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Crónica emeritense

El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida hace que la capital extremeña sea el destino estival español preferido de interior

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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Los aficionados, o los que no lo son tanto, al teatro más apasionante en un lugar emblemático tiene cita en Mérida cada verano. Desde finales de junio hasta los de agosto cada año se actualizan a nuestros días obras de la Roma y Grecia clásica. Todas las representaciones son rigurosos estrenos y comienzan a una hora, casi las once de la noche, en la que conviene ir bebido y cenado al evento. Como veremos, Mérida no defrauda. Sacia a ‘fans’ del teatro y a exigentes gastrónomos. Además, tiene oferta cultural infinita.

La 65 edición del Festival de Mérida consolida un destino de turismo interior que agota la planta hotelera por su gancho. Especialmente, los días de estreno (miércoles) y los fines de semana. El evento, además, emplea a casi 600 personas e imanta a las promesas del teatro clásico para ‘ser vistos’ por productores y directores. El hombre-orquesta que logró tal éxito es el director del Festival, Jesús Cimarro. El también empresario teatral vasco afincado en Madrid capitanea, incansable, un equipo de casi cien personas que están pendientes para que todo salga perfecto. Lo acredita la eficaz Toñi Escobero, responsable de Comunicación.

La programación del verano del 2019 incluye títulos tan atractivos como Sansón y Dalila, Pericles Príncipe de Tiro, Viejo Amigo Cicerón, Dionisio, Antígona, Prometeo, Tito Andrónico, La Corte del Faraón y Metamorfosis. Por razones varias nos detendremos en la versión del libreto original de Ovidio que hiciera triunfar en Broadway la neoyorquina Mary Zimmerman.

‘Metamorfosis’ triunfa, arrasa

La obra maestra de Ovidio sintetiza y metaboliza mitos, leyendas y pasiones humanas cuyo epicentro son el alma de las deidades greco-romanas. Zimmerman no se arrodilla ante el clásico. Ni cae en la hagiografía fácil para que resulte admisible trasladar a nuestros días lo que Ovidio elaboró en clave de excelencia.

Los miedos, los deseos, el amor, la codicia o la soberbia son omnipresentes y cristalinos en una Zimmerman inspirada y talentosa. Ella nos traslada el pálpito celestial de Apolo, Faetón, Mirra, Orfeo, Narciso, Gomona, Dafne, Alciones o Midas a los días que corren. Algo parecido retrató Luis Cernuda en ‘La realidad y el deseo’. Justo lo que hace David Serrano para las entendederas del público hispano-parlante, pero en un contexto plausible. Su mérito es terrenal: los sesudos ensayos de la obra se anticipan al éxito. Lo que perciben los espectadores de la obra colmata el binomio del clásico que se actualiza enriquecido por medios técnicos y recursos humanos.

Durante dos meses su Teatro Romano aloja las mejores obras adaptadas al siglo XXI y actividades más que sugerentes

Vayamos a los hechos. El productor Jesús Cimarro (¿les suena?) con gran olfato pide -y logra- que Concha Velasco sea la narradora de lujo de las historias que alberga ‘Metamorfosis’. Y la vallisoletana -criada en el antaño Marruecos del Protectorado español- lo borda con voz inigualable, dicción de nota y estampa de diva. La Velasco le pidió a su madre ser artista y vaya si lo logró: lleva en vena el baile, la canción, el cine y el teatro. También logró premios, respeto de la tribu artística y el cariño del público. No hizo las Américas porque su sobrenombre (Concha) allí es el sexo femenino. Injusto.

Jero Morales/Festival de Mérida

El estreno de ‘Metamorfosis’ fue el 31 de julio y el marco excepcional. Irrepetible: el Teatro Romano de Mérida, el mejor conservado del otrora imperio al que tanto debemos los latinos. El calor de la noche era expectación, ganas de disfrutar el mejor teatro. La obra vendió casi 35.000 entradas para 11 funciones. Reventó todos los registros del propio Festival.

Sobre el escenario iluminación perfecta -gracias a Juan Gómez y David Hortelano- y música de Luis Manuel Cobo más que adecuada. También, una obra de ingeniería. Intercalaba láminas de agua, piscina, círculos móviles y fijos y tres accesos que aventuraban algo grande. Entre las inmensas columnas del Teatro se otean estatuas. Más el alma de Ceres y Augusto. La obra se programó durante 150 minutos y resultaron intensos, inolvidables. Serrano, junto a la escenógrafa Mónica Boromello, optimiza el anfiteatro romano. Sacan tajada para que el público se sienta cómodo.

