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De coronas y reyes

Eduardo Luis Junquera Cubiles
Eduardo Luis Junquera Cubiles
Nació en Gijón, aunque desde 1993 está afincado en Madrid. Es autor de Novela, Ensayo, Divulgación Científica y análisis político. Durante el año 2013 fue profesor de Historia de Asturias en la Universidad Estadual de Ceará, en Brasil. En la misma institución colaboró con el Centro de Estudios GE-Sartre, impartiendo varios seminarios junto a otros profesores. También fue representante cultural de España en el consulado de la ciudad brasileña de Fortaleza. Ha colaborado de forma habitual con la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón y con Transparencia Internacional. Ha dado numerosas conferencias sobre política y filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad UNIFORM de Fortaleza y en la Universidad UECE de la misma ciudad. En la actualidad, escribe de forma asidua en Diario16; en la revista CTXT, Contexto; en la revista de Divulgación Científica de la Universidad Autónoma, "Encuentros Multidisciplinares"; y en la revista de Historia, Historiadigital.es
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análisis

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El mismo sistema-monarquía o república-ha sumido a unos países en la miseria y la corrupción, mientras que a otros los ha llevado a la excelencia. Lo determinante no es el sistema, sino la gestión política, tarea que corresponde a los servidores públicos. Según Transparencia Internacional, algunos de los países más transparentes, democráticos, ricos e igualitarios del mundo son monarquías, tal es el caso de Noruega, Dinamarca, Holanda o Japón. Lo mismo podemos decir de repúblicas como Austria, Islandia, Finlandia o Corea del Sur, que poseen algunos de los Índices de Desarrollo Humano más altos del planeta. Entre los países menos ejemplares también podemos hablar de monarquías como las de Arabia Saudí, Camboya, Marruecos o Tailandia. Los mismos parámetros desoladores de opacidad, desigualdad, pobreza y corrupción de estos reinos los encontramos en repúblicas como Corea del Norte, Irak, Venezuela o Rusia. A algunos les ilusiona eso de la guillotina, pero antes hay muchas cosas que cambiar en España, empezando por nosotros mismos. La responsabilidad del ciudadano no es menor que la de un rey, y también somos nosotros los que edificamos o destruimos el país con nuestros actos cotidianos. Parte de la izquierda se muestra revanchista con la corona, como si esta institución fuera la causa de todos nuestros males, pero el sector público lo vendieron PP y PSOE y las reformas laborales que han denigrado las condiciones de trabajo también son obra del bipartidismo. La corona no tiene legitimidad desde el punto de vista democrático-ninguna del mundo la tiene-, de acuerdo, pero este no es nuestro principal problema. Antes que la corona está la Educación, la Ciencia, la innovación, la cultura, la sanidad pública, las carencias en las universidades, el modelo de transición ecológica, la desigualdad, la precariedad laboral, la temporalidad, el problema de la vivienda y unas cuantas cosas más.

        Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, todas las monarquías de Europa se encuentran entre los veintisiete países del mundo con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH), y entre los treinta y cinco con menos corrupción, según Transparencia Internacional. Entre las monarquías del Golfo Pérsico tan solo dos de ellas-Qatar y Emiratos Árabes Unidos-se colocan entre los treinta países menos corruptos del mundo. En cuanto al Índice de Desarrollo Humano, estos dos países se sitúan en los puestos 36 y 42 respectivamente, siendo los únicos reinos árabes en figurar entre las naciones con un IDH considerado muy alto. Estos datos nos muestran la importancia del contexto regional, ya que todos los países de Europa Occidental son, en general, prósperos, ricos y poco corruptos (la percepción de la corrupción es otra cosa), y todo ello independientemente de que su jefe de Estado sea un rey o un presidente.

        Por otro lado, la Transición la hizo el pueblo. Hay toda una serie de periodistas de la prensa de la derecha y la ultraderecha, que en España son hermanas, empeñados en que creamos que un proceso histórico de la dimensión de la Transición dependió de un solo hombre, que por supuesto era el rey Juan Carlos, pero si el proceso salió adelante fue por muchas cosas, entre otras y la más importante por el deseo de pasar página de los españoles, que no querían retroceder a épocas pasadas, sino avanzar, aunque no supieran cómo, aunque fuera a tientas en medio de la oscuridad. Luego vino la “traición” del PSOE, que todavía quiere convencernos de que para lograr el mínimo común que imperaba en toda Europa Occidental-derecho a la educación y a una sanidad pública-había que vender uno de los tres sectores públicos más grandes del continente, laminar por completo los derechos de los trabajadores a través de varias reformas laborales infames y dirigir la economía practicando políticas de derechas de forma invariable. Pero eso es otra historia. Entrecomillo la palabra traición porque muchos de los políticos que entonces nos presentaron como socialdemócratas eran, sin más, políticos de derechas adscritos a la ideología neoliberal. El proceso estaba preparado, no fue un golpe de timón que el Partido Socialista dio obligado por la tormenta. Con un partido verdaderamente socialdemócrata a España le hubiera ido mucho mejor, pero siempre nos ha gobernado la derecha, siempre. Lo que cambian son las siglas.

