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Cuando el silencio significa ‘shock’ y no consentimiento

Así fue la presunta violación de La Manada a la joven madrileña en los sanfermines de 2016

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análisis

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Los jueces que deben fallar sobre un caso de violación, agresión sexual o relacionado con los malos tratos tienen muy en cuenta la comunicación no verbal, tanto de las víctimas y denunciantes como de los acusados. En el caso que se sigue en la Sección Segunda de la Audiencia de Navarra contra cinco amigos sevillanos, autodenominados y conocidos ya como La Manada, los tres magistrados que enjuician durante dos semanas la presunta violación en el interior de un portal de una joven madrileña en Pamplona durante la madrugada del 7 de julio de 2016 pudieron extraer suficientes conclusiones de lo que la joven transmitía a los presentes de forma no verbal, mucho más allá de lo declarado oralmente y las presuntas “contradicciones” que según los abogados de las defensas resaltaron tras las casi cuatro horas que duró el interrogatorio a la denunciante.

Ni quería sexo ni les dijo que no, entró directamente en ‘shock’

Los policías locales que la atendieron en un banco cercano poco después de la presunta violación han constatado que la chica, que entonces tenía 18 años cuando sucedieron los hechos, no fingía y lloraba desconsoladamente. El abogado de la denunciante, Carlos Bacaicoa, quiso resaltar el detalle de la comunicación no verbal de su cliente durante su declaración, una actitud “espontánea” y sincera que tuvo su máxima expresión, según su letrado, en “la forma de sentarse, aunque no voy a dar más detalles. Fue un detalle de espontaneidad, de posición física”, subrayó Bacaicoa.

Las defensas de los cinco acusados, por su parte, están volcando todo su arsenal profesional en resaltar las presuntas contradicciones de la joven en su relato de los hechos, y sobre todo también la supuesta facilidad con que ha rehecho su vida después de un suceso tan traumático como el que ha denunciado. La aportación y aprobación como prueba por parte del tribunal del seguimiento que han realizado detectives contratados por las defensas a la joven en su día a día tras la presunta agresión ha supuesto un giro inesperado en el caso.

“Entré en pánico, sólo quería que acabara y cerré los ojos”, declaró la joven

Pero no contaban en su estrategia de defensa con el rechazo frontal que desde medios de comunicación y organizaciones de todo tipo de defensa de mujeres maltratadas ha conllevado la intencionalidad última de esta prueba pericial, que tendrán que exponer la próxima semana ante el tribunal los detectives encargados de contar cómo siguieron su rastro por las redes sociales, le hicieron fotografías con sus amigas de camino a la universidad o como disfrutaba de un simple paseo. El objetivo pasa por ‘demostrar’ que el shock sufrido supuestamente fue algo pasajero, nada traumático a tenor de unas imágenes de una joven haciendo lo que se supone es “vida normal”.

Pero su verdadera vida normal se truncó definitivamente a las 2.50 horas de la madrugada de aquel día de San Fermín del pasado año, cuando declaró en el juzgado tras la presunta violación que dos de los cinco amigos la agarraron por las muñecas y la empujaron dentro del portal de la calle Paulino Caballero. Fue allí donde fue forzada a practicarles felaciones a todos ellos mientras dos del grupo la penetraban anal y vaginalmente. Mientras esto sucedía, La Manada quiso, con sus propios teléfonos móviles, dejar constancia de aquello que ellos y su defensa siguen considerando “sexo consentido” y las acusaciones y la fiscalía una violación grupal en toda regla sin ningún género de dudas.

Sea lo que sea lo que determine el tribunal, la “extrema gravedad” de lo grabado y contado por la joven ha servido para que los cinco “lobos” –como gustan denominarse entre sus amigos en las redes sociales– lleven ya catorce meses en prisión sin ninguna posibilidad de abandonarla bajo fianza.

En su declaración ante los tres magistrados que componen el tribunal, la joven denunciante reconoció, según la versión aportada a los medios por los abogados de las defensas, que no entró en el portal por la fuerza sino que todos iban cogidos de la mano. Tampoco le taparon la boca ni la forzaron violentamente para llegar al rellano. Es entonces cuando ella subraya que, aunque en ningún momento les dijera a los cinco sevillanos que no quería mantener relaciones sexuales con ellos, nunca dio a entender que su silencio llevara implícito el consentimiento. Más bien todo lo contrario.

Reconstrucción paso a paso de la posible agresión sexual partiendo de los testimonios de víctima y acusados

En ese instante entró completamente en ‘shock’, sin ni siquiera tener la más mínima opción de evitar que los cinco encausados actuaran con rapidez: le quitaron la riñonera y el jersey y le bajaron los pantalones elásticos que llevaba. “Entré en pánico, sólo quería que acabara y cerré los ojos”.

Estas son las palabras. Muy probablemente, el tribunal que enjuicia este mediático caso ya haya podido extraer unas conclusiones lo suficientemente contundentes procedentes prioritariamente de la comunicación no verbal de una joven de apenas 20 años marcada para siempre en su vida por lo sucedido aquella madrugada del 7 de julio de 2016 en aquel portal pamplonés del número 5 de la calle Paulino Caballero.

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