La alternativa al pensamiento neoliberal es la conciencia, fueron estas las palabras que proclamaba  el ya fallecido premio nobel José Saramago en las postrimerías de una crisis económica fabricada, hecha a medida como decía el portugués para construir un mundo de ricos y pobres, una globalización de la brecha social que hiciera posible que las democracias palidecieran impotentes ante la dictadura del poder económico de un sistema capitalista ingobernable y decidida a doblegar el significado más profundo de la soberanía de los pueblos.

Así, hoy cuando el graznido de quienes proclaman el final de la crisis económica se muestra como permanente en el fragor de la confrontación política la absurdez de dicho planteamiento toma forma en la realidad de unas estadísticas que hoy nos devuelven a la cruda realidad de los desahuciados,  esos que en columnas pertrechan los caminos hacía la desesperación y la invisibilización del número y el olvido de su historia, aquella que compartida con las más de 650 mil víctimas de una crisis asesina de sueños  nos habla de miedo al futuro, de incertidumbre en el presente y desesperación en el mañana.  Historias que se enmarcan en la recreación de una nueva España en forma de Hurdes sin pan en donde la vergüenza a pedir oculta aún si cabe más la realidad de quienes apoyados por las redes familiares se resisten aún en ocupar sitio en los comedores sociales que hoy germinan por doquier en un país el nuestro en riesgo de fractura social.

Y mientras nuestro país se desangra , el neoliberalismo cabalga con fuerza , lo hace sin el control de unas democracias de papel , frágiles y conformadas por una clase política sucumbida en su particular síndrome de Estocolmo ante las doctrinas del miedo y del crack económico.  Unas democracias incapaces atenazadas e incapaces de hacer frente desde la acción conjunta a los retos y desafíos de este nuevo tiempo de cambio ,de transformación y globalización.  Un tiempo, el de  hoy en donde las decisiones del presente marcaran el futuro, aquel que se construirá sobre la base de la desigualdad y el miedo o sobre la justicia, la igualdad y la conciencia.

La conciencia es hoy como lo fue ayer la única alternativa posible al pensamiento neoliberal, palabras estas que clamadas por el premio nobel José Saramago hace ya algunos años nos advertían del futuro al que nos encomendamos,  ese en donde las dictaduras y el totalitarismo no se construirían desde la bota militar sino desde el miedo y el poder económico.

El miedo, ese poderoso aliado del poder que hoy vuelve a ser presentado en la escena de la opinión pública  para anunciarnos una nueva crisis económica conformada por el coctel explosivo de la subida del tipo de la FED, China, el hundimiento del crudo y la situación de la banca.  Y es que ante la dictadura de la arquitectura del miedo se sustenta en atenazar todos nuestros sentidos para hacernos olvidar que sin conciencia, no existe democracia, y que sin justicia, igualdad y libertad estamos condenando al mundo a su noche más oscura.

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