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De las traiciones (de Rivera, Cayetana, Iglesias, independentistas y otros)

Guillem Tusell
Guillem Tusell
Estudiante durante 4 años de arte y diseño en la escuela Eina de Barcelona. De 1992 a 1997 reside seis meses al año en Estambul, el primero publicando artículos en el semanario El Poble Andorrà, y los siguientes trabajando en turismo. Título de grado superior de Comercialización Turística, ha viajado por más de 50 países. Una novela publicada en el año 2000: La Lluna sobre el Mekong (Columna). Actualmente co-propietario de Speakerteam, agencia de viajes y conferenciantes para empresas. Mantiene dos blogs: uno de artículos políticos sobre el procés https://unaoportunidad2017.blogspot.com y otro de poesía https://malditospolimeros.blogspot.com."
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análisis

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Las palabras de la ministra MONTERO que han salido a la luz sobre el 8M, plantean algunas preguntas. Tales palabras son dichas en el llamado “off the record”, es decir, cuando el que las dice supone que no le están grabando y se desenvuelve con más espontaneidad y confianza hacia su interlocutor (no ha de porqué comportar más veracidad). Una de las cuestiones a considerar es que, cuando alguien ostenta un cargo representativo, el discurso oficial no tiene por qué coincidir con la opinión particular. Esto no es hipocresía: uno habla desde el cargo, y la palabra de este cargo representa un consenso de diferentes personas donde la opinión de uno puede ser minoritaria.

Cuando hace meses entrevisté a la señora Paluzie de la ANC, percibí esa tensión y, “off the record”, hablamos y mantuvimos una larga charla al margen de la posición oficial. En ningún momento consideré que fuera hipócrita o poco sincera, sino que la responsabilidad de ser elegido como representante de un vasto grupo de gente diferente, obliga a la humildad de convivir con algunas contradicciones personales. Solamente cuando estas contradicciones adquieren un papel muy relevante o numeroso, uno debe plantearse la renuncia al cargo. Si no, uno considera que es de lo más normal, como en cualquier tipo de relación entre seres humanos basado en la organización con representantes. Hacer uso del “off the record”, sí que es una hipocresía desvergonzada.

La comunicación, al establecer una relación, se basa en la confianza. El político debe construir una relación de confianza con su mensaje (el decir) y también con lo prometido a sus votantes (lo dicho). El periodista, debe establecer una relación de confianza con un código ético que bascula entre el derecho a ser informado de la audiencia y el de no utilizar la información con un fin que tergiverse este derecho. Es decir, colocar un comentario personal hecho “off the record” dándole una relevancia de mensaje ministerial, es desplazar el significado del mensaje informando falsamente a la audiencia.

En política, a veces, olvidamos que lo relevante es la relación entre lo propuesto y lo realizado. Cuando esto desaparece, cuando se esfuma este interés político, aparece lo personal. La relación política de un cargo con sus votantes y no votantes (que continúan siendo posibles votantes) ha de sobreponerse a ello, del modo, por ejemplo, que nadie juzgaba la vida personal de Mitterrand, pues era su vida privada y en este ámbito se mantenía. La esfera privada pasa a tener interés público cuando hay una contradicción evidente entre ésta y lo proclamado.

Por ejemplo, el caso del piso de lujo “cedido” a RIVERA en pleno centro de Madrid, no solamente despierta sospechas de si había una contrapartida, sino que contradice el mensaje de Ciudadanos de venir a renovar la política y limpiarla de corrupción. Es la insistencia en este mensaje central lo que le da más relevancia al piso de Rivera que al piso de Ayuso (del mismo propietario), pues Ayuso no se ha pasado los años diciendo que viene a renovar nada como una piedra angular de su discurso.

Aparte del voto, del derecho a una información veraz, o la libertad de expresión, a veces se olvida otro pilar de la democracia: la confianza. La confianza que el político (de hecho, el partido votado) cumpla con lo prometido (de hecho, el programa). Claro, esto hace la política más aburrida, pero es que, tal vez, para que la política sea efectiva y solucione problemas a la gente, debe ser aburrida. Esta política tan divertida y espectacular, suele crear más problemas que solucionarlos. Ni todo tiene que ser divertido (política infantil) ni un espectáculo (política adolescente).

El programa político es una especie de contrato “débil”: todo votante sabe que lo prometido está sujeto a las contingencias y vaivenes o imprevistos económicos (nacionales e internacionales), sociales y, hoy en día, hemos aprendido que además sanitarios (aunque, de hecho, también sea una consecuencia de políticas económicas anteriores, no lo olvidemos). La función del líder político, más que liderar el partido, es liderar la sensación de confianza ante el votante. Supongo que, ante ello, debe ser difícil lidiar con el propio ego.

