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De la enésima diáspora

L. Jonás Vega Velasco
L. Jonás Vega Velasco
Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.
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análisis

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Cuando en la aquella noche de junio de 1490, Benito García regresaba a su casa en La Guardia, Toledo, nada o casi nada le permitía comprender el motivo de su detención a manos de esbirros pertenecientes a la Santa Inquisición. E indudablemente lo que ni él, ni aparentemente nadie salvo el responsable de la detención, nada más y nada menos que Torquemada, podían igualmente llegar a intuir la trascendencia que la misma alcanzaría como elemento capital de cara a sustentar la condena que terminaría constituyendo el argumento definitivo que daría con la certificación definitiva de la enésima expulsión de los Judíos de un territorio que, como ha ocurrido siempre con ellos a lo largo de la Historia, no es su Tierra. 

La Historia Universal del Pueblo Judío se encuentra irreversiblemente ligado a su relación para con dos términos, Éxodo y Diáspora. El primero de ellos tiene que ver con la necesidad de encontrarse siempre en un permanente viaje. El Judío se sabe dueño de nada, en tanto que no se dirige a ninguna parte, viviendo igualmente ligado tan sólo al aquí, y al ahora. A la par, el término Diáspora tiene todavía si cabe, componentes más trágicos. Se trata de una permanente dispersión, es como si los individuos que paradójicamente componen uno de los Pueblos con más arraigo en la propia Historia, fueran por definición incapaces de encontrar un lugar en el que echar raíces. Como si se tratara de paja que, continuamente es aventada por un agricultor, extendiéndola de manera azarosa por todos los rincones de su terreno.

Mas a pesar de todo, la palabra éxodo supera todos los condicionantes expresos o no que al respecto puedan hacerse. Ligado de manera inexorablemente al mundo bíblico, concretamente al Antiguo Testamento, la narración de los varios decenios que el Pueblo del Libro pasa vagando por el desierto, huyendo primero de las tropas del Faraón de Egipto, así como los varios años más que luego constituirán según algunos historiadores los años imprescindibles para formar un ejército competitivo de cara a conquistar al resto de pueblos que les rodean; vendrán a conformar esa leyenda-mito que rodea al Pueblo Hebreo.

En cualquier caso, lo que nos interesa hoy a efectos de contextualización, se encuentra no ya ni tan siquiera en la Diáspora, o sea la dispersión definitiva de los judíos por el mundo una vez que las Legiones de Tito desencadena la Segunda destrucción del Templo de Jerusalén, en el 70 de nuestra Era, sino más concretamente las consecuencias que tienen para los incipientes Reinos Visigodos de la Península Ibérica la llegada de los primeros hebreos a sus territorios.

Ya desde el principio, fueron víctima de persecuciones religiosas. La conversión al Cristianismo de Recaredo, en el 587, conlleva los primeros dolores de cabeza, los cuales no se verán sino acentuados a partir del 616 cuando Sisebuto ordena la primera conversión forzosa, bajo pena de expulsión. Ervigio redunda alrededor del 680 una nueva expulsión. Aunque la palma en lo concerniente a barbarie religiosa la alcanza la orden dada por Égica, el cual ordena que la expulsión vaya acompañada del secuestro de los menores de cinco años, para ser adoctrinados en la Santa Voluntad del verdadero Dios. 

Con semejantes prerrogativas, a nadie le podría sorprender que verdaderamente tomaran parte activa en la entrada de los Musulmanes en la Península en el 711. Tal hecho, unido a la pronta conquista del territorio, y posterior asentamiento de las marcas, hace que la comunidad Judía asentada en nuestras tierras ponga rumbo al Sur. Así, Toledo, Sevilla, Córdoba y la propia Granada, reciben con entusiasmo a los integrantes de esta comunidad llena de sabios, eruditos; pero sobre todo burócratas, contables, cambistas y banqueros; que constituirán un gran impulso para una sociedad, la musulmana, ya de por sí muy desarrollada.

Se dará así una época de gran convivencia, positiva para los tres grandes pueblos, a la sazón de los más antiguos, y en definitiva de los más avanzados en materia de creencia, al ser los únicos capaces de alcanzar el grado de madurez imprescindible para concebir un orden monoteísta. Toledo será el modelo de esta convivencia. En Toledo convivirán aparentemente sin esfuerzo las tres culturas. La Judería obrará aparentemente de forma armoniosa con la Mezquita, y en el caso de los cristianos incluso habrá un Obispo.

Sin embargo detrás de esta maravillosa convivencia hay pequeños detalles. Los Judíos pagan más impuestos, son juzgados con legislación diferente, e, incluso, en el caso de ser condenados a muerte, pueden ser ejecutados siguiendo métodos específicamente más dolorosos.

Todo ello juega a favor de la conversión moderada, esto es, la que se lleva a cabo atendiendo a criterios funcionales.

La llegada primero de los Almorávide, y luego de los Almohades, facciones radicales de la religión musulmana, da al traste definitivamente con la ilusión de convivencia. De nuevo los judíos son empujados, en este caso hacia el norte.

Los reyes cristianos acogen con los brazos abiertos a estos viejos conocidos, que vuelven si cabe con más cultura de la que ya de por sí llevaban cuando su anterior expulsión. En esencia, los estados incipientes que se estaban creando al humor de la implantación de la teoría de la Reconquista, saludaron con efusividad la llegada de quiénes constituían el mayor acercamiento respecto de lo que estos proto-estados habían estado nunca, de un modelo de burocracia.

De esta manera la simbiosis es completa. Los reyes cristianos “fichan” burócratas que engrosan las líneas del estado, a la par que los judíos recuperan el respeto y la disposición perdidas.

Pero será tan sólo un sueño. Las envidias y disputas del proceloso pueblo cristiano, arrastra una vez más a los judíos al desolladero. El resultado de una recurrente interpretación de un pasaje de La Torá, según el cual parece que el judío no puede desarrollar trabajos manuales, les lleva a ocupar todos los demás puestos, casi siempre liados con la acción económica. La incipiente banca, con tintes de usura, e incluso el cobro de impuestos, está en sus manos.

Esto será aprovechado por Enrique II de Trastámara en su guerra civil con Pedro I, su hermanastro, en el episodio que ya trató esta serie, y que para lo que hoy nos ocupa aporta el hecho de que la llama incendiaria que Enrique prendió contra los judíos porque le interesaba, nunca fue luego completamente extinguida.

Ahí está el origen de la detención de Benito García, al que se acusa de nigromancia. Tras seis días de torturas, éste confiesa encontrarse en posesión de una hostia que luego habría de ser mezclada con la sangre de un infante al que supuestamente habrían dado muerte en Viernes Santo. El objetivo era matar a todos los cristianos de La Guardia, para apoderarse de sus posesiones.

Si bien en el municipio no falta niño alguno, Benito García, judío bautizado hace más de treinta años arde en la hoguera junto a otros siete presuntos cómplices el 16 de noviembre de 1491, mientras la inexistente víctima es canonizada.

El Inquisidor General, Tomás de Torquemada, da publicidad al caso en tato que se trata como sabemos del confesor de la Reina Isabel. Pide la expulsión de los judíos, lo que le será concedido con la firma del Decreto de Expulsión, hecho que acaece el 31 de marzo de 1492.

Una vez más, y no será la última, los Judíos han de iniciar la enésima diáspora.

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