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Decadencia total

Miguel Ángel Cerdán
Miguel Ángel Cerdán
Licenciado en Historia. Profesor de Secundaria en la enseñanza pública. Articulista en diversos medios digitales e impresos de la Comunidad Valenciana.
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análisis

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Entre la Plaza Clave y las Cuatro Esquinas, en la calle Enmedio, hay un mínimo de 20 locales con el letrero colgado “se vende, se alquila”. Esta situación se repite sistemáticamente por todo el centro de Castellón, en la calle Alloza, en Rey Don Jaime también, en los aledaños de Diputación. Si uno mira además los precios de los pisos o de los locales del centro de la ciudad es imposible que no reine la desolación. Pisos inmensos y locales, e incluso edificios enteros, son ofrecidos a precio prácticamente de saldo.  La imagen que se traslada es de ruina total, de deterioro y pobreza, de  decadencia irreversible.

¿Qué ha pasado para llegar a esta situación? ¿Cuáles son las causas? ¿Hay soluciones? Éstas deberían ser las preguntas que se hiciesen las fuerzas políticas, sociales y económicas castellonenses. También las de la Comunidad Valenciana y las de España. Sin embargo, se opta por mirar hacia otro lado, por disimular como que no pasa nada, por actuar como la antigua estrella del “Crepúsculo de los Dioses”, que todavía se creía en la cima.

Si analizamos con la mirada fría las causas de esta decadencia total de Castellón, podemos ver perfectamente que hay causas externas y también intrínsecas a la ciudad.

Entre las causas externas podemos hablar de las tesis del geógrafo francés Guilluy, que han tenido su traslación a España con el sociólogo Andrés Cabello en su obra “La España en la que nunca pasa nada”. Guilluy explica de qué manera, fruto de la Globalización, se ha producido una dicotomía en Francia y en toda Europa, entre las grandes metrópolis globales, como París, Ámsterdam, Madrid, Berlín, etc, y el resto del territorio de las distintas naciones. En estas grandes metrópolis globales, donde viven las élites  del mundo globalizado, da igual que sean de derechas o de izquierdas (los Bohemian Bourgeois), y las clases aspiracionales, es decir las que aspiran por sus  intereses y forma de pensar a ocupar, aunque sea mentalmente, “un lugar en la cumbre”, hay infinidad de posibilidades de empleos lucrativos, de triunfo social y mediático. En el resto de los países, viven “los chalecos amarillos”, es decir los “perdedores” de la globalización, antiguas clases trabajadoras y medias, que se ven arrojadas a la precariedad y la creciente pobreza, y que encima reciben el insulto y la mofa por parte de las élites dirigentes globales. En España, como narra Andrés Cabello, esto iría mucho más allá de la llamada “España vaciada”, haría referencia a las ciudades pequeñas y medianas, donde la clase media tradicional está en proceso de extinción, donde la industria ha desaparecido o está en proceso, donde sólo perviven los funcionarios como clases medias, mientras que los comerciantes, una de las espinas dorsales de la clase media tradicional, se han visto arrasadas por la globalización de internet y de Amazon y similares. Son ciudades que se han visto embellecidas pero en las que no hay empleo con una calidad mínima, y en las que se percibe además que no lo habrá. Ni hay atención mediática por supuesto.  Es por ello, por lo que el talento local, los ingenieros, científicos, economistas, tienen claro que no trabajarán en ellas, y buscan desde el principio abrirse camino en las grandes metrópolis globales. En el caso español fundamentalmente en  Madrid, y también en menor medida en Barcelona. Y es que a no ser que se elija el limitado mundo del funcionariado y del servicio público, las posibilidades de empleo y de triunfo personal son muy limitadas en estas pequeñas ciudades. En el caso de Castellón, y lamento decirlo claramente, un ingeniero o un economista de primera línea, ¿qué posibilidades de empleo tiene? Y eso que aún nos queda algo de la industria del azulejo. ¿Un aspirante a científico se quedaría aquí? Digámoslo crudamente; las oportunidades laborales de Castellón y provincia son o camarero, o repartidor o pequeño funcionario. Y para de contar. Porque por no quedar, no quedan ni bancos.

Esto de lo que hemos hablado son causas comunes a casi todas las ciudades pequeñas y medianas de esa Europa vacía, y no solo España, que tarde o temprano estallará. Pero Castellón también tiene causas propias.

En primer lugar, y hay que decirlo, Castellón es una ciudad fea, en la que en su desarrollo no hubo ni una mínima planificación, (por ejemplo en fachadas al menos), y donde en los setenta se permitieron verdaderas aberraciones. Se apostó además, de forma paleta, pensando que el centro era intocable, por grandes centros comerciales en la periferia, por no establecer suficientes aparcamientos subterráneos y hacerlos encima extremadamente caros. Ni entro ni salgo en cuestión de impuestos, locales o no, pero en situación de crisis total tal vez deberían estudiarse. No voy a entrar en más cuestiones, ni por ejemplo en el lamentable transporte urbano.

Esto simplemente han sido unas pinceladas. ¿Qué hacer? Esa es la cuestión. Tanto a nivel de Castellón como a nivel nacional y europeo. Desde luego lo que no hay que hacer es esconder la cabeza, hacer como que no pasa nada, y ya está. Esto es lo que quiere y está consiguiendo que hagamos la élite global que tanto disfruta de su nuevo mundo. ¿Disfrutamos nosotros también de él? Pues entonces.

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