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Democracia española: un juego de puñaladas traperas, odios e intrigas palaciegas entre políticos

El terremoto que ha hecho tambalear el poder autonómico del PP pone en evidencia el cainismo que se ha apoderado de la vida pública española

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análisis

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“Como Gobierno de la Comunidad nos habéis jodido”, le afea la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, a Pablo Casado. De esta forma, la líder municipal de Ciudadanos reprocha al PP de Madrid que haya optado por disolver el Parlamento regional para convocar elecciones anticipadas y revalidar un triunfo que parece cantado. La frase fue captada ayer por las cámaras de TVE, sin saberlo Villacís, durante los actos oficiales por el aniversario de los atentados del 11 de marzo. Al parecer, Casado cometió el error de acercarse amablemente a la vicealcaldesa para darle los buenos días y ella le contestó con un lenguaje tabernario propio de los extrarradios madrileños. No deja de llamar la atención cómo estos muchachos y muchachas finolis educados en buenos colegios de curas y monjas se comunican entre ellos con una jerga propia de un film de Nacho Vidal.

A la vicealcaldesa le ha salido el improperio de lo más hondo de su ser, como aquellos dos policías de la serie The Wire que buscaban casquillos de bala en la escena del crimen mientras no dejaban de repetirse “joder, joder, joder”; o como los diálogos del mismísimo Samuel L. Jackson, que ostenta el récord oficial de tacos por película. Villacís podría haber utilizado cualquier otra expresión como estamos fastidiados, estamos molestos, pachuchos o depres para definir el estado de ánimo de las huestes de Ciudadanos tras haber sido apartados del poder por Isabel Díaz Ayuso. Pero le ha dicho a Casado que están sencillamente jodidos. O lo que es lo mismo: acabados, finitos, caput.

Según los últimos estudios científicos, la palabra “joder” (y toda la larga lista de tacos y juramentos) se encuentra en las regiones más profundas del cerebro humano, concretamente en una zona que compartimos con otros primates, mamíferos y lagartos. Nuestro cerebro reptiliano probablemente guarda esos vestigios sonoros desde la noche de los tiempos, cuando aterrorizados nos refugiábamos en la cueva mientras los depredadores acechaban fuera, en la oscuridad de la selva, con el ánimo de jodernos vivos.

A todo mortal o hijo de vecino le ha salido un “joder” alguna vez de forma espontánea y sin filtro, como cuando por accidente nos aplastamos el dedo gordo con un martillo o en respuesta a una putada del jefe. Para putada la que le ha gastado Díaz Ayuso a Ciudadanos al convocar elecciones. La maniobra de la lideresa, sin duda una manera de quitarse de encima al pesado de Ignacio Aguado y los demás naranjitos, tiene por objetivo poder flirtear libremente y sin complejos con la extrema derecha de Vox. Ya se sabe que tres son multitud, y más en política, de modo que el que sobraba en el nuevo romance ultra era la “derechita cobarde” fundada en su día por Albert Rivera. A la dura y trumpista IDA le estorbaba Cs para sus planes de futuro, mayormente porque un partido de la derecha liberal aseada, europeísta y presentable no encaja en su sueño de un Madrid falangista, taurino y cañí. De ahí que haya optado por cargarse de un plumazo a Ciudadanos antes de coaligar con Rocío Monasterio. O sea, que los ha jodido.

Villacís sabe bien que el taco castellano que ha utilizado es el que mejor define lo que ha ocurrido en las últimas horas de vértigo en España. Hace tiempo que la política nacional se ha convertido en una depravada y vengativa jodienda de todos contra todos. Aquí ya no se trata de resolver los problemas acuciantes de los españoles, sino de joder por joder, de fastidiar al rival o competidor político lo más posible, de jugar al Monopoly macabro del odio y de darle por donde amargan los pepinos al partido de enfrente. Y así es como Abascal jode a Casado en su pugna por la hegemonía de la derecha española; Díaz Ayuso jode a Arrimadas; Pablo Iglesias jode a Pedro Sánchez (o al menos intenta joderlo a todas horas); el rey emérito jode a su hijo Felipe con sus escándalos financieros; Puigdemont jode al que puede desde Bruselas; Gabilondo se jode él mismo con su aparente indolencia en un extraño ejercicio de masoquismo político; y en general la clase dominante española termina jodiendo al pueblo, que es el gran damnificado/maltratado de toda esta orgía nefasta de ineptitud, cainismo y mociones de censura como cuchilladas traperas en que se ha convertido la vida pública nacional.   

Ya dijo el maestro Cela que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo. Y esa es una verdad tan irrefutable como que dos y dos son cuatro. Ciertamente, Villacís y los suyos están jodidos porque si estuvieran jodiendo la víctima sería Díaz Ayuso y no es el caso. Si nos atenemos a los sondeos, que dan a la emperatriz de Lavapiés una victoria por amplia mayoría, comprenderemos que la alumna aventajada de Espe Aguirre tiene claro y diáfano su futuro, mientras que los de Ciudadanos ya pueden apuntarse a la cola del paro para buscar trabajo, y ni eso después de que los hackers rusos hayan reventado el sistema informático del SEPE.

La democracia española se ha convertido en una película de Scorsese con siniestros fulanos y fulanas jodiéndose a conciencia, navajeándose y matándose entre ellos en plan psicópata Joe Pesci. Una bárbara, sangrienta y cruenta reyerta multitudinaria, en fin. Aquí todos empezamos a estar bien jodidos, como dice Villacís. A falta de que se aclare qué es lo que ha ocurrido en este país en los últimos dos días de acoso y derribo contra el poder autonómico y municipal del PP, cabe deducir que hay dos Españas más vivas que nunca: la de los jodidos y la de los jodientes. O sea, los dantes y los tomantes. ¿En qué bando le ha tocado a usted?

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