Aprender siempre de la historia para planificar correctamente acciones futuras.

Cuando así se postula, desde el más absoluto de los pragmatismos lo que se puede esperar es que triunfe la razón, siempre en la duda de que sea la políticamente correcta sin más o la socialmente necesaria. En ésa disyuntiva siempre se dudará en posicionarse a favor de una decisión adoptada bien por un ente representativo de los legítimos intereses de la colectividad o hacerlo con aquél que se “adhiere convenientemente” a cualquier reivindicación.

Roma siempre Roma, República o Imperio. Para los que por nuestra formación técnica hemos quedado “prendados” de la capacidad tecnológica de una cultura muy adelantada a su tiempo en ése ámbito, nos queda cuestionar cuando menos su ideario político sin dejar por ello de rendirnos ante sus inmensas capacidades tecnológicas.

“Vías Pretorianas”. Así denominaba Roma a las principales vías de su imperio, a las arterias de la red de rutas que unían las ciudades más importantes. Era el estado quien se hacía cargo de la financiación y de su construcción, pero se requería una contribución de las ciudades y de los propietarios de las zonas atravesadas por estas vías que debían garantizar su mantenimiento.

Más de dos mil años después ésa música nos suena y la letra parece plagiada. Va a resultar que el “Derecho Romano” se podría compendiar junto con otros saberes en norma ineludible a la hora de implementar las acciones necesarias para la planificación y desarrollo de la obra pública de nuestro tiempo.

”El Derecho Romano en lo que afecte a ésta reglamentación, pasará a ser Normativa de Obligado Cumplimiento en la planificación y desarrollo de las obras públicas..”, en el dogma y en su praxis. Sería divertido leer algo parecido en el BOE.

Salvada la frivolidad, ahondemos en la cuestión. Estado o imperio; ciudades o autonomías; propietarios o expropiados. Creo que aún seguimos hablando esencialmente de lo mismo. En otro tiempo, el mensaje transmitía que las Viae Publicae eran absolutamente necesarias para la vertebración del Imperio y hoy hablamos de infraestructuras imprescindibles para la vertebración del Estado y para una mejor cohesión social.

Oportunidad, voluntad y determinación; ésas son las claves que más allá de cuestiones obviamente inasumibles en el orden social de nuestra época, abocaban a la planificación y buen fin de unas obras que han perdurado muchos siglos.

Ejecutar una infraestructura simplemente con criterio de rentabilidad económica puede ser acertado pero del todo insuficiente desde el punto de vista social. Ejecutarla desde el prisma de una necesidad social apremiante es además de acertado justo.

La rentabilidad mediata en casos de urgente necesidad debe de quedar en segundo plano sin pasar por alto el que no sólo es cuantificable el rédito económico que se pueda derivar del uso intrínseco de ésa obra sino que también son cuantificables las derivaciones económicas indirectas que la puesta en uso de ésa infraestructura va a producir.

Desde éste punto de vista es obvio que cualquier obra planificada con un mínimo de sentido de la oportunidad y de la necesidad social, ejecutada con el necesario control y fiscalización, será sin discusión a medio y largo plazo económicamente rentable.

En lo que respecta a la provincia de Almería, la “oportunidad, voluntad y determinación” que aplicaron nuestros colonizadores de hace más de dos milenios a la ejecución de las infraestructuras necesarias para la vertebración de su Imperio, parece ser, que con la decadencia y caída del mismo ahí se truncaron para los almerienses de nuestros días sus pretensiones de sumarse a los territorios que conforman y vertebran la moderna España de hoy.

En la mente de todos están nuestras carencias. Hablamos de infraestructuras y concretamos en el ferrocarril incluido el AVE, en sistemas generales de carreteras inacabados o ejecutados en plazos infinitos, hablamos del agua, hablamos del casi inexistente tejido industrial, hablamos de los problemas que afectan a nuestra agricultura que sufre obsoletos sistemas de comercialización y competencias desleales de países ajenos a la CEE; hablamos del turismo.

Frente a todo ello y como respuesta, entre otras, recibimos la fulminación en el 2004 del Plan Hidrológico Nacional por parte del PSOE, un plan que hubiese aportado abastecimiento a toda la cuenca mediterránea incluyendo en un segundo tramo a Almería. A cambio recibimos un programa para olvidar de puesta en marcha de nuestras “magníficas” desaladoras.

Por parte del PP la respuesta a partir del 2011 fue la de no hacer el más mínimo esfuerzo por rescatar del PHN aquellas obras que paliaran las demandas más urgentes. Al parecer no era oportuno molestar a algún territorio en aquel momento.

Eso sí, hemos recibido a cambio túneles para el AVE inaugurados en fecha electoralmente conveniente y posteriormente cegados hasta mejor ocasión. Como respuesta a nuestra insatisfacción recibimos también unos cuantos kilómetros de la A7, una obra de las de ejecución infinita. Y por supuesto también hemos recibido un premio que me ha servido para conformar parte del título de éste artículo : “Viajando en tren desde Almería a Granada se nos obsequia con un cómodo trasbordo desde la ciudad de la Alhambra hasta Antequera en moderno y lujoso autobús si queremos seguir camino hasta Hispalis, o viceversa.

Desconozco como se “juraría en arameo” en la Hispania romana, pero puedo empatizar con cualquier ciudadano que partiendo de Emerita Augusta por la Via Caesar Augusta con destino a Toletum, al llegar al río Tagus le obligaran a continuar por ésta vía fluvial hasta la que fuera siglos después Capital del Imperio Español. Imagino que no le produciría satisfacción alguna abandonar hasta su destino la comodidad y seguridad que le ofrecía la vía que atesoraba el nombre del sucesor de Julio César.

El estado de la lamentable situación de nuestra provincia en lo que a infraestructuras se refiere, reside en la actitud de una clase política que durante décadas se ha entregado al servilismo cuando apoyaban a partidos en el poder y a la resignación cuando les correspondía estar en la oposición. Una clase política que ha hecho gala de falta de compromiso y de ilusión en trabajar duro por resolver los problemas de su tierra. Unos representantes públicos que no han sabido o no han querido transmitir allí donde debían la oportunidad, la voluntad y la determinación necesaria para saldar con nuestra provincia una “sangrante deuda histórica”, que per se, es un concepto que no necesita mayor justificación ni desde el punto de vista económico ni mucho menos desde el político.

Aprovechemos este tiempo en el que la sociedad almeriense se posiciona de forma más combativa respecto a sus demandas que en épocas pasadas y luchemos porque la intensidad de ésa presión lejos de decaer se incremente un día tras otro de manera que ningún grupo político en el gobierno o fuera de él pueda ignorar lo que en la jerga política se llama ruido.

Las personas que tenemos el honor y la responsabilidad de representar a nuestros paisanos allí donde se decide sobre las acciones necesarias para que las obras de infraestructuras vertebren de verdad el estado, no tendremos justificación alguna sino volcamos todo nuestro esfuerzo y trabajo en conseguir que a Almería le sea saldada de una vez por todas y sin dilación su deuda y deje de ser una vértebra fracturada en la anatomía económica del estado.

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