Sucedió en Mónaco. Y aquí lo comentamos. Cómo se favoreció a Max sin que a nadie le importase perjudicar al piloto de Red Bull que batió a Vettel con un coche igual. Y quizá esa sea la explicación. Red Bull tal vez culpa de la perdida de Vettel, de su fuga a Ferrari, a Ricciardo, que no se supo plegar y jugar a segundo como hizo Mark Webber hasta que no pudo más.

No resulta creíble, verosímil, que los mecánicos vieran entrar el coche en el pit lane y se quedaran mirando las nubes que ya habían terminado de descargar. No en Red Bull, con su historial de eficacia sin par.

Los equipos, la infraestructura, tiene un poder difícil de imaginar para el aficionado. Aunque ninguno queramos creerlo, ellos lo demuestran todo el tiempo: el caso de Vettel y Webber, el de Alonso y Hamilton, incluso ahora en Mercedes, que durante siete carreras aupó a Buen Chico Rosberg para poner en su sitio al triple campeón mundial; en Mónaco las dificultades se las han regalado a Rosberg, para que quede bien claro que «sin papá el niño no se come un saci»; un piloto es un ingenuo, un soñador, un eterno menor de edad.

Asqueroso, el comportamiento de Red Bull en Mónaco 2016. Como lo fue en McLaren con Alonso cuando se quiso utilizar la negra goma Hamilton para borrarlo de la cima del campeonato mundial.

Qué torpes los comentaristas. Nadie sabe nada. Todo es farsa. Engaño. Ilusionismo. Normal. Por eso lo llamamos circo. El gran circo de La Momia Bernie Ecclestone. Los trapecistas son todos unos colgados. Manda quien paga, y quien paga sólo piensa en ganar. Dinero. En ganar dinero. Las copas, los trofeos, bueno, sí… pero bah.

Tigre tigre.

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