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Cuando el oro cambió de color

La historia compartida de la sal y el petróleo

Daniel Martínez Castizo
Daniel Martínez Castizo
Historiador y antropólogo. Investigador y divulgador del patrimonio salinero
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análisis

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Aunque la obtención de sal, bien de forma directa o a través del aprovechamiento de sus derivados, sigue siendo fundamental para el buen funcionar de la actual actividad industrial, su aprovechamiento y explotación no se vive con la misma intensidad y determinación como en el siglo XIX. Y es que, por aquel entonces, la fuerte dependencia de sectores como el agroalimentario y químico convertía a la sal en una fuente de riqueza que los Estados, en pleno proceso de industrialización, se encargaban de potenciar.

Los respectivos gobiernos (en manos de la oligarquía industrial y financiera del momento), bien a través de la explotación directa o mediante el incentivo hacia el sector privado, llevaban a cabo movimientos para no depender de terceros a la hora de abastecer su mercado interior. La estrategia empleada para salvar dicho problema se centraba en el continuado incremento de la producción a base de encontrar nuevos espacios donde ubicar una salina litoral y el hallazgo de un gigante domo o diapiro salino.

Nota: En la formación de un diapiro salino podemos encontrar varias fases desde su origen mediante la desecación de un mar (1 al 2), pasando por su cubrimiento mediante la deposición de sedimentos (3-4), hasta su definitiva formación y ascenso entre los sedimentos (5). Fuente: Patrimonio Salinero Andaluz.

Ni que decir tiene que, a ser posible, todos preferían encontrar sal de gema en el subsuelo a tener que enfrentarse al costo mantenimiento de las salinas de litoral (cuya producción estaba condicionada por el clima). Las instalaciones que su ubicaban sobre un diapiro tenían garantizado el abastecimiento continuado de salmuera con un elevado gradiente de concentración (200-250g/l frente a los 35-90g/l de mares y océanos), que requería un breve tiempo de cocción –la salmuera era hervida en enormes calderos o cocederos de hierro–, para lograr su precipitación.

Además, contando con una gran dosis de suerte, la técnica de ignición podía resultar mucho más barata si, en vez de carbón o madera, el mismo yacimiento contaba con la presencia de gas natural y petróleo. Estos elementos se convirtieron rápidamente en un “molesto” mal menor –contaminaban la salmuera–, para los salineros gracias a, por una parte, la citada canalización del gas (tal y como como hicieron en la ciudad china de Zigong durante el siglo II) y, de otra, a la comercialización del petróleo como producto para la industria química, farmacéutica y energética.

Nota: Torres de extracción de salmuera y cocederos de Zigong (China). Fuente: Zigong Salt Industry History Museum, (sf.)

La intensidad con la que se extraía del subsuelo la salmuera o excavan en las minas, llevaba al rápido agotamiento del yacimiento y, por ende, a la generación de una serie de externalidades sobre el territorio. Por ejemplo, en el Condado de Chesire, principal territorio productor de sal en Inglaterra, registró solo en un año hasta 400 desmoronamientos de edificios. Por otra parte, en las tierras aledañas a las ciudades también se producían hundimientos que eran “aprovechados” para verter las cenizas y la cal generada por la industria salinera.

Pero lo que más interesaba a las autoridades y empresas afines no era lo medioambiental sino, más bien, el lograr exprimir al máximo los diapiros. Con ese fin, y sabedores que solo cuando el avance de la técnica y la tecnología diera lugar a mecanismos de perforación y extracción más sofisticados podrían obtener más o más sal, impulsaron la innovación en el sector.

Entonces, cuando se comenzó a aplicar la nueva tecnología al subsuelo, y se logró profundizar más sobre el diapiro, el petróleo y el gas natural aparecían con una mayor insistencia y cantidad. A partir de ahí, el interés específico por el petróleo aumento considerablemente, no solo porque se podía obtener como complemento económico y en mayor cantidad sino porque, a mediados de siglo XIX, ya se había descubierto que del citado compuesto se podían obtener grandes cantidad de queroseno para usar en el pujante sector energético vinculado, principalmente, al alumbrado industrial y público.

Desde ese momento, el encontrar domos salinos dejó de interesar como yacimiento de oro blanco para pasar, como es lógico, a valer por la cantidad de oro negro que contuviese. La fiebre por encontrar petróleo en los territorios industrializados de occidente (Alemania, Inglaterra, Rusia, EUA,…), fue llevado a cabo con el mismo ímpetu con el que otrora se ejercía con sal.

Pese a que, con mayor o menor éxito, se logran obtener cada vez mayores cantidades de petróleo, la sal continuaba siendo el producto que sustentaba la explotación. Como el avance en la investigación geológica era lenta, hasta entonces solo se era capaz de interpretar determinados montículos terrestres con la presencia de diapiros, el asociar ingentes cantidades de petróleo con la sal era fruto de una mera coincidencia. De hecho, hubo que esperar casi una década, concretamente al verano de 1859 cuando en Titusville (Pensilvania), para que se abriera por primera vez un pozo dedicado exclusivamente a la extracción de petróleo fruto, eso sí, de una de esas casualidades que se dan en la vida.

Nota: Las instalaciones creadas por Drake en Titusville recuerdan a las estructuras empleadas para extraer salmuera. Fuente: Drake Well Museum.

El posterior perfeccionamiento en las técnicas de explotación y exploración, aprendidas en gran parte por la búsqueda del viejo oro blanco, en combinación con los nuevos yacimientos petrolíferos, permitió definitivamente tornar el color del oro hacia el negro petróleo.

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