Ignoro cual es el grado de vergüenza ajena que sienten dos individuos que lideraron dos grandes países, España y Reino Unido y que desde tan alta magistratura decidieron hacer la guerra al Irak de Sadam Hussein, junto a su colega George Bush componiendo entonces lo que se denominó “El trío de las Azores”. Ojo, no confundir con otra formación similar también muy famosa llamada el “Trío de la bencina”.

Ahora, el informe Clilcot ha puesto pretendidamente la luz sobre las penumbras de una decisión que pronto se vio que era una falacia y un engaño: los motivos para justificar la invasión de Irak eran falso. Bush lo ha reconocido a medias, Blair abiertamente y Aznar, como es habitual en él, no se sabe.

Y es curioso la fuerza del vallisoletano del que se dice ahora que forzó la decisión tanto de Blair como de Bush, ¡qué afán bélico!. Una muestra  semejante del ardor guerrero que vibra en sus voces la dio cuando envió al portaaviones “Príncipe de Asturias” además de helicópteros y un grupo de operaciones especiales a liberar el islote Peregil ocupado por siete gendarmes marroquíes con hambre y desconcierto que decisión combativa.

Lo de Irak fue escandaloso en todos los sentidos e interpretaciones. Por ejemplo, la intervención de tropas latinoamericanas como hondureñas, salvadoreñas, ecuatorianas y dominicanas. Dos anotaciones al respecto: llama la atención que República Dominicana enviara tropas a un lugar tan distante y tan ajeno desde todas las perspectivas para el país caribeño como Irak y que lo hiciera a instancias de Estados Unidos, país que invadió Dominicana en dos ocasiones en el Siglo XX. Concretamente de 1916 a 1924 y de 1965 a 1966. De la primera invasión quedó el tirano genocida Trujillo y de la segunda lo que los propios dominicanos denominan su “Guerra civil”.

Los 600 militares  dominicanos que compusieron la “Fuerza Tarea Quisqueya I y II”, estuvieron el país árabe de abril de 2003 a febrero de 2004 integrados en la unidad “Plus Ultra” que mandaba España.

En la decisión de enviar tropas dominicanas a Irak tuvo mucho que ver el entonces jefe del Estado español, además de los estadounidenses.

La otra anotación, ésta de carácter chusco, tiene que ver con la intervención del entonces ministro de Defensa Federico Trillo cuando visitando el acuartelamiento de las tropas salvadoreñas en Irak, también bajo mando español, gritó en sus despedida: “¡Viva Honduras!”. Para honduras las del señor ministro, que se quedó su insolencia.

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