La confianza no es baladí: por ejemplo, gran parte de la desafección de Cataluña es la pérdida de confianza en la palabra del Estado, que éste cumpla gobierne quien gobierne (por eso, y es relevante, a muchos catalanes les importa poco si gobierna la izquierda o la derecha en Moncloa). Es curioso que muchos nacionalistas españoles acusasen los soberanistas catalanes de traición. Entendida ésta como el saltarse éticamente un acuerdo de confianza, la traición aparece por parte del Estado: desde el “aprobaré el Estatut que apruebe el Parlament de Catalunya” de ZAPATERO, al incumplimiento reiterado de inversiones en infraestructuras y el déficit fiscal.

Veamos: la “traición” de Rivera es al mensaje de Ciudadanos de “acabar con toda corrupción”, y la de Zapatero o el Estado, es también a la palabra dada. Estos casos son traición a lo que uno dice o promete que va a hacer. Según los nacionalistas españoles, la traición de los independentistas es a… ¿la Madre Patria? Porque los independentistas no dicen una cosa y hacen la contraria: piden votar y, solamente en el caso que la mayoría esté a favor, independizarse. Como mucho, a la Madre Patria la puede traicionar aquél que se siente parte de ella (en un momento dado), pero no aquél que no la acepta como tal. Entonces, en este último caso, vemos que hay veces en que lo relevante no es tanto el acto en sí sino la perspectiva, dónde está situado cada uno.

CAYETANA Álvarez de Toledo dice que el señor IGLESIAS (padre) es un terrorista. Obviemos que el mensaje es relevante porque el hijo de tal señor es vicepresidente del gobierno; si no, seguramente no habría dicho nada. Dejemos de lado, también, la parte de mentira burda, pues tal señor no participó en actos de este tipo. Imaginemos que sí, que participó en actos violentos contra el régimen de Franco. Pensemos, entonces, cómo hay que calificar un acto violento de un demócrata contra una dictadura. Bien, si al final ganasen los demócratas, tal acto sería considerado como de “liberación”. Esto es lo que sucede con los actos de la Resistencia francesa contra los alemanes: hoy en día son vistos como actos de liberación y no como actos terroristas. Lo que nos indica la acusación de la señora Cayetana es, en el fondo, el lugar donde está situada, su perspectiva: como vencedora.

Es decir, regresamos a un problema (un quiste) tratado en anteriores artículos: el error de la Transición, que permitió a los fascistas españoles (los franquistas) eludir la derrota de la dictadura ante la democracia. Ahora, en que mucha izquierda clama que <<con el fascismo no se dialoga, se le combate>>, recuerden que la Transición fue exactamente lo contrario. Y, como no se le combatió, como en España no se “derrotó” al fascismo, aquí lo tenemos: no solamente en ciertos políticos o partidos, sino entre los jueces, el ejército, cuerpos policiales, ciertos tics administrativos, medios de comunicación y gran parte de la sociedad (por no hablar de la monarquía). No hay un solo fascista en España que tenga la sensación de haber sufrido ninguna derrota.

No duden que, para muchos fanáticos islámicos, Al Qaeda no son terroristas, sino luchadores por la libertad del islam. Este ejemplo les parecerá excesivamente extremo y muy discutible, pero desde su perspectiva, no la de ellos. El filósofo Margalit nos recuerda, en su libro “De la Traición”, al americano comunista que pasó secretos a los soviéticos: era a la vez traidor en USA y héroe en la URSS (todavía lo es en la Rusia actual, con sellos con su retrato).

Hay una lucha entre los actos en sí (terrorismo o liberación) y la perspectiva (ser afín o contrario). Al modo de ver de uno, solo hay una solución: el respeto por los Derechos Humanos. Es decir, por encima del acto y de la perspectiva, el juicio debe reposar sobre el cumplimiento, o no, de estos Derechos. El resto, patrias, ideologías, deben ser subsidiarias. La verdadera traición es a estos Derechos, pues suponen una traición a todos los humanos, sean afines o no a tal o cual ideología, tengan una patria como madre, prima segunda o no tengan ninguna.

Cuando se ha acusado a los independentistas de traidores, podríamos añadir: aun aceptando este punto de vista, que el independentista sea un traidor, ¿traiciona a las personas del pueblo de España o simplemente a una corte extractiva que se sirve del Estado? Es decir, la persona de Badajoz o Santander que se indigna cuando oye que los catalanes quieren votar por su independencia, ¿se ha parado a pensar, realmente, por qué se indigna? No lo que le dictan los medios, sino lo que realmente piensa ella misma que le indigna.

