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De la democracia industrial a la reforma laboral

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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No hay ninguna constitución después de 1945 que diga que la propiedad tiene una función social y que el fin social lo determinará el legislador. Lo que dice, por ejemplo la Constitución española, es que la propiedad tiene una función social, que está regulada por la propia constitución que define a España como un Estado democrático y social de derecho. Naturalmente con una ley así, en principio, es mucho más difícil que una mayoría parlamentaria pueda hacer grandes cosas, que pueda nacionalizar, socializar, hacer leyes que democraticen radicalmente la vida de las empresas.

En los años 30 del siglo XX en Estados Unidos fueron muy duros. Había un sindicalismo muy activo, no tanto de la AFL, American Federation of Labor, como de la CIO (Congress of Industrial Organizations). Era un sindicalismo de estilo europeo donde el tema central para el sindicalismo norteamericano, sobre todo para la CIO, era el tema de la “democracia industrial”. Roosevelt fue bastante generoso con los sindicatos, por presión. La llamada democracia industrial era el tema del poder de los sindicatos dentro de la empresa. En 1943 hay un episodio que es muy importante para entender la historia del movimiento obrero norteamericano que los historiadores de ese movimiento a veces llaman el “Tratado de Detroit”.

Hay una reunión de Henry Ford III con los dirigentes de la AFL y los de la CIO. Henry Ford era un tipo antisemita, pro-fascista. Había declarado abiertamente que la única solución posible para la gran empresa norteamericana era un régimen como el de Hitler o Mussolini, que aniquilara los sindicatos, porque con los sindicatos no había nada que tratar. En 1943 Henry Ford se reúne con los sindicatos… “bueno, tengo que reconocer que me he equivocado, la guerra ya estaba perdida para el Estado Nazi, EE.UU. ya estaba en guerra…”, y propone un acuerdo que básicamente consiste en lo siguiente: “Estoy dispuesto a permitir los sindicatos en mis empresas, que tengan derechos de reunión, de asociación y manifestación dentro de la empresa, dispuesto a negociar con los sindicatos y hacer negociación colectiva, pero ustedes tienen que ceder en una cosa, y si no, no hay trato, y la cosa en la que tienen que ceder es olvidarse de la democracia industrial. Ustedes se sentarán a la mesa, negociaremos incrementos de salario real, a cambio de incrementos de productividad, pero nunca más van a volver a poner en cuestión que dentro de una empresa manda la patronal”. Y este es el esquema.

En el 1945, cinco generaciones de movimiento obrero habían conseguido que la empresa capitalista estuviera constituida “democracia industrial”: que la empresa no sólo funcionaria, algo así, como una república parlamentaria, que los trabajadores no sólo tuvieran voz y voto, libertad de expresión, sino que también pudieran elegir a los capataces, y pudieran tener voz y voto en las decisiones de inversión de la empresa.  A eso se le llamaba “democracia industrial”.

En 1971 Nixon liquida el sistema de Breeton Woods (que lo más importante que se consiguió en Breeton Woods es un acuerdo unánime para reafirmar el derecho que tienen los gobiernos democráticos para controlar los movimientos de capitales) y deja al dólar flotante. Dejando el dólar flotante ha abierto la espita de la “liberalización de los movimientos de capitales.

Una vez que has abierto esta espita tienes a los sindicatos a tu merced, ¿por qué? Porque les puedes amenazar. Porque si miras la mayoría de empresas y no pueden mover capitales sin que el gobierno les de permiso, es una gran ventaja para la negociación sindical. Cuando tu puedes mover capitales libremente, si un sindicato se pone bravo, les dices que los chinos son mucho más baratos, los marroquíes, los coreanos etc.

¿Qué ha pasado? Pues ha pasado que en 30 años la tasa de afiliación sindical ha caído más de un 60%, en España y ahora ya es de menos del 5%. Al mismo tiempo, los sindicatos reciben fuertes subvenciones. Cada primero de enero los sindicatos mayoritarios reciben de unos 15 a 20 millones de Euros procedentes del presupuesto general del Estado.

Una vez los sindicatos se desploman, pasas a la ofensiva y liquidas cualquier negociación laboral. La degradación llega a tal extremo que la reforma laboral 2012 no se puede derogar y los acuerdos de la reforma laboral de 2022 es de mínimos porque los sindicatos no tienen ninguna capacidad de imponer unas mínimas condiciones laborales.

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