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Cuentos infantiles

David Almorza Gomar
David Almorza Gomar
Profesor Titular de Universidad de la Universidad de Cádiz, en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa, adscrito a la Facultad de Ciencias del Trabajo. Ha sido Vicerrector de Alumnos de la Universidad de Cádiz (desde el año 2003 hasta el 2013) y Vicerrector de Responsabilidad Social y Servicios Universitarios de la Universidad de Cádiz (desde 2013 hasta 2015). Durante estos doce años, ininterrumpidamente, ha tenido entre sus competencias el Área de Deportes de la Universidad de Cádiz. Ha promovido la creación del Aula Universitaria de Fútbol de la Universidad de Cádiz, y en estos momentos ocupa el cargo de Director del Aula de Fútbol. Tiene el título de Entrenador Nacional de Fútbol con Licencia UEFA-PRO. Ha entrenado en las categorías Infantil y Cadete del Cádiz C.F. desde el año 2010 hasta la actualidad. Además, en el Cádiz C.F. ocupa el cargo de Coordinador de Delegados y Auxiliares de Fútbol Base desde el año 2014.
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análisis

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Sobre los cuentos infantiles, Boris Pérez piensa que con el tiempo quedan desactualizados, y que conviene hacer una revisión periódica de ellos. No solo las costumbres, sino también las relaciones y la forma de entender y enfrentarse al mundo, cambian.

Es lo que ha pasado con los cuentos que se conocen como de Walt Disney, y de los que ya han pasado entre sesenta y ochenta años. Quedan desactualizados. Pero eso no puede desmerecer el trabajo que Walt Disney hizo con esos cuentos, que no eran suyos, sino que ya tenían cientos de años de historia y él actualizó a la realidad social de su momento.

Uno de los más conocidos es la Bella Durmiente, popularizado por Walt Disney en 1959. La versión que llevó a la pantalla fue la de los Hermanos Grimm, publicada en 1812. Pero se trata de un cuento que se extiende por tradición oral, y cuyas primeras versiones escritas datan del siglo XVII (Perrault y Basile, por ejemplo). La que nos llegó en el siglo XX fue el de una princesa que cae dormida al pincharse con un huso, y que un príncipe la besa, se despierta y fueron felices y comieron perdices.

Sin embargo en el siglo XVII la historia no acababa ahí. Los príncipes se casaban y tenían dos hijos llamados Aurora y Día. Los cuatro viajaron al palacio del príncipe, pero a la reina madre este tema no le hizo mucha gracia. Allí el príncipe, ya rey, se ausenta del palacio un tiempo. Su madre aprovecha esta situación y ordena al cocinero que sus nietos sean cocinados para comérselos ella. Al cocinero le da pena, esconde a los niños en su casa y cocina carne de cordero. Descubierto el engaño la reina madre ordena que tanto la bella durmiente como sus dos hijos sean arrojados a una olla llena de “alimañas”. Al final el rey regresa a tiempo y quien cae en la olla es la reina madre que muere.

Otro ejemplo es el caso del cuento de Blancanieves y los Siete Enanitos (hermanos Grimm), que en su versión de Walt Disney (1939) concluye con la llegada del príncipe que se enamora de Blancanieves. El cuento original continúa con la boda de ambos, y con la llegada de la madrastra en un nuevo intento de acabar con Blancanieves. Falla otra vez y la madrastra es capturada. El príncipe, ya rey, manda confeccionar un par de zapatos de hierro, y obliga a la madrastra a ponérselos cuando están al rojo vivo, y a continuación a que bailara sin parar hasta morir.

Menos mal que Walt Disney supo adaptar estos cuentos, porque parece que, por algún motivo, en el siglo XVII había que evitar que los niños y las niñas durmieran por la noche, y lo conseguían contándoles cuentos de este tipo… cuentos para no dormir.

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