Todos estos jueces que filtran información a los medios, los guardias civiles o Policía Nacional que mienten, son parte del Estado, y se saltan gratuitamente las leyes por su causa: su concepto de Nación está por encima de todo. Traicionan al pueblo, la ley y la democracia por una visión propia del Estado: su cortijo. Compárese con los presos políticos y exiliados: pusieron el referéndum (para que decidiese el pueblo) en su programa, ganaron repetidamente elecciones por mayoría absoluta, cumplieron su programa. ¡Traición! Pero están juzgando al actor, y no el acto: es la ideología política del actor lo que desacredita sus actos, lo que condenan. Un poco más: al determinar el peso sobre el actor y no el acto, se le señala como “el otro” y, por tanto, jueces, guardias civiles, policías y políticos nacionalistas españoles, son “los nuestros”. Esto no solamente justifica el “a por ellos”, sino que, al estar mayoritariamente de acuerdo la sociedad española (y, quien calla, otorga) les dicta a todos estos catalanes que la independencia es el único camino de ser: puestos a ser el “otro” o el “ellos”, seámoslo de verdad.

A ERC, desde la izquierda española, se la suele condenar cuando centra sus intereses en los catalanes. Entonces, se dice que “traiciona” los valores de izquierdas y que es nacionalista. Lo curioso es que casi nadie (de la izquierda española) cuestiona los valores de la izquierda del PSOE cuando apoya la represión policial y judicial en Cataluña o interfiere en los actos humanitarios del Open Arms. O nadie (de sus afines) cuestiona los valores de Podemos cuando detrás de cuatro palabras mira hacia otro lado ante el vodevil del juicio al “procés” y las condenas. En el fondo, estos dos partidos de izquierda, anteponen el interés de España, de la Nación España, frente a los derechos o valores universales. Pero los nacionalistas son los de ERC, jamás el PSOE ni Podemos.

Estaría bien plantearse algunos aspectos frente a los valores de esta izquierda. Con unos 90 años de historia, ERC no ha tenido ni un, ni uno solo, caso de corrupción. ¿Y el PSOE? Esto, ¿no es un valor? O, algunas decisiones neoliberales de ámbito económico tomadas por el PSOE, ¿tampoco? Y, fíjense estos días: Montilla entrando en las puertas giratorias de la mano de Enagás mientras mantiene el sueldo y las prebendas como ex presidente de la Generalitat. ¿Tampoco? No es una defensa de ERC, sino una acusación directa a la hipocresía de la izquierda española, a su doble rasero para medir (recuerden el doble rasero: héroe o traidor son la misma persona).

Margalit nos recuerda que la independencia de los Estados Unidos se basa en una traición a la Corona Británica. Para unos, George Washington (nacido súbdito británico y con los que luchó como coronel de las milicias británicas, incluso fue proclamado héroe) se convirtió en un traidor, para otros, en un patriota. La cuestión es si el motivo que mueve los actos de uno están moralmente justificados y merecen una lealtad. Uno no es leal a su país, sino a ciertos valores. Por ello no aceptamos la lealtad de un alemán nazi a la Alemania nazi, por muy leal que fuera a su país. La moral ligada a los Derechos Humanos es la que marca la línea, y por ello hay que mirar desde qué lugar Cayetana acusa al señor Iglesias de terrorista, desde qué lugar Rivera ofrece sus pomposas lecciones, desde qué lugar cierta prensa acusa a Montero de mentirosa y desde qué lugar ella habla “off the record”. Hay que mirar desde qué lugar la izquierda española acusa a tantos catalanes de nacionalistas.

Y ello, hay que aplicarlo también a Cataluña y al independentismo. Por esta razón un servidor es disconforme con la posición, tanto de ERC como con la de JxCat. Los hechos son los siguientes: la mayoría de catalanes quieren votar para decidir, de una maldita vez, cómo encarrilamos todo esto; aproximadamente la mitad (y en los Comuns hay independentistas, pero nadie sabe cuántos) quiere la independencia. Lo que no se puede hacer es ni ignorarlo, hacer como si nada, ni declarar la independencia sin la certeza contrastable que es mayoritaria. Como esto no es más que un artículo de opinión, y como uno ya expresaba por escrito el mismo 2017, ERC y JxCat deberían dejarse de pamplinas y dejar de engañar a sus votantes sobre si la independencia es posible, de si es el momento, porque no es cuestión de esto.

Uno opina que el Estado erró en su reacción, y que la sociedad española erró aceptando tal reacción (porque, si aceptas vulnerar unos derechos, ¿quién dice que no aceptaras que se vulneren otros?). Pero Junqueras y Puigdemont erraron al hacer suyo el error del Estado, y no supieron encauzar en el medio político lo que era una revolución social. Cosa que, valga decir, no justifica para nada ni la cárcel ni el exilio.