El rigor del guión experimenta y se enriquece con la magia del humor para arrancar sonrisas con ocurrencias y gran nivel de actores y actrices. A los mismos se suma la Velasco con esa veteranía que conceden los 80 años que cumplirá en Noviembre, 68 de los cuales entre las tablas.

El reparto de la obra merece más aplauso por un trabajo concienzudo. Más reconocimiento del lego y entendido. La plantilla actoral es compacta, desarrolla varios papeles a lo largo del hilo dramático. Constata ese talento que echamos de menos en la escena teatral actual.

Pepe Viyuela conoce Mérida bien, sabe qué terreno pisa. Allí ser sólo cómico no basta. Su mejor actuación dramática marida en Metamorfosis con un poderío proverbial. Secun de la Rosa sigue la senda de Viyuela. Ninguna persona encontrará mejor novio que un Secun inspirado, insistente y que no aburre a sus objetivos. Edu Soto está genial. Su Faetón ‘cheli’ nos recupera la fe del siglo XXI en clásicos para un personaje que hila magistralmente.

Adrián Lastra se mueve por el escenario y declama sus papeles con la finura de la rotundidad. Pepe Ocio y María Hervás, nueva pero espléndida en Mérida, conmovieron con la leyenda de Mirra. La que ofendió a los dioses. El empeño no es recomendable en esta centuria. Pero los incívicos, los políticos, los mafiosos, los narcos, los pederastas, los defraudadores, los especuladores, los difamadores y maltratadores no se enteran.

Tras Hervás, la plantilla de actrices fue un sucesivo repertorio de oficio y genialidad propia de artistas plus. No les regateamos mérito. No precisa reivindicar igualdad el elenco femenino. Pilar Castro conjuga en los papeles que representa algo que es verdad que muchos hombres no creen de la mujer: es polivalente, hace varias cosas a la vez. La espigada y versátil Belén Cuesta no le va a la zaga. Sus registros dramáticos no deben preocuparle a su presente y futuro profesional. Ángela Cremonte es escenario, son tablas. Ella está ahí, sabedora de una responsabilidad que acata con soltura. Como el inolvidable periodista Chaves Nogales reportando el pálpito de la noticia.

Jero Morales/Festival de Mérida

Los aplausos que trufaron la hispanizada versión de Serrano sobre el Ovidio clásico que actualizó Zimmerman fueron sentidos, sinceros. El Teatro Romano emeritense en pie saludaba así a los gladiadores triunfantes y eufóricos de la escena batiendo sus manos. La Velasco estaba emocionada al despedirse de Mérida. Esa tristeza maridó con ese frenetismo de actriz-diez a su ‘ochentena’ bien llevados. No se retirará de la escena ni la cámara porque Hacienda la persigue, la voracidad tributaria no desfallece. Lo prosaico puede a lo sublime de todo un icono español. Ánimo, Maestra.

Otros actos del Festival

La programación ‘off’ del Festival de Teatro Clásico de Mérida es tan completa como la capital que lo aloja. Incluye Talleres, Escuela de Verano, Campo de Voluntariado, Encuentros, Conferencias, Pasacalles populares, ciclos fílmicos, exposiciones en el Museo Nacional de Arte Romano y actos en otras poblaciones (Medellín, Madrid, Cáparra y Regina).

‘Agusto en Mérida’ es un programa que divulga la cultura clásica vía lúdica, formativa y artística. Las representaciones teatrales se sustancian en el incomparable Templo de Diana, Patio del Parador y los Naranjos (Asamblea de Extremadura), Plaza de Pontezuelas emeritense. Producido por TAPTC?, estudiantes y alumnos dan rienda suelta a su valía. El resultado es un teatro más cercano y nada inhibido del dramatismo de los clásicos. Los aplausos de la concurrencia siempre trufan esfuerzo y un talento más que potencial.

Los títulos completan la programación de Mérida: Edipo y los Labdácidas, Euménides, Eunuco, Las Troyanas,  Hércules, entre otros más comedias hilarantes que enganchan a un espectador que saldrá de Mérida empapado del mejor teatro clásico sin duda alguna.

La Mérida del siglo XXI

Las calles y plazas del centro emeritense palpitan los días estivales. Encontramos una riqueza monumental difícil de superar. Muy recomendable pasear la ribera del Guadiana admirando los puentes, jardines y un Río testigo de mucha historia. La Alcazaba, Acueductos, Casa de Mitreo, Termas, el Circo, iglesias (Santa Eulalia, Concatedral), museo local, colección visigoda, y otros activos culturales de la capital extremeña merecen pausada visita. El Museo Nacional de Arte Romano es cita inexcusable: mosaicos, estatuas, cripta, monedas y ajuares romanos dan fe de la riqueza que aloja Mérida tras los ‘préstamos’ infinitos que se tomaron en Madrid. Así como los alrededores. Cruzando el río localizamos modernos edificios, urbanizaciones y bloques que atestiguan el crecimiento de la antigua Auguste Emérita romana. El Palacio de Congresos da fe. El impresionante puente Lusitania de Santiago Calatrava es la vía perfecta para alcanzar la otra ribera.