        Lo irónico de esta historia es que no son los republicanos los que pueden enterrar a la monarquía, sino el propio rey Juan Carlos con sus comportamientos. En el transcurso de su vida una persona puede llegar al heroísmo y puede comportarse también como un miserable, y esto es lo que estamos comprobando en el caso del rey emérito. Lo peor es que entre el infantil revanchismo de esa izquierda obcecada con la monarquía y la adhesión inquebrantable de la derecha nos quedaremos una vez más sin saber toda la verdad, aunque el esfuerzo del periodismo de investigación arrojará mucha luz a estas tinieblas. En fin, que si don Juan Carlos hizo méritos para hacernos “juancarlistas” también ha hecho todo lo posible por acabar con la institución. La cuestión principal es que ciertas prácticas ya no son toleradas en democracia, y esto tiene más que ver con el decoro y la apariencia que con la ética, por eso digo siempre que las próximas corrupciones serán más sofisticadas y muy difíciles de detectar, porque lo que realmente importa a nuestros políticos no es que la mujer del César sea verdaderamente honesta, sino que lo parezca.

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2 COMENTARIOS

  1. Sin duda una república puede ser ¿más? corrupta que esta monarquía.A´çun así tiene una ventaja, cambiar al corrupto cada 4 años. Impedir esa facilidad es la primera corrupción de toda monarquía.
    No cabe el referendum monarquía república porque eso equivale a votar «ser súbditos» o ser «ciudadanos»; ser «iguales ante la ley» o ser «distintos ante la ley» Y estos derechos fundamentales son inherentes al ser humano democrático:ser ciudadanos e iguales ante la ley. Si esos derechos fundamentales son objeto de votación acabaremos votando «SI o NO» al derecho de pernada;»SI o NO» al derecho a la pederastia, y «SI o NO» todos los demás derechos igualmente fundamentales, con lo que nos habremos quedado sin derechos fundamentales.
    El fin de una monarquía no es un referendum; es LARGARSE POR LAS BUENAS O QUE TE ECHEN POR LAS MALAS.
    El Rey tiene la primera opción, los ciudadanos la segunda.
    Y si al Rey le gusta ser Jefe del Estado lo tiene fácil: presentarse a las elecciones.
    Habrá millones que voten a favor de él; eso sí, sólo por cuatro años.
    Pero si lo hace bien podría ser reelegido. Pero el Rey quiere seguir aun si lo hace mal
    Es «SU» derecho: hacerlo mal y que sus súbditos lo tengan que seguir aguantando.
    ¡Venga ya!

  2. El problema nos si hay monarquía o república, el problema es en qué tipo de sociedad se asienta cada sistema.

    La sociedad española sin lugar a dudas, hoy en día, se merece esta monarquía.

    Cómo vamos a comparar la República de Venezuela con el Reino de España? La población de Venezuela es mucho más cívica que la española, para empezar, se están enfrentando a EEUU a costa de muchas cosas, con ese dato, cualquier persona informada sabe, los venezolanos, están en el camino correcto para consolidar su República. Sin embargo, la población de España es incívica, desde el primero al último súbdito, manteniendo a una clase decimonónica corrupta en el Poder con sus votos.

    Es evidente, España vota corrupción y Venezuela revolución. Es decir, la sociedad española es medieval, y la sociedad venezolana es avanzada.

    Por eso mismo tienen al mundo medieval encima de ellos atacándolos, Iglesia incluída, mientras la sociedad española es el feudo de la Edad Media.

    Las Repúblicas, expuestas por el autor del artículo, serán «bananeras» para muchos, no me cabe duda. Pero es evidente, esos muchos, aún no se han dado cuenta viven en un Reino Bananero, por tanto, su visión sobre las Repúblicas «bananeras» está completamente distorsionada.

    No hay un solo español con auctoritas suficiente para hablar mal de otras Repúblicas, como de igual modo, no hay un solo español con auctorias suficiente para hablar bien de su propio Reino. Pues la sociedad española, o por lo menos, una buena parte de ella, es una sociedad fallida. Y es algo lógico, pues ha sido educada y formada por la corrupción quedando invalidado su pensamiento crítico.

    La sociedad española es presa de sus complejos y su historia, es evidente, estamos ante una sociedad que nunca conoció la Libertad.

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