Así pues, el que firma opina que ambos partidos deberían ceñirse a las elecciones autonómicas. Mientras los independentistas no sumasen más del 50% de votos (no de escaños), limitarse a sus competencias y hacerlo lo mejor posible, sin dejar de denunciar lo que consideran una reivindicación legítima. Pero, si rebasan el 50%, proponer, en aras de esa mayoría, un referéndum que acepte el Estado. En caso que este lo rechazase, una nueva convocatoria electoral con el mensaje de <<si mantenemos el porcentaje de votos superior al 50%, independencia unilateral>>. Y que lo decida la gente del pueblo, haciéndose responsable de su voto y actuando en consecuencia sin olvidar cómo las gastó el Estado el 1 de octubre y cómo lo apoyó la mayoría de la población española. Por ello, lo más civilizado sería no llegar nunca a ese punto donde siempre se acaban traicionando los Derechos Humanos, y posibilitar que los catalanes votasen con el máximo de información posible.

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4 COMENTARIOS

  1. En el pacto por «La paz y la convivencia en libertad» Constitución de 1978 firmado por los partidos que representaban al 90% de los españoles y refrendado por 80 de los ciudadanos se acordó que la «soberanía» residía en el pueblo español. No en cada una de sus autonomías.

    Ese pacto » Constituciön» que fundamenta y sustancia la democracia y el estado de derecho, no puede ser roto por la voluntad de un coyuntural presidente (Zapatero) ni de una frágil mayoría, necesita para ser modificado de un amplio consenso. A ser posible tan amplio como el que dio lugar al acuerdo que se pretende sustituir.

    La ruptura unilateral del pacto de 1978, por parte del nacionalismo y el despojar de la soberanía al pueblo español para trocearla en soberanías locales (el derecho de autodeterminación no se entiende sin el reconocimiento de esas soberanía) es una traición al pacto constitucional y a los españoles, que no permanecerán pasivos al ver que se les ha traicionado, se les despoja de la soberanía y se trocear su nación sin su consentimiento y sin haberles consultado.

    El problema es ¿quién decide quién tiene derecho a decidir?. La comunidad internacional lo tiene claro en «democracia» la soberanía radica en el conjunto de los ciudadanos; es decir «decidimos todos», no una parte.

    No hagamos trampas, ni traiciones.

  2. Una cuestión esencial y de la quien nadie habla es la de censar a quién debería votar en estas cuestiones. Fijemonos en el Sahara…
    El el «referendum» del 1-O esto ni se mentó.
    ¿Quién tiene derecho a decidir? Sin un planteamiento medianamente serío que defina al colectivo y con la validación de organismos internacionales esto trampa que puede ser manejada por unos colectivos en perjuicio de otros.
    Usted incluso propone una declaración unilateral de independencia en función de unas elecciones, con la barbaridad de un resultado de la mitad +1.
    En unas elecciones generales está definido el censo para lo que es, no para lo que interese a una parte de la población, no para declarar la independencia, ni siquiera con la mitad + 1. ¿Dónde quedarían los derechos humanos de ma mitad menos 1, que van a votar una cosa y se decide otra?

    Por otro lado, ¿si alquilo un piso en Barcelona y me empadrono? ¿Ya puedo votar y decidir por Cataluña?

    O tiene más derecho a votar para decidir sobre la independencia de Cataluña un señor de Albacete que vive allí hace un año, o yo que no vivo allí pero mi abuela era catalana (cierto)
    No seamos simplistas

  3. Vanos a ser realistas. Es verdad que yo pensé que erraban en la proclamación los partidos catalanes; igual que el articulista, pero muy obvio es que está claro; clarísimo, que toda la corrupción que reside en los tres poderes la sustenta Madrid. Ese centralismo debe desaparecer por un millón de razones, tantas, que no me da mi escaso tiempo para redactarlas aquí.¿ Alguien en verdad se puede creer que quisieron romper el estado? ¿el bienestar general? ¿la democracia? ¿Pero es que alguien alguna vez se ha molestado en leer el significado de democracia? Yo creo que no. ¿Y la definición de país? Es seguro que no. No se trata de nacionalismo, sino de inteligencia, algo que escasea en este estado fascista autocomplacido y onanista, que incluso enasalza las monarquías góticas y el imperialismo romano: Los extranjeros que nos esclavizaron y masacraron y toman por referencia para el nacimiento de este estado que no se sostiene de ninguna forma. El hermanamiento de los pueblos de España es un hecho, pero no una obligación. Yo soy del antiguo condado de Trastamara; de donde son originarios los miembros de la única casa real hispana, o los creadores de los partidos que se reparten el poder a juego de tenis o PP y Psoe; tambien del pueblo donde nació Franco. Aquí somos cabrones cuando queremos serlo, pero esa forma de dominación no nos engaña a ninguno porque tambien somos listos, y por eso os digo que no os traguéis esa mierda y defender vuestro interés cultural y regional que no es otra cosa que vuestra forma de ser y vuestro estilo de vida. Vuestro producto, o la misma existencia de vuestros pueblos están ahora en liza. Por favor: pensad cuando votéis.

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