El centro emeritense lo estrangulan las vías férreas, lo afean demasiados bloques ‘vintage’ de los cincuenta y sesenta descuidados. También edificios al lado de casas que desvarían la estética. Aparcar es tarea titánica en zonas reguladas selectivas, aunque hay solares esperando que se obren o que suba la oferta la especulación.

La codicia de los hosteleros del centro emeritense es también infinita. Una de las principales arterias, José R. Mélida, otras calles y plazas céntricas apenas pueden pasearse y circularse por la totalidad de las aceras y parte de la calzada. Terrazas de bares y restaurantes ocupan esos espacios públicos impúdicamente. No es de recibo tal impostura en la capital de una autonomía española que, además, está declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1993. El Ayuntamiento debería tomar nota y tener más reflejos.

Pero en Mérida todo se perdona por la amabilidad y cercanía de sus vecinos, encantados de recibir y atender al visitante, quien se siente VIP a la mínima. Encontramos oferta de hotelera para todos los bolsillos. Al Parador Nacional (4*) más que recomendable le siguen el Palace (5*) y Las lomas (Ilunion), Velada, Tryp Medea, Aldealba. Le siguen otros establecimientos con menos estrellas (Nova Roma, Vettonia, Rambla, Zeus, Emeritae, Romero), hostales, apartamentos etc… que acercan la hospitalidad extremeña al huésped.

Especialmente recomendable es el De Luxe Hostels & Suites. Precios razonables, servicio impecable y extras (piscina adaptada, parking, cocina de uso compartido…) hacen de una antigua residencia de ferroviarios un nuevo hogar donde hay escritas máximas estimulantes en las paredes de cada habitación. Para quien quiera explorar Mérida desde un punto estratégico es una referencia este hotel. Roberto Alvarado y su equipo, además, explican al huésped con orgullo local esa Mérida que no viene en las guías.

La oferta gastronómica de Mérida supera cualquier tópico. La capital de Extremadura también lo es también para el lego y el gourmet más erudito. Los caldos de la tierra antaño eran pitarras con poso que daban resaca. Hoy los vinos extremeños son tintos, blancos y rosados de categoría. Una oferta que nace los Barros, Alange y un largo etcétera. Qué decir del cerdo ibérico extremeño, excelso sobre los estándares de calidad de Guijuelo, Jabugo, Teruel o Trevelez. Quesos, carnes y chacinas de caza, verdura, fruta, pescado de río, ancas de rana, pan y postres artesanos completan la oferta. Mejor descubrir esas delicias perdiéndose por las calles de Mérida. Salen solas.

¿Dónde ir? Algunas propuestas. En la Plaza de España hay donde elegir. El Pestorejo equilibra oferta, calidad y precio. En el mismísimo Arco de Trajano (emperador nacido en Itálica, hoy Sevilla) está el ‘A’ de Arco con una carta diversas. Suma meses gastronómicos, bodega, precios y servicios de nota. No lejos está La Tahona (calle Alvarado), antaño lugar de recreo juvenil, transformado en un restaurante con sabor y de recomendable visita donde marida el mejor ceviche y bacalao con una carne para experimentar el éxtasis. También encontramos al lado del Arco Sybarith. Tiene salones y terraza de un gastroshop refinado de clientela y cola por su excelencia.

Hay mucha más cantera de fusión y comida internacional. Otras recomendaciones las tenemos en De Tripas corazón, La Carbonería, La Extremeña, Vía de la Tapa, Vegetarian, Fusiona, Puchero Nieta y La Milanesa. Ambientazo encontramos en el jazz. Los jueves hay concierto. Mientras, sirven una bien tirada Voll-Damm de barril, combinados con oficio. Allí reina la magia de la música que contagia al personal. El Jazz allí no es sólo un reclamo de rótulo. Es garantía de pasar ratos memorables.

Llegamos a Mérida atraídos por el teatro de nivel y la capital extremeña no nos defrauda. Sigue por la senda que matrimonia lo eterno de Roma con la vanguardia del siglo XXI. Apetece regresar cuando dejamos la capital. Su ubicua localización la comunica con Portugal, Andalucía, cornisa cantábrica, las Castillas y Madrid. Falta el AVE y aeropuerto. Pero tiempo al tiempo. Mérida está donde tiene que estar. Como recalcó Juan Belmonte a su cuadrilla de la Sevilla que le vio nacer.

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