Algunos ya lo veníamos diciendo pero nadie nos hacía caso. Nos tomaban por agoreros, por traidores, por locos. Pues ahí está, ya lo han conseguido, por fin han enterrado al PSOE. Entre todos lo mataron y él solo se murió. Los resultados de las elecciones en Galicia y el País Vasco relegan al partido de los 140 años de lucha obrera (los últimos mejor olvidarlos) a la categoría de mera comparsa, de anécdota intrascendente, de simple curiosidad de museo.

Lo de Núñez Feijóo se veía venir, Galicia siempre fue la cantera de la derecha patria: Franco, Fraga, Rajoy, y tantos otros caudillos. Galicia es un feudalismo en el que siempre ganan los mismos, los caciques que compran voluntades y concellos, los del dinero negro del chapapote, los narcos de las Rías Baixas y los pirómanos urbanísticos que arrasan los montes. Pobre miña terra galega, no tiene remedio.

Pero lo de Euskadi, lo de Euskadi resulta mucho más duro y triste de asumir. A lo largo de la historia, muchos socialistas valientes dieron su vida en aquella tierra de revoluciones y barricadas, primero luchando contra la opresión del patrón, más tarde contra Franco, finalmente haciendo frente con honor y gallardía a las balas crueles de ETA. ¿Y en qué queda ahora todo ese pasado glorioso, toda esa historia brava de lucha de clases? En nueve escaños simbólicos en el parlamento de Vitoria, justo los mismos que tiene su enemigo tradicional, el PP, que nunca significó nada para los vascos.

Algunos, no los estómagos agradecidos, no los socialistas de boquilla ni los socialistas de aparato, sino los socialistas de bien, los peatones que no van a congresos ni a comités federales, los curritos del día a día que queríamos al partido porque creíamos que era la casa del pueblo en la que cabíamos todos, ya lo veníamos avisando. Algunos advertíamos de que habían sido demasiados años de renuncias, de silencios, de traiciones a los valores de la izquierda, y eso se acaba pagando más tarde o más temprano.

Si echamos la vista atrás veremos que la demolición se ha perpetrado en varias fases: primero Suresnes, la renuncia al socialismo real, el felipismo para millonarios, la venta del partido por parcelas a los tecnócratas y pragmáticos, la toma del mando de los renovatas de Armani, la maldita reconversión industrial, la venta de España al capital extranjero, más algún que otro espécimen falangista que se cambió de chaqueta y se infiltró en el partido en el último momento porque allí se olía a negocio.

Luego llegó lo que todos sabemos, los años de recoger lo sembrado, el cachondosocialismo, el saqueo de la Olimpiada y la Expo, el compadreo con el clan Pujol (transferencias por pesetes que siempre iban al bolsillo del patriarca catalán) la canción de Roldán y los millones robados a los huerfanitos de la Guardia Civil, Mariano Rubio y sus bancos para ricos, el trinque de los fondos reservados, los GAL, Boyer y su economía filipina pensada para la biutiful people con mucha reforma laboral y mucha flexibilización, mucho contrato basura para darle gustico a la patronal y mucho capitalismo a braga quitada. Todo aquello terminó como terminó y luego llegó Zapatero con su ceja y su talante (el chico era simpático, se parecía al inocente Mister Bean, hasta era honrado, no lo vamos a negar) y puso un parche provisional al reventón que no fue más que un bálsamo temporal entre el estallido de la burbuja inmobiliaria diseñada por el belicoso Aznarín y el marianismo corrupto de los sobres y el pitufeo valenciano.

Ahora estamos donde estamos, en el acto final de la tragedia: la descomposición del partido

Ahora estamos donde estamos, en el acto final de la tragedia: la descomposición del partido, el escandalazo de los ERES (que es como la corrupción del PP pero más triste aún) el navajeo de los barones y un secretario general que queda muy guapo en la foto pero que de socialista real solo le queda el carné, o sea nada de nada, rien de rien. El problema de Sánchez es que no tiene claro el manual, se saltó varias clases, mayormente Marx, y por eso unos días pacta con la derecha de Ciudadanos y un minuto después ofrece un gobierno de izquierdas a Podemos.

Ahora ya es tarde, señora, como decía la Jurado, Pedro Sánchez está sentenciado y la única solución que se le ocurre al todavía líder socialista para hacer frente a la tormenta es convocar un congreso exprés antes de las elecciones para salvar su garganta, como si a los españoles acuciados por el paro, la hipoteca y los salarios misérrimos le importaran lo más mínimo que él consiga salvar los muebles, su despacho de Ferraz o su carguete, que para el caso es lo mismo.

Nada de autocrítica, nada de asumir responsabilidades, nada de la vuelta a los principios fundacionales del partido que tanta falta hacen a millones de ciudadanos que se desgañitan pidiendo más socialismo pero de verdad. Siguen borrachos de neoliberalismo, amnésicos de lo que significa en realidad ser de izquierdas, viviendo la vida loca en sus chaletorros, sus cuentas millonarias y su simulado discurso sobre el socialismo que ya nadie se traga.

Y lo que es aún peor: no se han dado cuenta de que no solo es el negocio lo que se les viene a pique, sino que hay un señor por ahí con una Coleta, haciéndoles la competencia, que está vendiendo mucho más y mejor que ellos. Y así van, de mentira en mentira hasta la derrota final. Perdieron Cataluña, han perdido Euskadi y perderán Andalucía ahora que ya no queda dinero en la caja, tras el desfalco, y el PER se ha esfumado para siempre. Pues que sigan por ese camino, que el siguiente sorpasso se lo dará el Pacma. O el Partido del Porro.

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