feminista de verdad y no una tal: Wadia N-Duhnila . A ver si nos enteramos; el islam es machismo, misoginia y reacción a todo lo que no sea islam. La señorita Wadia N-Duhnila, intentar confundir e intoxicar al personal, está muy feo y es profundamente deshonesto…

    http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/nawal-el-saadawi-entrevista/?rel=cx_articulo#cxrecs_s

    • No veo que nadie está intentando confundir a nadie excepto tú, con tu visión sesgada y eurocentrista, al igual que lo es la de la mujer que hablas. No voy a negar que ha hecho cosas realmente válidas, pero su punto de vista es insultante hacia otras mujeres, con lo cual no me parece que una feminista debe de insultar a otras mujeres diciendo que son idiotas por llevar un pañuelo en la cabeza. Pero claro a los eurocentrista os encanta la gente que reniega de sus raíces y que se vende al occidente colonizador

  2. Olvidas los versos en los que claramente se instruye a la mujer a obedecer a su esposo, y este incluso tiene el poder divino de amonestarla y hasta golpearla. Te olvidas que en el coran claramente dice que el hombre tiene un grado mas que las mujeresetc. Creo que muchas personas estan mas que enterados de las desigualdades en el coran. (Una mujer no vale lo mismo que un hombre, un musulman no vale lo mismo que un no musulman)

    Incluso los sitios mas moderados claman que el islam no promueve la igualdad. Los roles de genero estan muy bien definidos en el islam y son extremadamente inflexibles. Vienen de una sociedad arabe patriarcal que quedaron divinizados en el coran.

    • Deberías leerte » la soberanía de la mujer en El Corán» de Carmen del Río. Así sabrías de que hablas y dirías menos sandeces.

      Salam

  3. Goethe decía que nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.
    A veces es bueno dar un paso atrás y preguntarnos si lo que hacemos y decimos podría dañar a alguien, si las ideas más entrañables y firmes en nuestro corazón no son más que la interpretación (siempre subjetiva) que le damos a la realidad que pobremente percibimos, si las emociones son el viento que impulsa el navío de nuestra existencia.

  4. Igualmente, sí me resulta patriarcal justamente el ejemplo que tú has puesto como que no lo es: “El mejor entre vosotros es aquel que mejor trata a su mujer”. Como dices sin necesidad de que sean madres, pero sí con la necesidad de ser mujeres de alguien, ¿por qué no diría simplemente «a la mujer»? ¿No somos mujeres por nosotras mismas, sin la necesidad de otros?

  5. Se llama «promover la agenda de la Hermandad Musulmana». Tanto esta autora como Sirin Adlbi Sibai son de la misma ideología, e intentan probar que el Islam ha sido la primera religión en dar derechos a las mujeres, cuando ha sido la última grande de una larga oleada de movimientos patriarcalistas en una Arabia que tenía reinas y diosas. El Islam, desde su fundación, acepta la esclavitud, la poligamia y la guerra, tres instituciones que son la base del patriarcalismo. Todos los califas han sido hombres y miembros de la familia del profeta (los papas al menos eran elegidos y no mantienen lazos de parentesco con Jesús).
    Apelar al eurocentrismo es caer en el mismo error que tachar a un pensador chino de sinocentrisa. No explica nada, sólo contribuye a detestar al «otro» europeo por el hecho de serlo.

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