Es cierto, la mayor parte de mis críticas son hacia lo que se supone que en la política de nuestro país debería representar a los progresistas, la que dice ser de izquierda o centro izquierda. Muchos se mosquean porque piensan que con estas collejas estoy haciéndole el juego a la derecha, porque debilito con mis comentarios y reflexiones a los que debería defender a ultranza.

Entiendo que al lector de izquierdas, progresista o más o menos centrado pero sin considerarse de derechas pueda llegar a molestarle lo que escribo. Sobre todo si milita en alguna organización como Podemos o PSOE, que suelen ser objetivo de mis dardos. No le falta razón, porque reconozco que a veces soy poco sutil y maquillo más bien poco mis argumentos. Pero lejos de buscar enemistarme con mis compañeros de trinchera, mis pensamientos siempre procuran encerrar reflexiones y propuestas ante situaciones o actitudes que considero han de ser corregidas si de verdad queremos construir algo decente en el panorama político actual.

Cada uno lo intenta desde donde mejor considera que puede hacerlo. Yo, por el momento, después de haber conocido desde dentro los entresijos de una formación política, he llegado a la conclusión de que mis ideas, mis críticas y propuestas pueden tener algún tipo de utilidad (por pequeña que sea) si las planteo de manera libre, abierta y desnuda de ataduras con ninguna sigla. Hastiada de dar la cara en los órganos del PSOE, de dar mi opinión «donde correspondía» y observar como todo era un mero teatro donde quienes creíamos que había que comprometerse más bien éramos los inocentes e ingenuos molestos, replanteé mi compromiso social a través del periodismo. Una profesión que, dicho sea de paso, sufre también una terrible enfermedad: sin libertad está condenado a ser propaganda y como ya ni siquiera se imprime, no puede aprovecharse en demasiados casos ni para envolver bocadillos.

La derecha nos da razones para llenar columnas todos los días. Sobre todo la de nuestro país, que de choriza e inútil ya ha demostrado estar perfectamente preparada para desaparecer. Pero que sigue perpetuándose gracias a una red clientelar que tiene sus raíces tan profundas como para que siete millones de personas sigan creyendo que además de robar y mentir pueden solucionar alguno de sus problemas.

Usted que me lee, muy probablemente esté de acuerdo conmigo en que el problema que tenemos en este país no son esos siete millones de votantes de la derecha; ni siquiera los chorizos corruptos que reciben sus votos. No. El problema que tenemos en España es que siendo mayoritariamente progresistas, no tenemos opciones políticas honestas, ni organizaciones coherentes con los valores y principios de la izquierda. Y por eso nos dividimos, por eso dispersamos nuestros votos y en demasiados casos, nos quedamos en casa cabreados sin votar.

Yo no veo necesario pasarme el día explicando que Rita Barberá debería irse a su casa, junto a Soria, Mariano, Dolores, y toda su tropa. No creo que eso haga falta decírselo a nadie que pueda tener interés en leerme. Sin embargo sí veo importante intentar hacer reflexionar sobre la necesidad de estructuras democráticas dentro del PSOE y de PODEMOS; denunciar su falta de coherencia (de ambos); ampliar el debate cada vez que evitan abordar un asunto político; criticar sin tapujos sus mentiras y su falta de respeto a sus votantes. La única razón es la de poner de manifiesto lo que considero errores para participar de un debate que encuentre soluciones.

Es cierto que al amigo que nos dice las cosas claras a veces preferiríamos no volver a verle. Pero no es menos cierto que esos son los que realmente entienden el sentido de la amistad y los que siempre están ahí. Cada cual es libre para elegir a quien les adula -y miente- o a quienes les dicen -su- verdad con ánimo constructivo.

Ésta es la razón por lo que algunos seguiremos siendo ese colega antipático que dice las verdades incómodas. Para dar palmas desgraciadamente hay mucha gente; para mirar hacia otro lado con los corruptos, también; casi tanta como para votarles. Ahora solamente nos falta quien tenga ganas de poner en marcha una verdadera regeneración política de las organizaciones progresistas: las viejas porque de lo contrario están ya con un pie en la tumba, y las nuevas, porque aunque acaben de llegar se encuentran llamando ya a la puerta del cementerio. Y si no fuera porque nos hacen falta para salir de esta maraña, bien podrían quedarse.

1 COMENTARIO

  1. a mi siempre me dijeron que los fascistas son como los perrros que ladran a derecha e izquerda, pero que solo muerden a la izquierda; y en esa categoría es en el llugar exacto en el que tu te hayas.

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