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Déjalo en casa II

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Si fueseis capaces de «dar el salto» al televisor apagado (me dicen que es tendencia), y de ahí al televisor desechado y al no-teléfono suprimido, eliminando así todo baño de información online sobre actualidad, tomaríais conciencia del carácter desvergonzadamente culebresco y folletinesco de toda la basura que os meten vía pantalla. 

La mentira es pan de cada minuto, píldora virtual con la que comulgáis a ojos cerrados y amplificador a tope. Lleváis demasiado tiempo indignadas con las paranoias e indignaciones ajenas, méritos y neurosis de unos personajes que ayer se llamaban Trump o Chikilicuatre, hoy se apodan Sánchez o Feijóo y mañana tal. Muñequillos en movimiento, dotados de palabra y «talante», asumen carteras y delegaciones y presidencias con todas las de la ley (o no), bailando al son del Gran Lobby (o tampoco) motivando estériles chácharas telefónicas, densos y encendidos debates amateur de taberna y portal, de polémica celebración dominguera. Siempre la misma agotada historia, ¿por qué? Porque los muñequillos del culebrón folletinesco de las tres, las nueve y el 24 horas despiertan entre los comensales malas leches y frustraciones, pero dando lugar también a justificadas impotencias e indignaciones por lo que debería presentarse a diario en pantalla y ni se toca. Y es que el Hemiciclo (Cámara Bajísima) se ha convertido en un plató de media tarde/noche donde los «colaboradores» de todo signo ideológico saltan por encima de argumentos y veracidades y hasta realidades para escenificar sus neuróticas performances y «llevar la razón» o simplemente dejar claro por enésima que el otro o la otra «dijo ayer lo contrario». Ambiente de una clase de primaria oficiada por un profe novato, o de una compañía de reclutas forzosos, o de un parque de bolas a mediados de una fiesta en la que Menganita y Zutanete llevan ya demasiado tiempo ocupando el tobogán favorito o se han hecho con un trozo de tarta cuyas proporciones y plazo de entrega no fueron convenientemente debatidos ni reflejados en el preámbulo del proyecto. Y así hasta el infinito mientras asistimos impotentes a otra injusticia, a otra esporádica (filtrada), fugaz noticia sobre nuevas o lastradas carencias en prisiones, residencias de viejos, centros de día, servicios sociales y largo etc. ¿Y sabéis qué? A estas alturas ya deberíais conocer lo determinante que sigue siendo vuestra actitud respecto a los problemas que os afectan, duelen e importan. Solo cuando apagáis la tele para salir a la calle y practicáis el boicot a todo lo insultante y ridículamente pasado de precio y falto de consistencia, a todo lo innecesario, superficial, estúpidamente infantil, y centráis la indignación en lo que de verdad importa, indigna y sacude la vergüenza (si queda) de un país, y dejáis de bogar al ritmo del cómitre no-teléfono, y despreciáis la tonadilla de tanto politicucho mediatizado y tanto medio politicuchado, solo entonces alcanzáis la plena visión panorámica de una realidad mucho más adulta y compleja que hasta la fecha permanecía velada por los efectos de la píldora virtual que todo Poder os vende como «lo qué importa» y «está pasando».  

Todos sabéis lo que importa, y esto es lo que está pasando. Mirad por la ventana y, a modo de pequeña muestra, descubriréis una calle literalmente in-va-di-da de coches. O bien acercaos a las inmediaciones de una residencia de viejos, y contemplad cómo se iluminan los ojos de esos por muchos «desahuciados», cuando reciben la ansiada visita de un ser querido. ¿Os parece bonito, elocuente, asumible? Pues hay mucho más, triste o agradable, magistral o desastroso, enorme o diminutamente humano, auténtico, sin trampa, ahí afuera, a vuestro alrededor, en la REALIDAD, lejos de las pantallas. 

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