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Defender la soberanía nacional, antes y después de la cumbre

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análisis

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Defender la soberanía nacional de España -luchar por la independencia nacional de nuestro país- es clave para defender los intereses fundamentales -en el presente y en el futuro- de nuestro pueblo y nuestra nación. Y eso se debe hacer antes y después de cualquier acontecimiento, antes y después de cualquier cumbre, antes y después de la actual cumbre de la OTAN en Madrid.

Desgraciadamente -en España y dentro los cambios en la situación mundial y europea- hay dos peligros que enfrentamos. Uno -principal, y ya de largo recorrido- es la intervención política, el saqueo económico y la dominación militar que la superpotencia estadounidense impone a nuestro país. Es el obstáculo determinante que impide a España salir de la crisis mediante la redistribución de la riqueza. Nos oponemos.

Otro -secundario pero importante- es la invasión imperialista rusa de Ucrania que trata de destruir la soberanía del pueblo ucraniano, además de amenazar el futuro de los pueblos europeos si su agresión bélica sigue adelante. Nos oponemos.

Un mundo turbulento y parturiente

El mundo se encuentra en un periodo muy turbulento. Nos encontramos en el ocaso de un mundo unipolar -con Estados Unidos como la única superpotencia realmente existente- y el complicado parto de un mundo multipolar. Y en su seno se están desarrollando dos tendencias antagónicas.

La tendencia por un mundo multipolar -que alumbrará algo nuevo asentándose sobre el más escrupuloso respeto a la independencia nacional de todos los países del planeta y a las decisiones soberanas de sus pueblos-, y la tendencia que reproduce -como un retroceso- las viejas prácticas imperialistas -como es el caso de Rusia, con memoria de vieja superpotencia- con invasiones militares, dominaciones económicas e intervenciones políticas para imponer sus designios a pueblos europeos y de otros continentes.

40 años de incumplimiento del referéndum

Aquí debemos oponernos principalmente a las intervenciones dominantes del hegemonismo estadounidense sobre nuestro pueblo y nuestro país, sin dejar de oponernos a la invasión rusa de Ucrania y apoyar -armamento incluido- al pueblo ucraniano.

España es el único país de la Alianza Atlántica cuyo ingreso ha tenido que ser ratificado mediante un referéndum. Un 30 de mayo de 1982, domingo, cumpliendo con las apremiantes exigencias de la Casa Blanca de Reagan, el gobierno de Calvo Sotelo metía a España en la OTAN. Cuatro años después, el 12 de marzo de 1986, una inmensa y persistente movilización popular impuso al gobierno de Felipe González la celebración de un referéndum para refrendar o rechazar tal ingreso.

El sí -defendido por un PSOE que había ganado las elecciones al grito de “OTAN de entrada, no”- se abrió paso con una campaña llena de trampas y chantajes, y una farragosa pregunta, que proponía permanecer en la OTAN con tres condiciones: que España no ingresara en la estructura militar de la OTAN, la reducción progresiva de las bases norteamericanas, y la prohibición de almacenar armamento nuclear en nuestro suelo.

40 años después no solamente no se han cumplido ninguna de estas condiciones -incumpliendo el mandato popular del referéndum- sino que se ha ampliado la integración de nuestro país en la estrategia estadounidense. Estamos en la estructura militar de la OTAN; las bases estadounidenses albergan el escudo antimisiles y el AFRICOM -el mando para África de EEUU-; y por las bases de Rota y Morón circulan habitualmente las tropas y los buques de la VI Flota con armas nucleares. De hecho, Morón fue utilizada como base puente de los aviones que participaron en las invasiones de Irak y Afganistán.

El antes y el después de la cumbre

40 años después del ingreso de España en la OTAN, se va a celebrar en Madrid una cumbre decisiva. Sin embargo, las críticas se concentran en el aumento del gasto militar; y se esquiva el problema principal -que la permanencia en la OTAN implica el secuestro de nuestra soberanía nacional e implica la subordinación política y militar a Estados Unidos.

Porque ni es una cumbre más de la OTAN, porque nos enfrentamos a la invasión rusa de Ucrania, porque nos estamos jugando no solo un problema de dinero -cuestión importante, por supuesto, porque incrementa los gastos militares a costa de recortar el dinero que se dedica a sanidad y educación-; lo que está en juego es mucho más determinante.

La permanencia en la OTAN significa aceptar el secuestro de la soberanía nacional por Estados Unidos y la renuncia a tener la capacidad de decidir nuestro propio destino como país y como pueblo, con autonomía para tomar las decisiones que mejor sirvan a nuestros intereses y lo que sea más justo para la defensa de la paz y las relaciones de cooperación a nivel internacional.

El silencio antes de la cumbre, y ¿después?

Pero si hay algo que recorre la izquierda y la derecha -mayoritarias en las últimas décadas- es el haber aceptado la losa de silencio que se ha extendido sobre la creciente implicación de España en la OTAN y la subordinación de nuestro país a la estrategia militar estadounidense. Se ha aceptado que el sometimiento a Estados Unidos -militar en espacial- sea un tema tabú -sobre el que no se puede discutir, ni se debe hablar y ni siquiera pensar-.

Sin embargo, 40 años después España es uno de los principales contribuyentes -uno de los 5 países que pone más medios a disposición de la OTAN, el 7º aliado en aportación de militares, 125.000 efectivos militares que han participado en 22 misiones y de los que, dolorosamente, han perdido la vida 119, de ellos 100 en Afganistán-; esos son los hechos.

De las palabras a los hechos

Biden afirma que “el principal reto” sigue siendo China y que hay que aprovechar las alianzas forjadas contra Putin para contrarrestar la influencia china. Y su subordinado Blinken ha reafirmado que incluso mientras continúa la guerra de Putin Estados Unidos seguirá centrado en el desafío a largo plazo que plantea China.

Esta cumbre va a reforzar el alineamiento de España con la superpotencia hegemonista, lo que hipotecará aún más nuestra soberanía para tomar las decisiones más justas para nuestro país y nuestro pueblo y para jugar un papel activo en defensa de la paz en el mundo.

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